Biografía Beatriz MARTINELLI
Soy argentina, nacida en Buenos Aires donde vivo.
Profesora Superior de Dibujo y Grabado y Profesora de Pintura.
Escribo desde el año 1998 y comparto el arte visual y el arte de las letras, no sólo por una necesidad personal sino también porque es un un importante medio de comunicación.
Internet me dio la posibilidad de conocer y que me conozcan ; el camino es tan amplio e incomensurable que sólo me ocupo en caminarlo, sin preguntarme a dónde llegaré.
Beatriz Martinelli
EL OLOR DE LA MADERA
El olor a madera noble me lleva a su largo taller. Proporcionalmente grande a mis pequeños años .
El lustre, los clavos, los serruchos colgados por tamaño.
La cola en el caldero siempre caliente.
Las maderas heroicamente estacionadas, despedían un perfume añoso y bueno.
El aserrín dorado y fino donde me gustaba hundir mis pies, aún desafiando la mirada adusta de mi padre.
La viruta de diferentes tonalidades, agrupadas en los rincones, esperando la escoba que haría de ellas, fuego para las tardes de invierno.
Los bancos de trabajo con los formones prolijamente ordenados y la morsa convirtiendo un simple elemento inanimado, en la más temible de las bocas.
El maravilloso mueble con montón de cajones, que guardaban celosos, cajitas con alhajas adentro: figuras en bronce de diferentes tamaños, filigranas doradas para adornar los muebles.
Caminar en medio de la penumbra del Taller, dónde la luz se filtraba por claraboyas, era entrar en un mundo de fantasía, sólo de hombres rudos y risueños, la música de alguna canzoneta, tarareada como al descuido.
Empujando una puerta se llegaba al paraíso escondido, lleno de flores, luz y frutos.
Así como los formones y herramientas estaban ordenados minuciosamente, así del mismo modo las cañas que sujetaban las plantas de tomates, rojos y fragantes; las hileras de lechugas por especie: la morada, la criolla, la escarola.
Los árboles de duraznos y pelones como en la huertas de Van Gogh, pero en menor cantidad.
Algo se destacaba en ese orden, era el agrupamiento de matices y tamaños de las dalias.
Ellas no necesitaban ningún orden y enamoradas unas de otras mezclaban sus colores formando matices y jaspeados diferentes.
Ya no hay olor a madera noble, no hay calderos , formones ni tornillos.
No hay Taller ni paraíso, las torres ocuparon su lugar y la Galería Paris en Acoyte y Rivadavia. seguramente custodiará en sus cimientos, algo del color de la viruta y la voz de una canzoneta al descuido.
Beatriz Martinelli
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