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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2006-05-03 | | Inscrito en la biblioteca por Valeria Pintea
Naced, vistosas flores,
Ornad el suelo, que lloró desnudo So el cetro helado del invierno rudo, Con los vivos colores, En que matiza vuestro fresco seno Rica naturaleza. Ya ríe mayo, y céfiro sereno Con deliciosos besos solicita Vuestra sin par belleza, Y el rudo broche a los capullos quita. Pareced, pareced, o del verano Hijas y la alma Flora, Y al nacarado llanto de la aurora Abrid el cáliz virginal: ya siento, Ya siento en vuestro aroma soberano, Divinas flores, empapado el viento; Y aspira la nariz y el pecho alienta Los ámbares que el prado les presenta Do quiera liberal. ¡O! ¡qué infinita Profusión de colores La embebecida vista solicita! ¡Qué magia! ¡qué primores De subido matiz, que anhela en vano Al lienzo trasladar pincel liviano! Con el arte natura A formaros en una concurrieron, Galanas flores, y a la par os dieron Sus gracias y hermosura. Mas ¡ah! que acaso un día Acaba tan pomposa lozanía, Imagen cierta de la suerte humana. Empero más dichosas, Si os roba, flores, el ferviente estío, Mayo os levanta del sepulcro umbrío, Y a brillar otra vez nacéis hermosas. Así, o jazmín, tu nieve Ya a lucir torna aunque en espacio breve Entre el verde agradable de tus ramas, Y con tu olor subido Parece que amoroso A las zagalas que te corten clamas, Para enlazar sus sienes venturoso. Mientras el clavel en púrpura teñido En el flexible vástago se mece, Y oficioso desvelo a la belleza, A Flora y al Amor un trono ofrece En su globo encendido, Hasta que trasladado A algún pecho nevado, Mustio sobre él desmaya la cabeza Y el cerco encoge de su pompa hojosa. Y la humilde violeta, vergonzosa Por los valles perdida Su modesta beldad cela encogida; Mas el ámbar fragrante Que le roba fugaz mil vueltas dando El aura susurrante, En él sus vagas alas empapando, Descubre fiel do esconde su belleza. Orgullosa levanta la cabeza Y la vista arrebata Entre el vulgo de flores olorosas El tulipán, honor de los vergeles; y en galas emulando a los claveles, Con faxas mil vistosas De su viva escarlata Recama la riquísima librea. Pero ¡ah! que en mano avara le escasea Cruda Flora su encienso delicioso, Y solo así a la vista luce hermoso. No tú, azucena virginal, vestida Del manto de inocencia en nieve pura Y el cáliz de oro fino recamado; No tú, que en el aroma más preciado Bañando tu hermosura, A par los ojos y el sentido encantas, De los toques mecida De mil lindos Amores, Que vivaces codician tus favores, ¡O como entre sus brazos te levantas! ¡Como brilla del sol al rayo ardiente Tu corona esplendente! ¡Y qual en torno cariñosas vuelan Cien mariposas, y en besarte anhelan! Tuyo, tuyo seria, O azucena, el imperio sin la rosa, De Flora honor, delicia del verano, Que en fugaz plazo de belleza breve Su cáliz abre al apuntar el día, Y en púrpura bailada el soberano Cerco levanta de la frente hermosa. Su aljófar nacarado el alba llueve En su seno divino; Febo la enciende con benigna llama, Y le dio Citerea Su sangre celestial, cuando afligida Del bello Adonis la espirante vida, Que en débil voz la llama, Quiso acorrer; y del fatal espino Ofendida ¡o dolor! la planta bella De púrpura tiño la infeliz huella. Codíciala Cupido Entre las flores por la más preciada, Y la nupcial guirnalda que ciñera A su Phiquis amada, De rosas fue de su pensil de Gnido; Y el tálamo feliz también de rosa, Donde triunfó y gozó, cuando abrasado En su llama dichosa Tierno exclamó en sus brazos desmayado: Hoy, bella Phiquis, por la vez primera Siento que el Dios de las delicias era. ¡O reina de las flores! ¡Gloria del mayo! ¡venturoso fruto Del llanto de la aurora! Salve ¡rosa divina! Salve, y ve, llega a mi gentil pastora A rendirle el tributo De tus suaves odores, Y humilde a su beldad la frente inclina. Salve ¡divina rosa! Salve, y dexa que viéndote en su pecho Morar ufana, y por su nieve pura Tus frescas hojas derramar segura, Loco envidie tu suerte venturosa, Y anhele en ti trocado Sobre él morir en ámbares deshecho: Me aspirará su labio regalado. |
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