Por el agujero de la punta del calcetín, el dedo gordo se asomó.
Él dijo: - les advertí, les advertí-. Y disparó. El dedo gordo quedó destrozado.
Fue al médico con el pie bañado de sangre, mientras rengueaba se repetía una y otra vez: -se los dije, se los dije-.
Al médico le explicó: -vea doctor, no fue un impulso, ya estaban avisados, que al que intentara escapar la pasaría muy mal-. Y siguió diciéndole: -esta mañana sucedió. Vi el hueco, sabía que intentarían algo hoy. Así que, cuando puse el pie en el calcetín, esperé que lo intentaran. Y fue este, el gordo, el que se asomó. Yo lo esperaba apuntando con el treinta y dos y cuando apareció le reventé la cabeza-. Y como quién no quiere continuó comentando: -los otros se arrugaron y quedaron quietitos. Lo sentí por él, que sé yo...tantos años juntos. Pero le aseguro que ninguno más intentará escapar. Con esta pobreza, si uno no se pone con mano dura, comienza la anarquía-.
El doctor lo miró y solo atinó a decir: -...aaah...