Hoy quiero confesarte mi cariño,
hoy quiero confesar mi gran amor,
amor incomparable, amor de niño,
amor sincero, puro, sin temor.

Llego a la casa y te veo atareada
con nuestros tres hijos que van a dormir.
-¿Qué pasa, amor mío? Te veo cansada,
y tu dulce beso empiezo a recibir-.

No hay queja en tu alma, lo dice tu mirada,
así me demuestras tu más grande amor,
lo veo en tus ojos, estás enamorada
de la hermosa misión que te dió el Creador.

Te ayudo, amor mío, atendiendo al pequeño,
que juega en su cuna y no quiere dormir,
Al fín, ya cansado, se entrega al sueño
después que nos hizo muy alegres reir.

Tus ojos me dicen que estás agotada,
te tomo en mis brazos y un beso te doy.
-¿Recuerdas? -me dices ya casi cansada-
¿Recuerdas cariño el día que es hoy?-.

-¡Claro que me acuerdo! -respondo al instante-
y por eso ahora te invito a cenar
para recordar que hace un tiempo distante
nuestros corazones se empezaron a amar-.

Muy abrazaditos fuimos a sentarnos
bajo el viejo roble de nuestro jardín
y la hermosa luna empezó a alumbrarnos
como a la casita nuestro celemín.

Te miro... me miras, y acerco mis labios
a los labios tuyos que saben a miel.
-Amor -me comentas- tus besos son sabios
porque ya conocen todita mi piel-.

De pronto iniciamos el hermoso viaje
por el mundo ignoto de nuestra pasión
y tu cuerpo bello se torna en paisaje
que observan mis ojos con mucha atención.

Tu cuerpo se trenza como enredadera
con todas las fuerzas que te dá el placer
en el cuerpo mío que amoroso espera
sentir el disfrute de nuestro querer.

Casi es medianoche, se oculta la luna
como respetando nuestra intimidad
y hasta el viejo roble en hora oportuna
mueve sus ramitas con toda bondad.

Todos los días de todos los años
son los más hermosos cuando existe amor
y aunque lo hagamos en sitios extraños
sentirás por siempre todo mi calor.
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Mariano Bequer.
Maracaibo, 14/02/06