Este muro aprisiona mi poema
y en el ámbito sólo se escuchan los gritos del rehén
confinado en el reducido perímetro
sigue clamando por un ariete;
necesita profundizar esa brecha
hasta sonreír en diáfana libertad.

Únicamente brilla un skylight
una claraboya allá en lo alto de la cúspide
y se encuentra sellada por una puerta,
que en las tardes impide tomar el fresco de la azotea
a veces anhela rescate desde afuera
quizás el rumor de algún helicóptero
apareciendo como dádiva celestial;
pero es inútil... el silencio se extiende por doquier...

¿Dónde está el beso de la novia primera?
increíble respuesta revienta mi oído,
mi alegría la consume el calor del trópico
y agonizo envuelto en una sed sin cantimplora
me asalta la inquietud de aquel filósofo
que buscaba amistad en Inter Pares.

Mi poema continúa prisionero en el muro
para reventarlo necesita munición perforante,
o algo intrépido que invente un boquete
necesita acariciar el hálito del ciprés
y la lágrima oculta de aquella estrella;
que de noche lo consuela desde la claraboya
en su desespero le implora al obús
para romper la costra metálica
y el arco perfecto del paréntesis
que lo encierra entre dos fuegos.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia