El antílope de ébano
desplumó las alas del viento,
y burlándose del cerrojo de hierro;
ceñía la corona de laureles
en el olímpico estadio.

La primavera de Turín
impulsa a la llama diligente,
a elevar hasta la superficie al submarino atómico;
con esa paciencia del animal de carga andino
acomete la titánica tarea
de arrancar del fondo del océano;
al pesado artilugio que su hermano no pudo manejar
cuando terminó extraviado en el Gran Chaco de la filosofía...
La débil mano de una fémina atenta
comienza a manejar una polea,
que sólo la mano de Hércules podía levantar;
y en esa difícil labor apenas recibe la ayuda
de aquel músico que compuso las melodías
del airoso León de Venecia.

Y para cumplir esa ruda misión
únicamente cuentan con notas sueltas,
esbozos dispersos al azar sin ningún horizonte claro;
-enorme peso jamás levantado por el músculo férreo del hurón hamletiano-
roja cápsula en la pata de una paloma mensajera
conteniendo en su interior
el acertijo de un código inédito...

Impulsada por el zumo ácido de esa lima gigantesca
la fémina decidida prepara encarnado portamonedas con brillo de charol,
donde caerán las pesetas de los valores en transmutación
y al final será monedero falso.

Las prímulas de una guirnalda
entrelazada con el rojo turbante de la filología hindú,
adornan el brillo limpio de la plata
que destella en una grifería cromada;
estas luces resaltan los laureles de la silla gótica
dibujando entre las verdes hojas un tulipán
-búcaro conteniendo pedrería de diamante-;
que nubla al áncora de rubíes del reloj dorado
y ese áureo brillo nada más aparece de forma fugitiva
en el otoño de los alerces.

No resultó tan fácil remolcar hasta allá arriba
-bajo el impulso de la primavera de Turín-;
a una mole volcánica, oscura y soterrada
que yacía hundida en el fondo del mar...
Y al final lo único que se asoma a la superficie
es la cúspide del periscopio del submarino atómico,
que hace chirriar a las poleas
y destroza los gruesos cables
cuando luchan por levantar su peso cósmico
se niega a salir de forma completa
a la agitada superficie.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia