Acercándose a las alambradas de situaciones fronterizas
brota la conciencia existencial
alucina más la angustia que el éxtasis,
y el alma lanza un desahogo estrepitoso.

Atrás queda todo espasmo teórico
y emergen las fronteras de la realidad
retrocede la lógica aprendida,
y un pecho atlético que arroja muy lejos el martillo o la jabalina
se desgarra con un grito
que rompe el silencio,
no es el resultado de un espanto súbito, ni de temores enraizados en el alma
tampoco se puede decir:La erupción volcánica por fin ha abierto el cráter
lo que palpita en el pecho es convencimiento
eludiendo la sardónica ironía rompe el océano,
y el estrépito se abre paso entre la oscuridad despertando a la noche.

Parece impelido por energía cinética
rebasa todas las distancias
se burla abiertamente de las hélices,
para él no existen pistones
lleva el impulso incontenible de un reactor;
se desvanecen las últimas nubes crepusculares
y el grito sigue rompiendo profundidades.

Allí se interna en parajes subjetivos
traza indefinidos círculos
domeñados por la moral de los señores
que tal vez sólo pueda comprenderse
leyendo las sagas nórdicas,
proyecto para cruzar laberintos
donde el fenómeno se refleja en él.

Reposan en silencio los megalitos
y el grito estremece a los brezales,
con violencia de orgasmo también busca epílogo
entre las violetas temerosas.

El encuentro agita las aguas profundas
región abisal intrínseca de cada ser,
batió millones de kilómetros para proclamar su inconformismo...