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“Prensa vendida”
ensayo [ ]
Juego de ojos Compilation: Juego de ojos

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por [MAGSA ]

2008-09-25  |     | 





En 1968 viví como incipiente periodista el gran movimiento juvenil que sacudió al país aquel año en que vivimos en peligro. De las consignas de esas jornadas hubo una que sobresaltó mi entonces impoluta inocencia profesional: “¡Prensa vendida!”
No alcanzaba yo a comprender el significado profundo de aquel reproche lanzado una y otra vez por multitudes que rebosaban las avenidas defeñas. Las mantas, los puños en alto y la expresión colectiva de encono me sumían en un estado de confusión. Pero más temprano que tarde abrí los ojos a una dolorosa realidad de nuestra noble profesión: demasiados medios están al servicio del sistema y alejados de la ciudadanía a la que dicen servir.
Durante años me agobió la sospecha de que entre el diarismo sucio del mundo, el mexicano ocupaba un lugar no menor. Con el tiempo comprobé que en todas partes el llamado “cuarto poder” se engolosina con la misma presteza que el primero, que el segundo y que el tercero. Lo que Robert Michels escribió acerca de la concentración de poder en la dirigencia de los partidos políticos en 1911, tiene perfecta aplicación para las organizaciones informativas: acumulación en la cúpula y desplazamiento de la militancia (audiencia). Sin distinción de nacionalidad, credo o raza.
En un muy documentado libro, “The Trust”, se revela cómo el venerado New York Times mantuvo en reserva la información del Proyecto Manhattan para desarrollar la bomba atómica a cambio de la “exclusiva” después de que el artefacto fuera empleado. En anteriores ediciones de la columna he comentado que en los años de la guerra fría, respetados y respetables editores del primer mundo de la democracia llevaban sus artículos al escritorio del asesor presidencial Schlesinger quien a su vez compartía los más “duros” con Kennedy para “suavizarlos” antes de su publicación, lo que evoca la escena de “El Padrino” en donde uno de los jefes de la mafia exclama satisfecho: “Por fin… ¡un gobierno amigo con el que se puede hacer negocios!” El cine ha recogido numerosos episodios verdaderos, entre ellos “Buenas noches y buena suerte” y “El informante”.
Hace poco di con el que puede ser el ejemplo señero en esta materia. La confirmación de que en los más albos castillos de la pureza puede haber una cloaca y muchos esqueletos en el ropero. Hablo de The Atlantic Monthly, la gran revista liberal fundada en 1857 por Ralph Waldo Emerson, Henry Wadsworth Longfellow, James Russell Lowell y Oliver Wendell Holmes (¡acervo de pedigrí literario pocas veces visto!) que a lo largo de su centenaria existencia ha publicado firmas que son las joyas de la corona de la inteligencia, la razón y el conocimiento. En una antología se pueden encontrar la “Carta de la cárcel de Birmingham” de Martin Luther King, Jr., el ensayo “Ventanas rotas” de James Q. Wilson y George L. Kelling que cambió el paradigma de cómo se hace cumplir la ley, y el profético artículo “La raíz de la ira musulmana” de Bernard Lewis que anticipó el peligro del extremismo islámico a Occidente, además de Kipling, de Mark Twain, de Tagore, de Frost o del encuentro de la poesía y la política que nos regaló Archibald MacLeish y que reseñé ampliamente en este espacio.
En junio de 1938, tres meses después de que el gobierno del general Cárdenas expropiara la industria petrolera extranjera, esta casa de la virtud publicó un número extraordinario: “The Atlantic Presents – Trouble Below the Border – Why the Mexican Struggle is Important to You” (The Atlantic presenta – Problemas al sur de la frontera – Por qué la lucha de México es importante para usted) que de acuerdo a personajes de la época, entre ellos el embajador de Estados Unidos en México, Josephus Daniels, y don Jesús Silva Herzog, fue una de las más extremas muestras de la villanía de la prensa a cambio de treinta monedas.
Es una revista de 64 páginas tamaño carta en cuya portada, sobre un fondo rojo, se ve la fotografía de un anciano campesino mexicano, cual imagen de la pobreza y desesperanza. En páginas interiores, una colección de artículos y cartones recopilados de diversas publicaciones (¡ni una de las “grandes” firmas de la casa aquí!) con un común denominador de contenido: los mexicanos son traicioneros, ladrones, despilfarradores, ingratos, desleales, tontos y negros. Su capacidad de razonamiento es inferior a la de otras razas por la dieta de maíz con la que históricamente se han alimentado. La legendaria flojera e indolencia del mexicano es consustancial a la imperfección de su catadura. Es una tribu incapaz de gobernarse a sí misma, que debe ser colocada bajo la tutela de un pueblo superior. México como país carece de credibilidad. No tiene ni los recursos ni la voluntad para pagar los bienes petroleros que robó bajo el disfraz de una “expropiación”. Esta son apenas algunas de las lindezas enderezadas contra nuestra nación. En una edición posterior de JdO abundaré sobre temas particulares.
Fue The Standard Oil Company, una de las empresas expropiadas por el gobierno de Lázaro Cárdenas, la que ordenó y pagó la edición del panfleto como parte de una feroz campaña de propaganda antimexicana diseñada para primero desprestigiar y eventualmente crear las condiciones para la caída del gobierno cardenista. Instaló lo que hoy llamaríamos un “cuarto de guerra” en sus oficinas del Rockefeller Center en Nueva York, operado por el publicista más agresivo de la época, desde donde se dirigió el cabildeo en el Congreso, en la Casa Blanca, en los departamentos de Estado y del Tesoro y ante gobiernos extranjeros, para apuntalar la idea de que México debía ser invadido y sus campos petroleros colocados bajo resguardo militar para garantizar que la felonía mexicana no pusiera el combustible en manos de las potencias del Eje.
La campaña tuvo un gran despliegue en la prensa. Periodistas profesionales fueron comisionados para viajar a México y mandar reportajes desfavorables. En la capital de la República se financió un periódico, El Economista, que se especializó en propalar que la crisis del país era consecuencia de la expropiación. Aparentemente diarios mexicanos anticardenistas fueron subvencionados. Se editaron folletos en español e inglés que atacaban la validez jurídica, económica y ética de la medida.
Pero ninguna de estas acciones –al fin propaganda-, se equipara a la edición de The Atlantic. Entendamos: esto no fue una maquila. The Atlantic vendió, y The Standard compró, la credibilidad y prestigio de una revista que era ya una referencia del periodismo responsable, objetivo y democrático. Tuvo además el agravio de que fue presentada como el primer número de una serie, misma que hasta donde he podido averiguar, nunca tuvo continuidad.
Según el recuerdo de Daniels en sus memorias, “Diplomático en mangas de camisa”, en 1938 la revista pasaba por graves dificultades económicas y Edward Weeks, el entonces editor, se vendió por una cantidad que debió haber sido muy considerable. Huelga decir que en el número, digamos, “normal”, correspondiente a junio de 1938, no hay una sola referencia a la expropiación. Pero varios números después, sin dar contexto alguno, publica un artículo titulado “La defensa de México” que alude a las razones que tuvo México para nacionalizar el petróleo. ¿Cargo de conciencia? No lo sé. Weeks murió nonagenario y santificado a principios de los noventa y aparentemente nunca se refirió al hecho, uno de muchos episodios de una guerra hasta hoy poco conocida: la de propaganda en torno a la expropiación petrolera.

Molcajeteando…
Entablé correspondencia electrónica con los actuales editores de The Atlantic para obtener un comentario o una entrevista. En los primeros correos dijeron no tener conocimiento de tal publicación y que desde luego no había nada ni remotamente parecido a “The Atlantic Presents” en sus archivos. Les mandé copia de la portada y la referencia de la biblioteca del Congreso en Washington en donde hay, gracias a dios, un ejemplar. La respuesta, pasados algunos días, fue que era política de la casa no comentar sobre acciones (pecados digo yo) de pasadas administraciones. En 1994 el director gerente Cullen Murphy presentó una historia de la revista: es un evangelio que haría sonrojar a Juan. En ninguna parte se menciona este episodio.
Profesor – investigador en el Departamento
de Ciencias sociales de la UPAEP – Puebla.
[email protected]
24/09/08

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