El botín se asomó en el borde del área
y la chilena hizo un arco hasta acariciar la red
prácticamente en el último minuto despierta;
como una carga de caballería simultánea
que define la justa en hora postrera.

Imposible pensar con cabeza fría
cuando un monzón se abre paso y el pecho lo conjura
no se sabe si la asfixia sea causa del acto dramático
que el bosque de coníferas no alcanza a refrescar,
esa calzada resulta angosta para la maniobra
surge aquella opción de lanzarse por el pretil
dejando expandir el sonido estéreo
hasta reventar los micrófonos.

Grito agudo del desesperado
no encuentra ningún eco,
y sólo resuena en la agonía como gesta del fútbol
encendiendo graderías ribeteadas
con el escudo de los reyes malditos.

La bota reposa roída después de pisar una cereza
evidente desliz patológico,
digno de la Charité
pero logra calcular el área del rectángulo
y colige que sus longitudes son ideales
para lanzar pelotazos largos;
en cualquier instante una chalaca también llamada bicicleta
en el léxico futbolístico,
podría definir despejando la incógnita
cuando está cerca el pitazo final.

Sólo que no contaba con las polainas
curtidas por las canchas esteparias,
y el gorro de fieltro desde muy lejos
sabe conjurar un gol olímpico.

La bota trata de despejar con una volea
los centros lanzados sobre el área de candela
imposible pensar con la cabeza fría,
cuando mi verso es rehén de una mujer fatal
por sus encantos se torna suplicante;
ella lo encierra en su cárcel
y el pobre padece el síndrome de Estocolomo
no hay forma de tocar el balón en corto,
cuando la pluma trata sobre la realeza
y el técnico olisca desde la tribuna.

Y no hay árbitro que vigile el juego...