Un áureo plenilunio caía sobre el bosque de mirtos
y los cónsules galoparon burlándose de la espesura,
los destellos del rojo cereza
escapados de algún monástico mocasín;
vertían luz sideral
y esos rayos luminosos también eran el reflejo
de la ecléctica respiración de las astromelias.

Barones de capa verde esmeralda
que tienen como única misión,
enderezar la espalda conmovida
hacían suspirar las herraduras de los corceles
bajo la luna llena.

La grandeza de ánimo los impulsa para la administración del aliento
y ante tanta tierra estéril;
son el guano fértil esparcido en la estepa rasa
y apartándose de las sangrientas acrobacias,
realizadas por el circo aéreo
de cualquier Barón Rojo
rechazan la ávida codicia del legendario barón báltico.

Las cintas que ciñen sus blondas sienes
brillan como simbólicas coronas,
que hacen reminicenscias de jóvenes heroicos del pasado
el rosado quitasol abierto en una isla resplandeciente
reclama las bordaduras del encarnado sayal;
zurcido en las costas de Ceilán,
y próximas al círculo polar ártico
las estrofas idílicas de su poema
reclaman los artísticos detalles
de un bordado lapón.

Los idus de marzo
trajeron una insólita brisa de otoño,
capaz de alborotar las vestiduras regias;
la capa púrpura se convirtió en un velamen al viento
huracán que hace girar las cimitarras
como aspas de molinetes;
barones de capas teñidas de carmín
hicieron jirones la capa teñida de babélicos colores,
y la corriente del Rubicón
arrasó los mirtos de la colina.

El correo envía de súbito
la viñeta impresa en la estampilla,
allí sonreía Alejandro Magno
y su sonrisa filatélica iluminaba
aquel ámbito a través de la gótica vidriera;
anunciando que los grandes hombres fueron los antiguos
y una libélula roja brillaba en su escarapela.

Barones de capa verde esmeralda
transportan los retoños de la esperanza,
y los siembran en la tierra negra
donde rebosan las ánforas de fertilidad...
Por eso siempre será verde el color de sus mantos
y bajo la sombrilla del pino real,
la itálica túnica ciñe al guía de la indómita cuadriga.

La toga bordada de estrellas
resplandecía teñida de turquesa,
y entre el ángulo que forma la sombra del ciprés rojizo
la silueta de un barón señero,
despierta a la tarde adormecida
y se interpone ante la noche apresurada;
la capa teñida de bermellón atípico
sacude la robusta energía de sus hombros
y con determinación de macho joven
afirma que Julio César puede ser su padre...

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia