El Capital rompe los bolsillos del viejo Carlos
y huye su propiedad privada,
se enredan las luengas barbas de apóstol
en una epístola que le produce mareos a la Historia;
este indómito judío con trazas de teutón
atesora pétalos de convólvulo
y extrañado descubre jazmín en la alforja.

Aquella fragancia también embriaga a Tomás
desde su ínsula utópica afina el lóbulo,
y busca luz para su girasol
el párrafo bíblico dice que el que no trabaja no come
si el grillo duerme en los laureles
lo esperan el ciempiés y la tarántula.

El viejo Carlos en compañía de su amigo Federico
ahora vagan en el más allá sin rumbo,
sorprendidos observan la órbita de los astros
que giran sesgados buscando una revolución más fina
para olvidar el choque prehistórico;
que hace milenios los hizo sumergir en el
frío
mientras vagan por aquel desierto anhelan un florín
para llenar la cantimplora de líquido fresco,
y cuando rayaba la hora del crepúsculo
en sus bolsillos florecía un lirio rojo.

Pasmados buscan en aquel sitio algún teléfono
con el deseo de informar a sus huestes el suceso,
y sólo escuchan la acústica que se prolonga hasta la tierra.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia