La filosofía de Schopenhauer no excluye necesariamente a Dios. Meramente no lo incluye.
Dios sería allí el fin de la voluntad y el único alimento que la sacia. Nicolás Gómez Dávila


La máquina que descifra los códigos
de la filosofía áspera,
brillaba en manos del viejo solitario.
Su aspecto de náufrago olvidado
era lo que le imprimía ese sello
de anciano misógino encerrado en la medianoche
de su criptografía.

Los émbolos de aquella máquina
giraban con ritmo frenético,
a través de la ágil manivela
que aquel filósofo hacía girar sin reposo;
rasgando el cifrado rotatorio
saltaban las cifras del cálculo binario
que convertía números en letras.

Así desenredaba el ovillo
de la representación del mundo,
como fenómeno óptico;
casi ilusorio y sólo visible
por medio de la voluntad férrea;
-tapiz monárquico en el salón de la libertad-
obligando al engranaje mecánico
a balbucir respuestas rápidas
en medio del desierto
salían rígidas con tesón de hierro.

Aunque no incluye a Dios
Dios sería allí el fin de la Voluntad,
pues todo ese montón de respuestas
arrancadas del engranaje mecánico;
quedarían sin una base sólida
apenas sostenidas en el cieno
y su rigidez las rompería en pedazos.

Sólo Dios le daría el sustento
a esa voluntad que pretende sostenerse
en el vacío.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia