Mapa de la siesta.

Los sueños arrastran sus pecados
como carros de plomo
entrando en el reino del vapor/
con el color calcinado/
improvisando el sol que raja el horizonte
en esta acidez de áfrica dormida
coronada de espasmos y sopores.

Duramente arrastran sus pecados
de pies espantados por la danza/
recrudecen el carcañal herido
y los dedos al pairo
que ofenden la mirada/
se incendian/ aves de rabia /
sobre el tramo caliente
que dispara anatemas como perdigones.

El aire se levanta en electrodos/
chispas de ayes espasmódicos
que revientan los hastiados nenúfares.
Son navajas cortando el acero de la hierba
ablandando los verdes asustados
aplastando caracoles y gusanos.

La tierra es un piano aporreado
por dedos desquiciados/
por marionetas que salen disparadas
desde los enjutos cáñamos.
En el tercer cuadrante/
en los siete fundamentos/
la piedra filosofal
desangra capítulos cerrados.

Las torres ruedan en su escaque
aplastando miniaturas de acertijos
diminutos acueductos/
jardines con minúsculos estuarios
donde crecen peces torpes y cansados.

El fósforo emblanquece sin remedio
el desierto de algodón/ se incendia
desde juncos virulentos
gladiadores de cuerpos quemados/
y un motín de ofrendas olvidadas
inaugura la ola que ensordece.

Con uñas llamadas a romper cadenas
los fantasmas heridos de luz
matizados de veredas
y puentes de aluminio con ahorcados relucientes/
divinizan el pan
endulzan las hostias de plomo
y se apresuran a encerar las cometas de la tierra
endurecidas por un As de bastos.

Entre las arenas sembradas de insectos
en el geométrico andar de las distancias/
las sandalias homéricas regresan al esparto/
ilustres chanclos sofocados
errantes zapadores de castigos feroces
corren atrapando insectos
pequeñas muertes y relojes.

Levantan el polvo que nubla
el desnudo de las playas
los sarcófagos envenenados/
bailan/ ánimas de clones imposibles
con la tierra a flor de nadie
con la pubertad abanicada en pleno lance
de fabricar con otra huella
sobre el aire caliente de un nuevo planeta.

El edén se enreda en su olvido
redimiendo a los pozos del insomnio
donde cae/ vertiginosamente/
la búsqueda implacable.

María Eugenia Caseiro
27 de enero de 2005