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POEMAS DE ERNESTO R. DEL VALLE
poemas [ ]
BREVE ANTOLOGIA

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
por [Ernesto R. del Valle ]

2014-10-07  |     | 



Del libro MIS GUERRAS Y OTRS BATALLAS.

ORDEN Y CONTRAORDEN

Ve pasar a una muchacha,
con el sol pintándole el cabello color trigo.
Ella lo mira y sonríe
pero sigue su camino entre la gente.
Sus blancas piernas transitan el pecado
cuando la falda, a la deriva,
movida por el va y ven
de las caderas suben más allá
de medio muslo.
En la batalla de su interior
las órdenes son otras.
Deja de seguirla porque su figura
se desvanece en la distancia,
el aroma del cabello
forma parte ya del aire respirable
y sus pasos, ausentes pero firmes,
le resuenan estrepitosamente
en el centro del pecho.



PREPARACION COMBATIVA

Establecer mi punto de observación fue fácil.
todo consistió hacer que mis legiones recorrieran
el hermoso valle de tu vientre,
bordeara el pequeño cráter del ombligo
y luego continuar viaje
hacia los dos promontorios
que divisan hacia el Norte.
El instinto me indico tomar el de la izquierda
e hice subir sus empinadas latitudes
a beso limpio hasta donde un promontorio,
rosado oscuro detuvo mis pasos.
Mis tropas ocuparon allí su máxima altura
y desde esa posición
me fue posible otear, hacia al sur,
el podado bosque de ese monte de Venus,
de donde sospecha el alto mando,
se ocultan atrincheradas tus ultimas legiones
para el asalto final.




Del libro PAPELES ESTRUJADOS


EL SILENCIO DE LA SANGRE


¿No cabalgan ya los corceles de la tarde?
¿No vuelan hacia las torres mas altas las palomas?
¿No se funden en el cielo los acertijos de las nubes
y la mirada color nuez de los niños asombrados?

¿Condenado estoy al silencio de la sangre?

El silencio quema en los tejados coloniales,
arde en los arabescos
de las altas ventanas pero yo
voy por el ala de la sombra,
junto a Miguelito y su guitarra,
Luis con su sonrisa diplomatica
enarbolando su carisma de poeta
y Loredo midiendo sus pasos con cuidado.

Pero es en la franquicia del verano
donde los colores de mi ciudad
resaltan en plazas y parques
y por sus avenidas y estrechos callejones
se establece el silencio en suavisimas estancias.

En los jardines se desesperan las begonias y el jazmin suspira
por los senos de las adolescenes.

Es que el silencio de la sangre es propicio
a las celadas del recuerdo…



EL HOMBRE
1
(Décima endecasílaba y asonante.)
2
(Decineto endecasílabo.)

“Esos pies que lo traen y que lo llevan.”

1
La sangre que en las venas lo desgarra.
Estas alas internas que lo elevan.
Aquello que es, y unanime congrega.
Su aire mortal, y dosis de mortaja.

Viene con su infeliz hoja de parra
a ocultar lo de todos conocido:
la sombra del sexo en los concilios
del alma. Ese, señores… es el Hombre..

Vil inmundicia, drogas y temores
y en la voz, la mentira, el escondrijo

2
Mas yo estoy con el Hombre paralelo
a la salida del sol y de la rosa,
y deja su coraje en cada cosa
que hace en Paz, con amor y con recelo

En secular y solidario estruendo
Junto a la hembra de sutil estruendo
que por ella y junto a ella canaliza
el breviario de su vida en el planeta.

Es el hombre que ante todo es un poeta
Y compendio de la llama y la ceniza.




Del libro FABULAS PARA LEER DE TARDE


A TU PASO SE ABRIAN LOS JAZMINES
(A veintisiete años de la Leyenda)

Pasabas por mi lado sin siquiera
sospechar las lloviznas en mi pecho.
Siempre pendiente de tus primaveras,
me bebía la esencia de tus sueños.
Surgieron jazmines en tus manos
y en tus ojos sonrisas tan hermosas
que en el palio de todos los ocasos
confundiste el color de los aromas.

Hoy bebo tu crepúsculo en el vaso,
donde calmo la sed de nuestros años,
porque eres la razón que me permite
embriagarte de versos y locuras
admitir los influjos de la luna
y a tu paso abrirse los jazmines.




DIASPORA DEL HOMBRE

1
Cae la tarde sobre el hombre.
Le resbala sobre el lomo.
Se acomoda a las manos. Deja en sus dedos
el silencio de las nubes que pasan
y en su rostro una mueca de insatisfaccion.
Es la diáspora en los sustratos
de la humana apologia.
En si mismo el Hombre se revela
descubriéndose, iluminado y desnudo aún
de toda irreverencia, con la apatía de su gesto
en las miradas y, en los labios la huella del beso
de la muerte. La alquimia ensalivada del deseo.
El rictus final de la desolacion y el desamparo.

Junto a la tarde caen las hojas del almendro
mientras canta su himno solapado
la tristeza. El muñon del tiempo
aherroja sus cadenas con la tranquila
complicidad del minutero. En una radio cualquiera
se escucha un temporal de violines
y las dieresis puntuales de un piano
en La Menor. Mientras, cierras las páginas del libro
y te vas a madurar los frutos del rebaño.


®Ernesto R. del Valle




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