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Entrevista a Alfredo Villanueva Collado, escritor gay puertorriqueño
artículo [ Sociedad ]
por Daniel Torres (Letras Salvajes - Número 8 - 2005)

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por [NMP ]

2005-06-15  |     | 






D.T. Hábleme de sus poemarios y de su intento deliberado de un ars homoerótica portorricensis. Específicamente de En el imperio de la papa frita (1987), Grimorio (1986), La guerrilla fantasma (1989), La voz de la mujer que llevo dentro (1990) y Pato salvaje (1992).



A.V.C. No sé si es posible hablar de un arte erótica específicamente puertorriqueña en mi caso, ya que crezco en Venezuela, donde comienzo a tener sexo de niño. Me declaro gay y tengo mis primeras relaciones románticas en Puerto Rico. Termino viviendo en Nueva York con otro puertorriqueño, el artista gráfico Víctor Amador, en una relación de 18 años que se abre a individuos de todas las nacionalidades.



Considero la energía libidinal la fuente de toda creatividad artística. Escribo desde el cuerpo, lo que llamo poesía somática---, y mis cuatro tintas son la sangre, el sudor, las lágrimas y el semen. Mi poesía recoge tres grandes temas que encuentro inseparables, el amor, la muerte y la política. Mis poemarios de adolescencia, Mito, Interior y La abeja asesina, recogidos recientemente en un librito cibernético, De antiguo amor (2004), reflejan tanto el rompimiento con un primer amante como un proceso de formación poética mediante el cual describo mi realidad inmediata, familia y mi medio- ambiente en términos de mi ya definida pulsión libidinal. Cuando le enseñé esos poemas a Marina Arzola, para entonces musa de la generación de Guajana me informó que no tenían valor alguno por lo intimistas (y asumo que por lo abiertamente homoeróticos), y me ordenó que los destruyera y comenzara a escribir poesía patriótica. Este volumen también recoge Las transformaciones del vidrio, mi primer poemario, publicado en México por Luis Mario Schneider, y La P de Picasso, una serie inspirada por una retrospectiva de su obra en el 1981.



Concuerdo con Manuel Ramos Otero: la sexualidad ES política. Casi todos mis poemarios han recibido críticas adversas. Cuando se publicó En el imperio de la papa frita, por razones editoriales se omitió la sección del poemario que tiene que ver con aspectos de mi vida sexual en Nueva York y con la relación entre colonización política y colonización sexual. Lo cual no evitó que Liliana Ramos Collado me indicara que le había dado problemas su lectura y me recomendó que me leyera a Papoleto Meléndez para que aprendiera a escribir poesía.



En Grimorio quise crar un poemario de abierto amor homoerótico que incluyese referencias a poetas, poemas y leyendas heterosexuales, para imbricarlo conscientemente en la tradición erótico/amorosa occidental. El chileno que lo inspiró y a quien lo dediqué lo tildó de culterano y un buen amigo (heterosexual) me indicó que mientras escribiera desde la visión homoerótica tendría un público muy limitado.



La guerrilla fantasma constituye un intento de fundir música, en este caso el Requiem de Verdi en la versión específica de Caballé/ Cossotto/ Vickers, Raimondi con poesía y con las estupendas ilustraciones que para el libro hizo mi fenecido compañero Víctor. El poemario incluye un poema homoerótico sobre el cuerpo muerto del Che Guevara. Fue el único rechazado por los lectores que aprobaron los otros poemas para Entre la inocencia y la manzana, antología de mi obra publicada por la Editorial de la Universidad de Puerto Rico en 1996. ¡Alegaron que le faltaba el respeto a su figura! Por suerte el director de la Editorial para aquella época, José Ramón de la Torre, decidió incluirlo. Lo irónico es que yo intentaba, de manera muy política meterle el dedo en el ojo a la izquierda latinoamericana (y puertorriqueña), tan caracterizada por su violenta homofobia, Guerrilla fantasma fue premiada con una mención en un concurso de la revista Tríptico; el primer premio se lo llevó un chico que a los dieciocho años había publicado 20 poemarios. Ese encontronazo en particular lo he plasmado en un cuento llamado “El premio.”



La voz de la mujer que llevo dentro es también un ejercicio político. Primero, siempre he dicho que el poeta presta su garganta a otros/as para que expresen lo que no pueden decir con voz propia. Segundo, creo firmemente en una condición andrógina de la psique, con una configuración muy distinta al orden Simbólico del Falo. La he llamado el Orden del Imaginario Somático—el pene desprovisto de simbolismo fálico, como instrumento de placer, no de poder, y el cuerpo masculino sin zonas prohibidas, totalmente asequible a juegos eróticos con todo lo que se le atraviese. Tercero, deseaba dar voz a esa parte femenina de toda psique masculina, evitando tanto el afeminamiento que los puertorriqueños consideran requisito indispensable de la homosexualidad (la loca como estereotipo cultural cómodo por lo reconocible) como la poesía machista que pasa por poesía erótica heterosexual en toda Latinoamérica. Cuando se presentó el libro en Estados Unidos, las feministas norteamericanas objetaron frenéticas a la apropiación de la voz femenina por un hombre, lo cual expuso su propio sexismo y exclusivismo cultural. Me defendieron las latinoamericanas. Desgraciadamente, el movimiento feminista latinoamericano ha optado por seguir al feminismo norteamericano en términos de la total exclusión la voz masculina en sus dos modalidades: participación por autores y la voz del hombre que cada mujer lleva adentro.



Pato salvaje surge de un pronunciamiento político de Víctor Amador sobre la condición colonizada de la isla, que le sirve de título y lema al libro: “En el país de los patos domésticos, quiero ser pato salvaje”. El tema de este poemario es la muerte —no sólo del propio Víctor sino de mis amigos, mis padres, y eventualmente de todos los seres humanos. Pero a la vez, reafirmo una fe inexorable en el amor como lo único que sobrevive a la muerte y continúa los lazos afectivos a través de las idas y venidas del espíritu. Es ese amor lo que transforma al “pato doméstico” o “domesticado” en el “pato salvaje” que deja todo atrás para unirse a la bandada de los que parten. Otra vez más, mi intención ha sido mostrar que los procesos fundamentales de toda vida humana no tienen género. Cuando leí “Pato salvaje” por primera vez en público, a las dos semanas de haber muerto Víctor, una señora se me acercó llorando y me dijo: “Gracias por compartir tu dolor con nosotros”. Y me sentí satisfecho, porque había logrado mi objetivo ulterior: comunicarme a nivel de condición humana, no de preferencia libidinal.



En 1997 enfermé de gravedad y mis amigos Silvio Torres Saillant e Isaac Goldenberg decidieron publicar lo que quedaba inédito de mi poesía junto con un poemario que le había escrito a mi actual compañero, Abersio Núñez. Lo titulé La voz de su dueño. He decidido que se debe publicar de nuevo con las dos secciones por separado, ya que en realidad constituyen poemarios distintos. A mi arte poética se incorporan ahora los temas de la supervivencia, el envejecimiento y la muerte, pero esta vez como la persistencia de la memoria, la ausencia que es una presencia y viceversa.



En términos de literatura puertorriqueña, mis modelos poéticos pertenecen todos a la esfera política nacionalista, con su homofobia decimonónica: Francisco Matos Paoli, Juan Antonio Corretjer, Clemente Soto Vélez. He intentado aprender de ellos a la vez que depuro mi poesía de testosterona, o mejor dicho, intento mostrar que se la puede utilizar para otros fines que no sean Fálicos. De los contemporáneos: Iván Silén y Manuel Ramos Otero. Y una poeta muy especial, Clara Lair.





D.T. ¿En qué ha estado trabajando todos estos años?



A.V.C. Tan pronto pude arrastrarme a una computadora y usar dos dedos, comencé a escribir poesía: una colección llamada “Pan errante” que ya va por 113 poemas. He retomado una serie de relatos autobiográficos cortos, en inglés y español. Los titulé “Autopolaroids”. El título es un homenaje a mi fotógrafo favorito, Lucas Samaras, cuya exhibición del mismo nombre me hizo darme cuenta que, como dijera T.S. Eliot en The Wasteland, cada texto es un “fragmento que opongo a mis ruinas”. Ya llevo 194. Mi meta: desmentir y exponer una serie de estereotipos acerca del ente homosexual, “revelar” el lado lúdico y polimórficamente perverso de la sexualidad masculina, y de paso dejar saber que pienso acerca de una serie de temas. Pero en realidad el proyecto incluye mucho más que eso, porque nadie es una mónada; mi vida es también la vida de mucha gente con quien la he compartido.



Por otro lado, ya jubilado, he continuado con mi investigación sobre la constitución del sujeto masculino en la narrativa latinoamericana. Hace más de 20 años que examino la figura y la obra narrativa del poeta colombiano José Asunción Silva. Mi hipótesis de trabajo: que fue homosexual, que el conflicto con la pacata sociedad bogotana fue una de las causas primarias de su suicidio, y que la clave de su identidad sexual se encuentra en su única novela, De sobremesa. Pero también he bregado con las relaciones homoeróticas interraciales en la novela latinoamericana, y he hecho lecturas revisionistas, desde un enfoque libidinal, de clásicos como Canaima y Primitivo. Y ahora reviso mis cuentos.



D.T. ¿Cómo coincide su biografía con su obra?



A.V.C. Mi vida es mi obra y mi obra es mi vida. Por algo nací el mismo día que Oscar Wilde.



D.T. ¿Cómo ve el panorama de la literatura gay boricua?



A.V.C. ¿Qué literatura? La verdad es que conozco nombres y títulos que en su mayoría no he podido conseguir. Y para retomar tu pregunta inicial y el término arte homoerótica puertorriqueña, no creo que tal cosa sea posible hasta que todos los artistas e intelectuales puertorriqueños que son homosexuales se decidan a abandonar los varios clósets que habitan y desafíen el discurso dominante del machismo puertorriqueño. ¿Qué modelos poéticos o artísticos existen? Cuando David William Foster compilaba un diccionario de autores latinoamericanos que han tratado el tema gay o lésbico, el viudo de René Marqués se negó rotundamente a que éste fuera incluido. Yo mismo recibí un correo angustioso de una colega de Luis Rafael Sánchez en Nueva York, advirtiéndome que no se le podía incluir en tal proyecto porque si su mamá se enteraba, el disgusto la mataría. Sólo aceptó después de exigir que no se le identificara como “gay’ y que fuera el propio Foster quien escribiera el ensayo sobre su persona. ¿Quién en Puerto Rico estudia el homoerotismo en la pintura de Pancho Rodón o la ausencia del mismo en la obra de Jaime Romano? No, la norma cultural indica que “de eso no se habla.” La hipocresía, la homofobia institucionalizada, hacen que los puertorriqueños ni se atrevan a medir la contribución que sus artistas gay han aportado a la cultura. En Puerto Rico oficialmente no hay Whitmans ni Cavafys ni Dickinsons, y ni se diga de un Rimbaud, una Djuna Barnes o un Oscar Wilde. Los propios autores gay reflejan la homofobia internalizada de la cultura. Dos ejemplos: La mirada de René Marqués y la Patografía de Ángel Losada., novelas muy distintas y sin embargo unidas por una misma visión estereotípicamente patologizada de la (homo)sexualidad.



La literatura gay puertorriqueña, tanto creativa como crítica-- se da mayormente desde la diáspora hacia los Estados Unidos, con figuras como Carlos Rodríguez Matos, Moisés Agosto, Manuel Ramos Otero, Juan Pablo Rivera, Arnaldo Cruz Malavé y Alberto Sandoval. Pero no existe una comunidad literaria gay puertorriqueña como tal. Yo mismo, parafraseando a Blanche Dubois, siempre he dependido de la “bondad de extraños” en términos de mi trayectoria crítica y poética.



Y no sólo eso. Usas el término “literatura gay boricua.” ¿Incluyes en él a los que escriben en inglés? ¿O es esa literatura una subdivisión de las literaturas étnicas norteamericanas, como sucede con los Chicanos, los Neorricans y otros autores que se han apresurado al “crossover”? Estuve metido en un proyecto para publicar una antología de “literatura gay” puertorriqueña, Se nos consejó que fuéramos “inclusivos,”-- lo cual podía terminar diluyendo y viciando lo que considero debe ser el propósito de tal publicación: establecer un canon básico de literatura gay puertorriqueña, que hasta ahora no existe. O si no, podíamos haber terminado como la reciente patética mogolla de la Antología de literatura gay dominicana,. Pero ni a mogolla llegamos, se cayó el proyecto.



D.T. ¿Cree que hemos avanzado como movimiento de liberación lésbicogay en la isla?



A.V.C. No lo conozco, pero sé que hay muchos/as trabajando para combatir la arraigada homofobia puertorriqueña. Me gustaría saber qué está pasando en la isla y contribuir a esa meta.



*Pan errante unicamente se puede conseguir en
www.tallerdelpoeta.com
en edición limitada de 100 copias.






Alfredo Villanueva Collado. Nace en Santurce, Puerto Rico, en 1944. Poeta, narrador y ensayista. Es autor de numerosos artículos en Confluencia, Revista Iberoamericana, INTI, Caribbean Review, Hipanófila, Revista de estudios Hispánicos, Explicación de textos literarios, INTI, Alba de América, y Romance Language Annual entre otras. Ha publicado los poemarios Las transformaciones del vidrio (1985), Grimorio (1988), Guerrilla fantasma (1989), En el Imperio de la papa frita (1989), La voz de la mujer que llevo dentro (1990), Pato salvaje (1991) Entre la inocencia y la manzana: Antología (1996), La voz de su dueño, (1999) y De antiguo amor (2003). Sus textos poéticos y narrativos han sido incluidos en las siguientes antologías: Where Angels Tread at Dawn (1990), Papiros de Babel (1991), Cuentos Hispánicos de Estados Unidos (1993), Low Rent (1994), Hecho(s) en Nueva York: Cuentos (1994), PoeSIDA (1996), Noche Buena: Hispanic American Christmas Stories (2000) y Literatura Puertorriqueña del Siglo XX: Antologia (2004).

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Nacido en la ciudad de Caguas, Puerto Rico, en 1961. Daniel Torres es poeta, narrador y crítico literario. Participó en la revista-colectivo Filo de juego (1983-1987); importante publicación de poesía universitaria que congregó a una parte significativa de la Generación de Poetas de los Ochenta. Ha publicado tres poemarios: Los siete poemas de Cariño (1998), Fusilado Dios (2000) e Invasión de ternura (2004). El segundo mereció el Segundo Premio del PEN Club de Puerto Rico. Torres es el autor de la primera novela gay boricua sobre el SIDA, Morirás si da una primavera (1993; Premio Letras de Oro). Su primer libro de cuentos Cabronerías: historias de tres cuerpos se publicó en 1995. Como crítico e investigador literario, Daniel Torres ha producido varios libros sobre diversos aspectos de la literatura hispanoamericana, siendo el más reciente En filigrana: Ensayos sobre poesía colonial y contemporánea en Hispanoamérica (2002).

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Artículo publicado en "Letras salvajes", Número 8, 2005.


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