Un orfebre del pincel pinta la filigrana:
vidrio como lienzo y oro en el pincel,
sueltas pinceladas inscriben àureo anuncio
y en el cristal la hoja de oro invita;
dejando fluir lìquidas palabras.

Casi borrado por avisos de neòn el dorador
ejerce su oficio ornando ventanas en Nueva York;
noble trabajo que semeja ìntimos iluminados de èpocas medievales
descubiertos por los turcos en el brillo de la tarde.

Partìculas doradas flotan erràticas
mientras queda delineado el brillo anunciante,
la boutique se engalana con brillo palaciego
tècnica arrancada a la vieja tradiciòn resalta pura
y brillosa.
Desde lejos se escucha el llamado de las letras rubias
àvidas atraen y hieren las pupilas
acariciando las miradas.

Trabaja paciente el artesano
olvidando los anuncios plàsticos que sonrìen incrèdulos
ante el pincel de la antigua escuela.

Es grato contemplar un aromàtico restaurante
y en sus ventanas iridiscentes constelaciones
que forman leyendas en hoja de oro mate;
y perfiladas con pintura roja.