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Tras la niebla de la vida brilla la luz de la poesía
artículo [ Libro ]
Jorge Pimentel: En el hocico de la niebla

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por [NMP ]

2007-02-28  |     | 





A propósito del reciente poemario del peruano Jorge Pimentel, fundador del contestario Movimiento Hora Zero de los años 70.

por Maynor Freyre


Cuando hace unos treinta y siete años atrás los vimos entrar al bar Palermo del jirón Colmena de Lima donde reinaban los escritores, poetas y artistas de la denominada Generación del 50, con algunos huele guisos –como el que estas líneas escribe—que habíamos surgido en la década del 60, los bautizamos como los “Los poetas niños”, haciendo analogía con una reciente antología de poetas jóvenes sesentinos aparecida por esos días plagados de sueños aventureros y de compromisos políticos casi suicidas. Eran los parricidas del Movimiento Hora Zero, autores del impactante manifiesto “Palabras urgentes”, que andaban de la mano con sus contemporáneos de la revista sanmarquina Estación Reunida. Jóvenes hablantines y amantes de los pugilatos reales antes que verbales, obtuvieron un sitio precario en nuestras mesas o en las del Chino Chino, al frente. Pero como se dieran cuenta de que no encajaban del todo, armaron su propio barullo en el bar-chifa Wony de la calle Belén, prolongación del famoso jirón de la Unión limeño donde antes quedara el Palais Concert, cuyo rey indiscutido fuera Abraham Valdelomar y donde llegara el joven César Vallejo y otros conocidos intelectuales y creadores peruanos de principios del siglo XX.



Habían publicado su revista Hora Zero ese año luminoso de 1970 con el epígrafe “materiales para una nueva época” y un solo título principal: Perú: 70 POESIA. La portada iba ilustrada por un dibujo de Julio Polar (en realidad excelente ilustrador) bajo el logotipo; a la derecha de éste un dibujillo cuasi infantil de Juan Ramírez Ruiz con un círculo superior donde rezaba: “ellos no dejaron nada para la alabanza”; debajo Mario Luna había dibujado una escuelita rural con su jardín, su barda, su árbol y su chimenea humeante, al lado de la cual flameaba la bandera peruana; debajo José Carlos Rodríguez ensayó el lacerante busto de un sufriente hombre, al costado Jorge Pimentel dibujo bocabajo los monos de un hombre y una mujer desnudos, él diciendo en su globito “Poesía es poder” y ella “Poder es poesía” y al medio un niñito al que señalaba una flecha, que partía de un arco terminado en doble flecha bajo el cual se leía: “nosotros somos los que tenemos la RAZON”; Jorge Nájar hizo un apunte de una hoja y una flor.



Pero en realidad nosotros conocimos los poemas y los desafiantes textos horazerianos cuando apareció el Nº 7 de la revista Cantuta (Ediciones de la Universidad Nacional de Educación y dirección del poeta Manuel Velázquez Rojas, La Cantuta, verano 1971 / 72), la cual en la sección Artes y Letras publicó una separata en papel color verde bajo el título “El corazón del fuego: HORA ZERO”. La selección de Velázquez abarcaba once poetas y cuatro textos: el famoso “Palabras urgentes”, luego “La hora del creador ha llegado”, enseguida “Poder de la joven poesía” y por último “Pronunciamiento del Movimiento Hora Zero sobre cuatro puntos actuales”.



Jorge Pimentel

Y ahora sí nos metemos a la obra del autor de El hocico de la niebla (Ediciones El Nocedal, Lima, 2007). Pero para ello nos tomamos nuestras pastillitas de Kenacort y Valium 10 ( Ediciones del Movimiento HORA ZERO, Lima, 1970) leyendo “Amo esa cadencia de caballo”: Amo esa cadencia de caballo. / Amo esa cadencia de caballo que imprimo al caminar. / Amo mis muelas acabadas, mi nariz en punta, mi brazo torcido. / Correr como loco en busca de los últimos empleados burgueses / e incendiarse: a veces siento que el aire se me acaba y rezo. / Caminar con los soldados en los prostíbulos / caminar y siempre ser visto, es extraordinario. El libro contenía, además de los desenfadados poemas, las antes citadas “Palabras urgentes”, firmadas por Jorge Pimentel y Juan Ramírez Ruiz, del que previamente aparecía un prólogo; luego venía “nosotros tenemos la razón, segundo manifiesto firmado ahora por Hora Zero, y finalmente la dedicatoria más larga que haya podido ver en libro alguno: abarca nada menos que once páginas. Y he citado el anterior poema porque en la selección de Manuel Velázquez aparece “Balada para un caballo”, poema insignia de Ave soul (Colección El Rinoceronte, Madrid, terminado de imprimir el 30/12/1973, Depósito Legal M. 33708-10973 – I.S.B.N. 84-400-67747), con la cual nos invitaba a volar el poeta español Félix Grande: “Gracias por este libro plural que habla un idioma único al que los antiguos le llamaban amor, gracias por arrastrar los pies y por morder los postes de la luz, por estar desesperado, por la elegancia sentimental que cuelga de tus exabruptos, por toda la ternura que encubre tu violencia y gracias por tu pánico y tus mendrugos. ¡Ave Jorge Soul!”. Para Roberto Bolaño, quien fuera amigo entrañable de Jorge Pimentel, la invitación a Ave soul es penetrar a un camino poético “con sus monólogos extraordinarios, como el ya citado de “El lamento del sargento de aguas verdes”... poemas que transitan de la telenovela al documental sociológico, del romance medieval a la revisión de la novela realsocialista, del manifiesto (como el magnífico “Camino pedregoso”) a la manifestación de alta cultura, haciendo suyo el hibridaje y el humor...”. Por estas calles camino yo y todos los que humanamente caminan / por esencia me siento un completo animal, un caballo salvaje /... / Atrás / van quedando millares de kilómetros y sigo libre. Libre / en estos bosques dormidos que despierto con el sonido / de mis cascos. Piso la mala hierba y riego mis orines / calientes, hirviendo en una como especie de arenilla. Se trata del prólogo a la segunda edición de Ave soul que escribiera el gran creador chileno autor de una antología universal horazeriana publicada en Caracas hace diez y siete años, donde figuran poetas peruanos, poetas infrarrealistas mexicanos y poetas franceses (HORA ZERO, la última vanguardia latinoamericana de poesía. Colección Ateneo Los Teques Nº 39, 2000, Estado Miranda, Venezuela).



Para 1983 Carta Socialista Editores le edita Palomino en momentos en que el Perú de desangra en una guerra interna. Ya no acompaña a este poemario nuevo de Pimentel ningún manifiesto, ni prologo de algún destacado escritor. Pero si lleva este poema epígrafe del mismo autos: Ser poeta es permisible hasta los 25 años. / Después eres loco, hombre peligroso, mátenlo. / Hemos asumido la adolescencia con adultez y la / niñez la hemos olvidado. En este país la muerte / es nuestra mejor amiga y hasta quiere rimar la / esperanza. Llevo tiempo en el oficio y como diría / mi compadre Manuel Morales, ser poeta en el Perú / no se lo recomiendo ni a Superman. Dos palabras / me resumen todo, absolutamente todo; tengo miedo / y hay que luchar. Lo demás es Palomino. Y él mismo escribe el colofón con otro gran poema: Nunca tuve nada / mi niñez fue la boca feroz / de cobros y recibos /. / La adolescencia / poner fuerza a mamá / para proseguir, vivir. / No conocí la felicidad nunca. / Conocí la envidia, la mentira, / la hipocresía: barbarie, coima, / pendejada, muerte, burguesía. / Entonces fui poeta.



Lluvia Editores lanza Tromba de agosto con fecha de 1992, aunque luego de múltiples avatares la verdad es que recién apareció en 1993: el infeliz paquetazo fujimorista afectó su proceso de edición. Por eso Pablo Guevara había escrito en el prólogo: “Setenta años después de Trilce y cincuenta años después de Poemas humanos, aparece intempestivamente un libro que hace olvidar de golpe todas las otras poesías. Tanto las públicas como las privadas, las épicas como las intimistas. / Con Tromba de agosto todo parece recuperar por fin la normalidad, la poesía vuelve a ser lo que siempre fue: acción poética instantánea y / o acción dinamitadora de un orden por decir lo menos maldito”. En Tromba de agosto no se trataba de una denuncia social, de algo panfletario. Se trataba de un poeta –Jorge Pimentel— que había arribado al manejo de un lenguaje –de su lenguaje poético— cargado de neologismos y juntapalabras, armando un mundo propio, abriéndonos la puerta de su propio infierno y enfrentándonos al nuestro.



Art Lutrec Ediciones saca a luz en julio de 1997 una especie de respiradero poético que Pimentel guardaba celosamente desde 1974: Primera muchacha. Poemario escrito en una de las mesas del bar Cordano luego de haberse quedado desocupado, sin otro empleo que el escogido por él para toda su vida: el de poeta.. Poema integral, escrito de corrido, sin puntuación alguna, de un solo tirón. Para Tulio Mora, autor del prólogo al libro, éste “aparece instalado en lo que cada vez con mayor certeza parece la curva final del abismo social en que vivimos los peruanos; instalándose y exigiendo desde el pozo sin fondo (y sin forma) el derecho a la vida, al amor”. Se trata de un poemario dedicado a la solidaridad, a la amistad, a cierta esperanza de recuperar la esperanza.



Ahora tenemos en nuestras manos En el hocico de la niebla, un poemario mayor, más maduro aún que Tromba de agosto, donde lo augurado por Félix Grande: “Estás perdido muchacho, ya no vas a dejar de sufrir. Como Vallejo –nuestro Vallejo—que asoma de vez en vez entre tus páginas su testa popular...”. O como dijo Roberto Bolaño: “En Tromba de agosto Pimentel parte de Vallejo... y llega a una zona oscura en donde intuimos se agitan bultos que son seres humanos... están allí, como figuras de un mural gigantesco, y lo único que nos comunican es el horror”. O como sentenció Pablo Guevara: “Vallejo como Pimentel frente a sus obras jamás se han enredado o visto envueltos en rosquetadas y pendejadas. Han escrito de la única forma y fondo que supieron se debe escribir: desde la crueldad de la palabra sin paraísos ni tierras prometidas. La palabra sola de soledad y desnuda del huérfano de todo, cuando el Hombre-dios lo ha abandonado.” O como acaba de escribir respecto al último poemario de Pimentel el crítico Ricardo González Vigil: “Resulta ilustrativo el contraste entre Tromba de agosto y En el hocico de la niebla: aquél guarda afinidades con los Poemas humanos, éste con Trilce. Además de la orfandad, comparten la escritura densa, hermética, ricamente sugerente. Y, si bien abunda el clima negativo (“la niebla”), ambos enarbolan la esperanza y confían en el poder de la poesía”. Para quien estas líneas pergeña se trata de un deshabillé almático, como cuando confiesa: Ahora soy un poeta sentado/ esperando la compilación. / Allí, / solo / me purifico (“Ahora soy un poeta sentado”), para proseguir abriéndose como una flor entre la niebla: No sé en rincón están mis libros. / Dónde están esos libros escritos a pecho limpio. / Sin auroras, sin nadie. / Están en un ropero, / esperando, / esperándote. ¿A quién, a la inevitable, a la ineludible, a la que de todas maneras llegará con o sin aguacero, la que entre la niebla ha de abrir su horrible hocico para tragarnos, quedando el sendero totalmente a oscuras a pesar que hicimos de todo para iluminar los pasos de la humanidad? No, porque: Su vestido de gasa volaba / como un reno alegre en primavera. // Sentía su respiración de melocotón, / y su sonrisa, tan cierta y apasionada / de trébol de cuatro hojas / inundaba todos mis sentidos. (versos finales de“Memoria de una estrella acurrucada en una col”, poema con que termina el libro). No nos pongamos entonces lúgubres, que el extraordinario Jardín de uñas (poemario que he leído hace ya quince años atrás) llegará pronto a nuestras manos, como lo tiene anunciado el poeta, junto con otros dos poemarios más. Por ahora, para quienes vivimos la poesía en verdad valiosa, disfrutemos de esta joya titulada En el hocico de la niebla.




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