Este ombligo no resuelto
se eleva a ratos,
se arrastra también por los suelos.

Este sol medio tibio que se parece al otoño
golpea en sepia mi ventana
trayendo cosas que odio
y otras tantas que anhelo.

No arden las horas,
no se queman mis pies en este camino lento
que quiere ser trazado de las huellas
de otros pies que caminaron.


Un rayo tímido toca el rosal deshecho.
Cómo puedo quererte tanto
y estar tan lejos,
cómo puedo apenas soportar
este techo, estas manos
que no son rayos, que no son ecos.

La luz tenue se desliza por tu recuerdo.
Las horas de las tardes me hacen doler el alma,
acaricio otras manos,
otras voces de niños para entibiar el tiempo.

Me duele el alma y grito
para que no se asome el llanto
para que nadie sepa que te busco en cada paso,
querido hijo.


FATAMORGANA
Patricia Lara Arriahgada