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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-07-19 | | Inscrito en la biblioteca por Daniel Lacatus Sentado en esta peña, donde mis tiernas lágrimas se imprimen, a imitación pequeña de las que el alma y corazón me oprimen, presumo enternecella con soledades de mi Celia bella. ¡Ay Dios!, si el Tormes fuera a dar a Manzanares sus despojos, y llevarle pudiera las lágrimas amargas de mis ojos, ¡qué alegre las llorara de ver que alguna hasta sus pies llegara! Mas en pensar que lleva el claro curso a parte diferente, no quiero que me deba que con el de mis lágrimas se aumente; que en tantas desventuras mejor es ablandar las peñas duras. Famosos muros de Alba, adonde hiere el sol cuando en la suya le hacen dulce salva las aves de la verde selva tuya, ¿por qué me tenéis preso, sin alma el cuerpo y sin razón el seso? Sierras de Béjar frías, adonde el Tormes nace, y cuyo viento con esperanzas mías entretiene su fácil movimiento, no me mostréis las frentes con la nieve que el sol convierte en fuentes; que aún es temprano agora para pensar que aquí estaré el invierno; que ya el ganado llora, quejoso de mi dicha y su gobierno, pensando que esta orilla ha de pacer, no el hielo de Castilla. Pues si los animales lloran por el extremo que desean, los tuyos celestiales, Celia, mi bien, mis tristes ojos vean, primero que el noviembre coja estas flores y su escarcha siembre. La nieve de tus pechos es el invierno que sufrir deseo; queden allí deshechos los que me matan cuando no te veo; allá quiero llegarme a ver si puedo entre su nieve hallarme. Vívase el rico Albano estas montañas de asperezas llenas, llevando por la mano al dueño de sus glorias y sus penas; que con mi prenda cara la Libia más estéril habitara. Corte a la parra hojosa el pendiente racimo del sarmiento, preséntelo a su esposa o esparza el vuelo del halcón al viento, y a la perdiz pintada detenga el curso, de temor helada. Tire a la echada liebre que el cazador le enseña, y si le acierta, su gente lo celebre; cuelgue despojos a su antigua puerta, adonde mil ociosos de ajenas vidas viven cuidadosos; del esperado hijo, con los pastores de su gran comarca celebre el regocijo; y yo con pobre paño y rota abarca pise mi patrio suelo, donde espera mi bien benigno el cielo. Amada patria mía, no me neguéis vuestros alegres brazos, que presto espero el día que goce de mi Celia los abrazos, de Celia, más hermosa que [el] jazmín blanco y la encarnada rosa. A vos, mi patria cara, el cuerpo que me distes llevar quiero; y aquella fénix rara, por cuyo amor tan justamente muero, el alma desta vida al vivo fuego de su altar rendida.
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