Cuando caí muy pero muy abajo,
ella suavemente desplegó su vuelo.
Cuando caí tan pero tan abajo, ni siquiera la vi partir.
Hoy que voy sintiendo, que gruesas alas, se apoderan de mis espaldas
¡Oh! No se te ocurra nena, no se te ocurra por favor,
no se te ocurra, apiadarte de mí.

Cuando en la caída, sentí el dolor profundo,
aquel sufrimiento intenso que se apoderó de mí,
contra mis propios principios, me invadió de egoísmo,
porqué no hay nadie que sea más egoísta, ¡no!,
nunca tan egoísta, como el apasionado dolor.

Ahora sé que si vuelves,
estoy seguro de que sí,
se que lo vas a hacer en otros cuerpos, con otras fachadas,
y yo tal vez disimule mi asombro,
y tal vez te abra las puertas,
y hasta quizás suponga amarte,
pero hay algo firme que en mí, ya es inapelable certeza:
Perdí por completo, aquélla vieja Fe,
aquella que profesamos juntos, en alocada complicidad,
porqué volando en tu vuelo,
también voló mi arcaica religión.