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Olvídalo, muñeca
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por [Richard John Benet ]

2007-01-13  |     | 



Olvídalo, muñeca

Al pie del avión se encuentran la hermosa mujer y el hombre de impermeable. Ella, la etérea Ingrid Bergman insiste en quedarse con él, el personaje llamado Rick Blaine. Él con su voz tan particular y la mirada cargada de nostalgia, le dice:
-“Si te quedas te arrepentirás. No hoy, ni mañana… pero después te arrepentirás. Para toda la vida.”
Ella sube al avión dónde la espera su esposo, perseguido por los nazis; pero que, una vez fugado, le puede ofrecer un futuro mejor en lo económico.
Rick se queda en el medio de la pista brumosa, mientras enciende un cigarrillo se acerca el hombre de uniforme. Le dice:
-“Este puede ser el comienzo de una bella amistad…”
Sinceramente no sé si lo fue. No sé si Humphrey Bogart terminó siendo amigo de Claude Rains. No hubiera sido nada difícil. Todos quisimos tener un amigo como Bogie. Un atorrante, que según su propia definición: “entraba en plenas facultades después del octavo vaso de whisky”. Un duro de corazón tierno, con una imagen alejada del estereotipo del ganador. En realidad era un perdedor, que estaba más allá del bien y del mal. Pero, a su manera, era un ganador. Un marginal, fiel a sus principios, capaz de rechazar la invitación de una mujer con su famoso:
-“Olvídalo, muñeca.”
El tipo que era capaz de sostener su imagen fuera de los estudios de filmación. Cuando una noche, en uno de esos bares de mala muerte que frecuentaba, fue desafiado a masticar el vidrio de una copa. Y ganó la apuesta, al precio de ir a parar a una sala de emergencias de un hospital neoyorquino.
Los dos hombres caminando en la bruma hicieron algo más que forjar una bella amistad. Crearon un mito que los pervive hasta el día de hoy.
Humphrey DeForest Bogart nació en el seno de una familia acomodada, en Nueva York un 25 de diciembre de 1899. Su padre era un médico cirujano (Belmont DeForest) y su madre artista gráfica (Maude Humphrey). En su familia existían problemas de abusos y consumo de morfina, que fueron moldeando una personalidad rebelde que echó por tierra los planes de sus padres para que tuviera una carrera de respetable médico. Es así como es expulsado de la Academia Phillips (Massachusetts), y esto hace variar sus proyectos de ingresar a la Universidad de Yale. Pero aquí conoce a su amigo William Brady, hijo de un productor de espectáculos, que lo impulsa a seguir la carrera de actor teatral.
La Primera Guerra Mundial encuentra al joven marinero Bogart (a la sazón con 19 años) a bordo del U.S.S. Leviathan. Atacado por un submarino alemán, fue torpedeado sin lograr hundirlo. Pero un pedazo de astilla de madera le produjo un profundo corte en el labio, que le daría su particular dicción.
Por los años 20, Alice Brady (hermana de William) le consigue un papel en “Drifting”, una obra teatral en la que brilla con luz propia. Esta es seguida por “Swifty”, en la que vuelve a destacarse, pero la crítica lo acoge mal. Más por su aspecto alejado del clásico galán que por sus dotes actorales. Es así que solo obtiene pequeños papeles en comedietas y obras teatrales intrascendentes. Por esa época (de los veinte a los treinta) llamada La Gran Depresión, el sobrevivía jugando ajedrez por cinco centavos la partida. Con el tiempo sería uno de los miembros de La Asociación de Ajedrez de su país.
Bogart mirando más el beneficio de su carrera como actor que sus sentimientos, decide casarse con una actriz en ascenso: Helen Menken. Nadie daba demasiado por esa unión, y al año sucedió que lo pensaba la mayoría. Sin embargo en el año 1928, reincide con al famosa actriz Mary Phillips.
Luego de penar en diferentes papeles de teatro, e inclusive una olvidable primera incursión cinematográfica (los estudios estaban desesperados buscando actores de teatro, pues el sonoro requería de voces potentes) llegaría su primer gran papel, reconocido por el público y la crítica. “Petrified forest” (El bosque petrificado) dónde encarnaba a un asesino vicioso. Debido al éxito se realiza la versión cinematográfica, obteniendo otro gran éxito. Debido a ello se lo encasilla en el rol de gangster pero en películas que van cimentado una sólida carrera.
Llegarían entonces “El halcón maltés”, dónde sería Sam Spade, y en otro arquetipo del investigador privado incorruptible: Phillip Marlowe. La película “El sueño eterno”. La mujer Lauren Bacall. La mujer de su vida. Con quién compartiría además “Cayo Largo”, “Tener o no tener” y “Pasaje oscuro”.
“Tener o no tener” era una especie de “Casablanca” con ambientación tropical. Lo que hacía que se sostuviera dicha película, era la tensión sexual y la química de Bogart y Bacall. Yo recuerdo con especial delectación, una escena de una de esas películas dónde el galán maduro y recio, con especial ternura, le enseña a silbar a una Lauren Bacall jovencísima, que disfruta del juego como si estuvieran fuera del set.
Luego Bogie se probaría en la comedia: “No somos ángeles”. En la comedia romántica con una protagonista mucho más joven con Audrey Hepburn, y una contrafigura masculina como el ascendente William Holden. La excelente “Sabrina”.
Ya había ganado un Oscar por su interpretación, junto a Katherine Hepburn, en “la Reina Africana”, de su amigo John Houston, con quién, entre otras, había filmado “El tesoro de Sierra Madre”.
Es así, que antes de morir consumido por un cáncer de esófago, nos entregó un duelo actoral con Frederic March en “Horas desesperadas”, dónde interpretaba a un ex convicto, tal vez el más humano en esa jauría humana que tomaba de rehenes a toda una familia. El gesto de dolor de su enfermedad se fundía con su gesto de actor recio y viril.
Queda para el recuerdo el paranoico y desquiciado capitán de “El motín del Caine”.
Y por supuesto Rick Blaine. El dueño del “Rick`s American Café”. El hombre con su smoking blanco, con modos de hombre de mundo, que ocultan al rudo cantinero que se crió en las calles. El que sin importarle ni siquiera su propia vida (ni su felicidad) prepara la fuga del esposo de la mujer que ama. Y que además, decide dejar que ella lo deje por su propio bien.
Mientras se hace pantalla con la mano, enciende un cigarrillo con su mirada triste clavada en el avión que se la lleva para siempre. Un hombre de pocas palabras, íntegro y noble. Un hombre con el que no sería nada difícil dar comienzo a una bella amistad.


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