Legados infinitos acumulados a travès de los milenios
se materializan en una naturaleza superior
que husmea los siglos desde frescas alturas;
brisas aromàticas de montañas pizarrosas le dan vigor
palabras arrancadas de alguna canciòn de medianoche
alivian la fatiga estelar bajo la roca piramidal.

Aquella sabidurìa se despliega en abanico por dilatadas estepas
y busca al hombre que anda a trompicones entre zarzales
su agonìa es constante y se renueva a cada paso
aunque no puede con su alma, acaricia enorme perspectiva.

Incontables veces ha muerto en vida, pero sigue soñando
algo en su interior herido sacude el escalofrìo
le añade verde esperanza al fràgil retoño aterido
su debilidad es intrèpida potencia
y la aparente derrota claro triunfo.

Entra por una puerta de dòricas columnas
y siente el duro frìo acumulado
antiguas mansiones que vieron saltos generacionales
èpicas batallas decisivas por el fiero fragor
largas historias balbucidas con dificultad
por hiedras resecas, enredadas en agrietadas tapias;
suspira el gòtico cementerio pensativo
y el fèrreo halcòn se aferra a la cruz de hierro.

Despuès del largo peregrinar sin rumbo
encuentra el fulgor estable del mediodìa,
desplegando plenitud abrasadora
con ìgneos espirales expansivos.

Toda la energìa antigua desplegada
se cierne sobre èl centuplicando fuerzas
y rasga oxidadas costras,
demoledor èlan irrumpe inexorable
como la velocidad meteòrica de aquel emaciano
llamado Alejandro Magno.

Entonces comprende que los grandes hombres fueron los antiguos;
por eso afirma convencido que Julio Cèsar podrìa ser su padre.