Tengo los ojos muy lentos,
el pecho lleno de huecos,
un escenario vacío y
un modo, muy mío, de llevar el alma.

Dicen que soy un loco
que da crédito a apariciones engañosas;
Que mis letras son un simple recurso de desahogo;
Que la rabia me confunde;
Que mi palabra predica en el desierto;
Que soy un ridículo formalismo, de la locura.

Creo, que no puedo vivir sólo de pan.
Por eso, a veces, camino a la tierra que nadie ha prometido.
Camino contrario, a la dirección de vivir seguro.

Los llamados de la realidad concreta;
las pretensiones de generalidad;
el dulce sabor a pan, del vino;
el sabotaje de las utopías;
las quimeras anémicas del amor;
la fortaleza del minutero;
las cadenas momentáneas de la vanidad;
la apoteosis a las caras;
los filósofos hambrientos;
el mercado de futuros;
el encanto de la vida vivida;
los flagelos de las limitaciones;
la inútil costumbre de dormir;
Todas estas cosas, y muchas más,
me sujetan al delirio.

Algún poeta me dijo que
la locura puede consistir en la pérdida de una identidad,
así como una identidad completa, absoluta e inmutable.
Yo, me vi callado.