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El destello
prosa [ ]

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por [Richard John Benet ]

2005-07-14  |     | 



Primera línea horizontal. Autodefinido. Televisión. Cinco letras: ¡Video!
Con su prolija letra de imprenta rellenó los casilleros. Luego, como en un rompecabezas, todas las demás palabras verticales fueron cayendo en su lugar. Verdad. Ilusión. Demencia. Elusivo y onírico. El entretenimiento había concluido. Todavía le quedaban por delante largas horas hasta que llegara el relevo. De todas maneras mucho no le interesaba ser relevado. No tenía mucho que hacer ni nadie con quién compartir su soledad. Pegó un sorbo de mate.
-Voy a tener que calentar el agua… está tibio-Pensó.
¿Cuánto hacía que había muerto Juliana?... diez años… ¡Diez años!
Se levantó para calentar el agua. Y de paso apagó al radio, irónicamente sonaba una canción de la Bersuit dónde hablaba de la soledad. Se fijó en el televisor. Todavía no comenzaba el partido de fútbol.
-En realidad no me puedo quejar. A mi edad conseguir este trabajo había sido una bendición. No cualquiera trabajaba en una empresa multinacional y tan bien remunerado-Trataba de consolarse- Y tal vez mi falta de lazos familiares haya influido en mi contratación. Eso y mi disposición a viajar inmediatamente a ese lugar inhóspito del sur.
El teléfono comenzó a sonar.
-¡Si, profesor Dalín!... ya lo abro.
El predio enorme estaba circundado por una doble alambrada perfectamente iluminada. La carretera pasaba a unos metros, y se accedía por un camino de grava. El portón eléctrico se abrió con un suave zumbido. Inmediatamente un Porsche Carrera plateado aceleró por el camino interno.
-¡Buenas noches profesor Dalín!-Lo saludó al recién llegado.
-¡Buenas Jiménez!... ¿Todo tranquilo?
-¡Demasiado!... ¿necesita algo profesor?-Le preguntó Jiménez.
-No… solo vine a trabajar tranquilo, esta es la mejor hora.
El profesor, luego de mirarlo en forma curiosa, farfullo algo parecido a un saludo, y a paso raudo se dirigió a lo que se conocía como La Clínica.
El predio tenía tres grupos de edificios. El primero, dónde estaba él, era de administración, ventas y seguridad. En el cuarto en dónde estaba podía monitorear cada rincón del edificio y el perímetro externo. En los monitores que tenía sobre un costado del panel de mando, disponía de imagen y sonido de cualquier sitio del complejo. Ante cualquier irregularidad, daba la alarma y Gendarmería y la policía local actuaban de inmediato.
El segundo edificio tenía el centro de desarrollo de software y hardware de realidad virtual. No solo creaban programas para la industria del entretenimiento, sino que además surtían a La Clínica de otros procesos para el uso en terapias psicológicas.
El último edificio del complejo albergaba a La Clínica. Su jefe era el profesor Dalín. En ningún otro trabajo que hubiera tenido, había escuchado tantas historias en tan poco tiempo sobre alguien, como sobre ese excéntrico personaje. El tipo tenía a su cargo el tratamiento de diversas disfunciones cerebrales a través del uso de programas de realidad virtual, terapias ocupacionales y otros métodos poco convencionales.
Antes de ponerse a ver el partido decidió dar un último vistazo. Revisó sector por sector. Aún inclusive el portón de entrada. A su costado un enorme cartel con letras de acero inoxidable rezaba: IMAGINARIA.inc
El partido resultó ser tedioso, friccionado y de ninguna manera atractivo. Cambió de canal para buscar alguna de esas películas con poco argumento, algo de sexo y muchas explosiones. Aquellas eran las peores horas. Las que preceden al alba. Inciertas entre la noche que se negaba a morir, y la madrugada que todavía no nacía.
Inventaba mil trucos para no dormirse, pero algún cabeceo se pegaba. La película tampoco era de su agrado. Puso el partido de nuevo… todo seguía igual… o peor si era posible. Apagó el aparato. Entonces sucedió. Un fallo generalizado dejó todo a oscuras unos microsegundos. Cuándo aún algunos tubos fluorescentes parpadeaban los otros seguían apagados. Fue casi instantáneo, pero aún el predio quedó totalmente a oscuras. Rápidamente revisó todos los sistemas. Luego los sectores, piso por piso y pasillo por pasillo. Todo parecía bajo control. Excepto un monitor a su izquierda que emitía un suave destello anaranjado. Trató de sintonizarlo, pero el resplandor de la pantalla lo atrajo. Se quedó unos instantes mirando la pantalla. Parecía que crepitaban las llamas de una hoguera. Como en esos ritos ancestrales, todos alrededor del fuego, o como en los campamentos de su juventud; él veía extrañas formas bailando entre las llamaradas. Un efecto hipnótico que lo adormecía. Quiso sacudir la cabeza para despejarse, pero solo pudo parpadear pesadamente mientras bostezaba. Los ojos se le llenaron de lágrimas, antes de caer en un sueño profundo.
No tuvo tiempo de pensar cuánto se había dormido. El pánico de que el profesor lo hubiera visto lo despabiló de inmediato. Todos los monitores estaban funcionando correctamente, aún el que destellaba en anaranjado. Y el profesor estaba trabajando en el LAB3. ¡Gracias a Dios! Solo dormitó unos pocos minutos. No había problemas. Pero… en el monitor que enfocaba el segundo pasillo del tercer piso algo pasaba. Acercó un poco la imagen. Control de brillo. Un poco más de contraste. Y… ¡Que carajo!...
En el fondo del pasillo venía caminando una mujer, completamente desnuda. Avanzaba hacía la cámara. Un cuerpo perfecto y bello. Largos cabellos del color del trigo. Cuándo estuvo frente al objetivo dijo:
-¡Ven!
Los ojos verdes miraban desafiantes, volvió a repetir:
-¡Ven!
Abrió el cajón del escritorio y tomó el arma. Revisó el tambor y la carga estaba completa. ¿Sería alguna amiga del profesor Dalín? ¡No!... aquel tipo no tendría amigas de ese tipo. Además seguía trabajando en el laboratorio. Esta mujer no estaba sola. Alguien le había facilitado la entrada. Él tenía que estar alerta mientras revisaba. Atento a la mujer y los tipos que podían estar con ella.
A poco de salir del ascensor se la encontró. En persona era aún más bella.
-Señorita… no le quiero hacer daño… por favor levante las manos- El tono de voz era suave, pero algo tembloroso.
Ella caminó hacia el con decisión. Y volvió a repetir su mantra:
-¡Ven!
-Señorita… por favor… yo…
Ella ya estaba a su lado. Prácticamente sin que el lo pudiera evitar apoyó sus rozagantes senos contra su camisa. Enfundó el arma.
La primera sensación que tuvo al abrazarla fue de sorpresa. El imaginaba la piel cálida y suave.
En realidad fue como abrazar una serpiente. La piel escamosa y gélida. Sintió el rechazo y trató de apartarse. Era demasiado tarde. La cosa que lo tenía abrazado estaba completamente helada. Unas fauces voraces buscaron su pecho, lo desgarraron y tironearon separando parte del tejido y los huesos. Siguió luchando, pero los largos cabellos se habían transformado en una especie de tentáculos gelatinosos que lo sostenían por la nuca. Era extraño, pero mientras las dentelladas le arrancaban jirones de su cuerpo, él no sentía ningún dolor. Era como si estuviera adormecido. Solo sentía correr un torrente de sangre por su vientre, por los muslos y las piernas hasta el suelo. En medio de aquella lucha patinó en su propia sangre, y con esfuerzo supremo logró arrojar aquello al suelo. Sintió el regusto dulzón de la sangre en su boca. Su cabeza estaba cayendo en un charco, y en un santiamén se hundió en el líquido. Todo se volvió rojo. Sintió que ya no podía respirar.
-¿Qué opina profesor Dalín?
-¡Que el proceso es irreversible!
-¡No!... querido profesor… me refiero a la prueba piloto-Dijo el hombre obeso y bien trajeado, el presidente de IMAGINARIA.inc.
-Es satisfactoria… considerando los resultados.
Dos enfermeros estaban acomodando en una camilla el cuerpo inerme de Jiménez. La mirada vacua se perdía más allá del cielo raso. Por la comisura de los labios corría un hilo de baba.
-Profesor… creo que es más que satisfactorio.
-Según desde que punto de vista.
-Desde todo punto de vista… ¡No me venga con estúpidos remordimientos!-El tipo gordo siguió adelante con su razonamiento- ¡Ustedes los científicos!... primero luchan toda una vida para desarrollar un invento. Luego, como Oppenheimer y la bomba atómica, se arrepienten y quieren destruir lo que les llevó tanto sacrificio y lucha. ¡No los entiendo!
-Yo en cambio los entiendo a ustedes los mercaderes, y también a los militares. ¡Todo avance tiene que transformarse en un arma para ser redituable!-Dijo amargamente el profesor Dalín.
-¡Querido profesor!... usted no disponía de capital para desarrollar este proceso. Nuestro Gobierno podía proporcionarle financiamiento, pero a costa de monitorear absolutamente todo. Nosotros no solo le conseguimos el capital, sino que también las instalaciones en otro país amigo y mucho más… como podríamos decir… tolerante.
-¡Corrupto y servil!-El profesor estalló, tironeado por sus creencias éticas- Estoy arrepentido ciertamente de haber entrado en este juego diabólico.
-Profesor… querido profesor… no es necesario ofuscarnos- La voz del presidente sonaba persuasiva- Este sujeto… Jiménez… usted puede tratar de revertir el proceso. Nadie lo va reclamar. Nadie se va a preocupar por él… estaba solo en el mundo. Es más usándolo a él tal vez usted logre una etapa superadora del arma psíquica. Una etapa en dónde nuestros enemigos deseen cooperar con nosotros. Sin necesidad de dejarlos en estado vegetativo… ni usar un ejército de ocupación.
-¡Usted habla de esclavitud!
-¡No… profesor!... colaboración compulsiva.
-¡No sea cínico… señor! ¡No estoy para humoradas!
El tipo bien vestido lo miró glacialmente:
-¡Creo que debo recordarle algo profesor!... usted es brillante y el creador del arma psíquica. El proyecto DREAMSTORM. Un arma que actúa sobre el inconsciente de las personas… liberando todos sus temores y demonios internos, produciendo una crisis que los deja inermes-Se tomó un instante ante de agregar: ¡Pero usted no es irremplazable! ¡Y tiene ciertas obligaciones contraídas con nosotros!
Suavizó el tono, y le dispensó una sonrisa socarrona:
-Si esto lo tranquiliza profesor… piense que el software que usted creo salvará muchas vidas, evitará muchos mutilados, huérfanos, viudas, madres sin hijos, destrucción de recursos y lugares únicos para la humanidad. Evitará hambrunas y pestes, y todas las consecuencias indeseables de las guerras convencionales. ¡No más carros de asalto! ¡No más misiles inteligentes! Sin explosiones. Solo un suave destello anaranjado en miles de monitores, televisiones, cajeros automáticos o terminales de computadora; y todo habrá terminado sin que ellos lleguen a darse cuenta.









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