Època de mùltiples inquietudes
que se esparcen a granel,
ya no se encuentra por ninguna parte el cèfiro
refrescante de los pensamientos,
y naufragan las buenas intenciones.

Todo queda limitado al frenesì avasallante
que se encuentra a la orden del dìa,
carreras por desentrañar los isòtopos de uranio
se exprime la mena de manganesa
se atesoran por millones toneladas de petròleo,
todo el trigo afluye hacia allì para ser especulado
el oso extiende sus zarpas cuando desea alcanzar la grosura
mastica carne pùrpurea sin lìmites
un banquete graso a la carta
mientras los dèbiles preguntan: ¿Dònde estàn los Moisès? ¿Dònde estàn los Elìas?

Razòn tenìa Hegel cuando dijo que la Historia no es lugar de felicidad
espejismos que a veces brotan lo hacen creer
lo sè por experiencia propia, al revisar mis tiempos felices
sòlo son pàginas vacìas en el calendario,
tiempos soñados con los ojos abiertos
casi me convenzo que nunca existieron
y es muy rara la forma como llegaron a existir.

Todo esto es posible cuando uno se mueve en ambientes àlgidos
y sobre todo para un poeta que huye a travès de la noche,
protegido sòlo por un bosquecillo de sauces.

No hay forma de sacar màs econòmico el reposo
se nos viene encima la barahùnda,
nos aplastan las inquietudes
la tinta se esparce trèmula
y las palabras nos pueden salir caras.

Un poeta miope no puede alcanzar la extremidad de las refinerìas
su jùbilo consiste en atrapar versos,
bebiendo el càliz que ofrecen las circunstancias
como respuesta a un pie forzado.

Por eso nada entiende de movimientos estratègicos;
de los que como en el fùtbol, buscan sacar ventajas lanzando pelotazos largos.