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T592 Aquellos tiempos
personales [ ]

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por [sacanueces ]

2005-12-10  |     | 





En aquellos tiempos, dicen, cuando se sucedió el fuego, unos pies se le acercaron. Quedaron ahí, junto a él, contemplándolo, luego otros y otros fueron llegando, hasta que muchos se le arrimaron. Eran los pies de los hombres. Los hombres, los que vivían en aldeas. Ellos quedaron sobre sus pies rodeándolo.
Cuentan que ese día no cazaron. Nadie se movió, todos lo miraban con asombro.
Uno de ellos, de los hombres, al que el calor le había penetrado por sus pies hasta llenarle las entrañas, sintió deseo de hablar y habló. Usó su voz para la palabra, no para el grito de guerra ni el murmullo de caza ni imitación de los animales, aullidos o gemidos ni maldecir ni el alarido del dolor. Soltó la palabra y contó. Contó lo que desde siempre había deseado contar: su encuentro con el gran ciervo blanco, el que alguna vez le salvó la vida cuando cayó por los peñascos, el que voló por los aires y en el cielo se perdió. El que busca y seguirá buscando. Contó y todos los hombres aldeanos lo escucharon con sus bocas abiertas y sus ojos asombrados. Todos juntos a ese fuego que entraba también en ellos y sentían deseos de contar. Y hablaron, ellos también hablaron contando y contaron cosas que nunca se habían contado. Ahí se dieron cuenta que al contarse se miraban los unos a los otros, caras, ojos, bocas, gestos, manos, hombros. Se dieron cuenta que estaban juntos y sin pelear, que aquel era Ophix, el hacedor de las hachas y el otro Tour el gran arquero y más allá estaba Gran Cuerno el de la fuerza descomunal y Malika la tejedora, la de manos de sol.
Los niños y los ancianos se sentaron junto al fuego, escuchaban los unos, contaban los otros. Las mujeres, una en una fueron buscando ramas y más ramas para mantener el fuego, alimentarlo y cuidarlo.
Los hombres contaban historias fantásticas, de lugares remotos, de mares y desiertos entendiendo que se entendían. Se entendieron y unos les contaban a otros y otros a otros más, a varios más y comenzaron a conocerse los aldeanos, hombres mujeres, ancianos y niños e hicieron acuerdos.
Ya pasado muchos días los hombres se turnaban para seguir con la caza y regresar al fuego para escuchar y contar. Y los ancianos contándoles a los niños y ellos escuchando y las mujeres buscando ramas, alimentando el fuego. Así se siguió sucediendo..
Dicen que desde aquellos tiempos, hasta el hoy, se mantiene el fuego encendido en el universo, para seguir contándose y escuchándose los hombres, para seguir conociéndose e ir descubriendo el alma que habita en la palabra.

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