Después de varios meses un hombre regresaba
al lado de su esposa... al lado de su amor,
cuando llegó a un sendero, muy tenue se escuchaba
a una triste campana tañendo de dolor.

Montado en su caballo estuvo recordando
que ella estaba muy sola y púsose a correr,
el caballo azuceno le dijo relinchando:
-No corras buen amigo, ya no la podrás ver.

Y cuando hubo llegado al borde del sendero
sus ojos observaron a su pueblo natal,
alzó la vista al cielo y entonces vió un lucero
que en silencio alumbraba esa tarde fatal.

Entrando a su pueblito, la plaza sola y triste
parecía decirle por qué lo abandonó,
también le preguntaba: -¿Por qué, Damián, te fuiste?,
sola estaba tu esposa... y sola se murió.

El hombre sollozando pidió perdón al cielo
porque no hubo logrado muy pronto regresar
y desde el campanario tañidos de consuelo
se escuchan esa tarde como un triste cantar.

Su esposa está en el cielo después de haber traído
al hijo tan deseado como fruto de amor;
ha de ser bien premiada por el deber cumplido
y a Damián evitado tener doble dolor.
- - - - - - - - -
Mariano Bequer.
Maracaibo, 19/10/06