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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2005-11-04 | | Inscrito en la biblioteca por Nicole Pottier
Traías en el viaje la tristeza mortecina entre las hojas blancas,
el obstinado desprecio. La memoria hurga por los altos exilios. El gato busca espejos que devuelvan la ignorante imagen de un gato por tumbas infantiles. Allí está el breve pozo borrando los tiempos del que no podrá salir de su lastimadura. ¿Hubiste de herir a quienes te aborrecen desde el origen, de alzar la voz inmensa como estruendo de muchas aguas? Un cántaro de alfarero, verdoso, al pie de la columna, detiene una edad de ultraje y delirio. Moran en mí los restos de sangre que he llorado con la cabeza devorada entre las flores. ¿Dónde ha de estar el sueño dividido en este dédalo para que el cuerpo salga? ¿Nunca el amor no confesado entre los hierros? Son lápidas quebradas por el rayo, nichos de la ardida fiesta, inmensos pabellones. Atrás quedaron las zonas de plegaria cuando los habitantes del claustro apartan la corona. Era el águila. Era la piel seccionada en medio del estruendo. Era el resplandeciente. ¿Cómo perderme ahora sin un sosías, sin un escolta, sin el minúsculo alabardero, protector de la noche? No entenderán quienes gritan a sus víctimas como si gritaran en un sueño aún más ancestral que los perdiera. Lenta fetidez cayendo por la boca, madurando eterna su llaga y su ostracismo. Antes de llegar a la sed fuiste bisonte. Enseñoreado de la sabiduría de las piedras, feroz era el sello de tu absolución, tu acatamiento a las leyes de una flor celestial hecha de espinas, de consagrado azote por los imposibles. ¿Y siempre encuentras la miel en la boca de este infierno? ¿Y llamas al taumaturgo y lo bendices en nombre del crucificado? ¿Y oyes el himno jubiloso hundido en tu garganta? ¿Y alcanzas el áncora de quemada devoción quitando los peligros? Porque allí sólo hay dolor, madre de los desamparados. En la parte del día que nadie ya pronuncia cierran la herida (su vicisitud más evidente) con aguardada derrota. El pelaje se hiela bajo el sol, recela torpemente hasta el sueño que lo anonada. ¿Pero qué hombre sin nido vienes engendrando? ¿Recuerdas en la cima del mundo todo el viento, el único que nos salva del peso de la historia y de seguir siendo un poco más de impaciente polvo enmarañado? Desde tu nacimiento hubo un cielo parecido a un jardín.
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