Aquella meditación del sucesor de Einstein
revienta el témpano gélido de la cosmología,
agregando nuevos términos a los tratados.
Ese hábil científico inglés
de pensamiento prolífico,
rebasa los límites de la incapacidad física;
la silla de paralítico no es obstáculo para su íntegra visión
y entre la maraña de jóvenes galaxias
peina todos los rincones tratando de hallar
algún rastro del cosmos preadámico.

Su cuerpo está atrapado en heroico duelo
y su mente vuela más alto que el águila,
con terca resolución
desafía a la debilidad congénita
y la ardua batalla con el agujero negro;
le ayuda a descubrir que las lágrimas de las rosas
vertidas por la ausencia del rocío,
son las mismas lágrimas de las estrellas
vertidas a través de la noche oscura...
Pero el rosicler restaura los pétalos de las galaxias
y detrás de cada estrella sonríe un ángel...

Aquella meditación del sucesor de Einstein
renueva los pétalos de la cosmología,
y más allá de la parálisis del cuerpo
su mente se eleva como un bólido astral
hasta alcanzar en algún jardín del cosmos
las llaves de la noche
que abre las puertas de la aurora
a la inefable fragancia
de la botánica sideral.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia