tengo una quietud amarga
la sombra vuelve y vuelve con llanto
estoy cansado
cansado de empujar en este desierto para ir más allá
ese más allá de ningún lado

¿qué me hace creer que hay un sitio para mí donde alguien me espera?
son sólo espejismos de mi imaginación
si, estoy cansado
quizás el darme cuenta duela y canse más
mas no lo puedo evitar
ni puedo evitar seguir empujando

hay mañanas que la dicha me sangra por los ojos
agradezco a la vida y más me comprometo con ella
y quiero llegar al fondo de sus misterios
pase lo que pase
como si fuera un ser invencible, inmortal

pero los segundos pasan
pasan a la velocidad del trueno y te golpeas
te golpeas tantas pero tantas veces
que en las horas siguientes
sos un pesar que arrastra una bolsa de carne y huesos

y sigues y sigues
y el barco que empujas está sobre la arena
y no hay mar ni río ni nada
sólo un desierto enorme lleno de espejismos
que es la vida
la misma vida que en un antes hablaba
la que me llenaba de gozo los ojos y pájaros el alma

y esos segundos se hicieron horas
y esas horas el tiempo que vivo
y viene la sombra
y el cansancio
y esta quietud amarga que estoy sintiendo

tiro con desesperación manotazos a los recuerdos
a aquellas sensaciones de soles y aire fresco
al verdor de la fronda
a la algarabía de los pájaros
a aquella misma vida
que me llenaba el alma de dicha por poder vivir
y que ahora pagaría por salir de ella
por dejar esta quietud siniestra y morbosa que me aplasta
que me desespera
que me cansa

(los límites son imaginables, sólo eso; en lo empírico la muerte es el único que existe, quizás la perdida total de la razón –muerte oblicua- también lo sea, quizás, nada más que quizás)
(vómito de consciencia cruda:
¡maravillosa! mágica y triste; alegría y dolor, y frío que te estremece, e ira y rencor y miseria, odio, odio y añoranza, melancolía y risa y llanto; amor, cariño; el rubor y la carcajada y la angustia, la angustia… y la vergüenza y la venganza y el puñal, el puñal, la derrota, la victoria y los sueños y miedos y otra vez el puñal y la palmada y el abrazo y el beso y la mirada, la mirada, ¡esa mirada!, y el corazón que te explota y otra vez el llanto y las entrañas se te retuercen y el sudor y el éxtasis y el frenesí y tantas otras y otras y otras… y los recuerdos, la sombra y la memoria, la memoria y seguir y seguir… todo y todo en ese instante de ese segundo que pasa como un trueno, furioso trueno, y esa hora y ese tiempo…
la vida, ¡de la vida estoy hablando!, la que me sucede inexorablemente y a esa velocidad voy hacia el filo del abismo, el límite empírico, con una consciencia impecable, con la claridad de una flecha cortando el aire en la búsqueda de su blanco… ¡maravillosa la vida!, te decía, tan llena de todo)

tengo una quietud amarga
y a pesar de la sombra
del cansancio
de ese mismo: no hay sitio ni quién me espere
imágenes que conlleva la soledad de los solos
a pesar de que esté nublado
o sienta frío
o de la lluvia y el nefasto letargo
todo consciente de mi
me vuelve a brillar en los ojos el latido, esa pulsión de vida
el querer seguir
el: -voy a llegar-
el: -vale la pena-

digo ahora: tenía una quietud amarga
que ya no vale la pena volver a mencionar

los pájaros se divierten volando, saltando de rama en rama, ¿has visto?
-¡mirá el color de ese colibrí como contrasta con el plomo del cielo… mirá… mirá…!