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Autopolaroids: prólogo
prosa [ ]

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por [Alfredo ]

2005-09-03  |     | 



Este es el prólogo a mi colección de relatos breves autobiográficos que he titulado en su conjunto "Autopolaroids."

AUTOPOLAROIDS: INTRODUCCIÓN
Comencé a escribir a muy temprana edad, alentado por mis padres y maestros, pero no fue hasta los 19, mi orientación sexual ya establecida, que encontré mi propia voz. Pronto adquirí dos registros primarios: el amor y la política. Ya que a esa edad me interesaba más el primero que la segunda, no hubo lugar para mí en el mundo polarizado de la literatura puertorriqueña de los 60”s, aunque hoy se me considera de esa generación.

Mi poesía maduró en el exilio auto-impuesto de Nueva York. Mis primeros editores fueron Luis Mario Schneider, en México, quien publicó Las transformaciones del vidrio (1985), y Juan Benito Pla, un español que me incluyó varias veces en su “Pliegos de murmullos,” en la antología Poesía actual (1988) y publicó Grimorio (1988), una colección en la que yo deseaba mostrar que la poesía homoerótica es también componente de la tradición occidental y puede alcanzar una dimensión universal. Por otro lado, con En el imperio de la papa frita (1989) y Guerrilla fantasma (1989) proclamé mi posición política como puertorriqueño e hispanoamericano. A través de Rafael Bordao y Celeste Ewers, publiqué La voz de la mujer que llevo dentro (1990) y Pato salvaje, (1991) con Editorial Arcas, continuando mi exploración de la interacción entre sexualidad, voz poética y género, el impacto del SIDA en mi vida y en tantas otras. En 1996 alcanzo mi primera publicación comercial, bajo José Ramón de la Torre, director de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico: Entre la inocencia y la manzana, antología cronológica de mi obra. En 1999 aparece La voz de su dueño, editado por Isaac Goldenberg y Silvio Torres Saillant, volumen publicado bajo la sombra de mi posible desaparición de este mundo, ya que había caído gravemente enfermo. Mis dos últimas publicaciones aparecen gracias a Fernando Pérez Poza. De antiguo amor (2005), el único poemario que he publicado en formato electrónico para ser accedido gratis en Internet, recoge mis primeras 4 colecciones, poemas de mi adolescencia y juventud temprana. Pan errante (2005), los poemas de mi convalecencia, en los que confronto la vejez y la muerte. Mi único éxito comercial en el campo de la narrativa ha sido “El día que fuimos a mirar la nieve,” cuento de cariz político que ya ha sido antologizado seis veces.

En los 90’s, bajo una específica y no muy saludable influencia erótica, después de muchas discusiones sobre la naturaleza de la novela y su “desaparición” en el marasmo de la post-modernidad, respondí a un desafío que me conminaba a escribir narrativa, pero dentro de unos parámetros específicos: una serie de relatos cortos discontinuos sobre mis experiencias eróticas. Pronto me di cuenta que tenía que abrir la colección a otras experiencias. Me interesó la noción de fragmentación, que me parece la modalidad primaria de la memoria. También respondía a la certeza que no soy novelista; carezco de la capacidad de enhebrar un argumento narrativo de cientos de páginas, a pesar de haber llevado un diario interior escrupulosamente por casi treinta años. Como poeta, retrato la realidad interna y externa en lo que llamaría instantáneas.

Siempre he vivido con la certidumbre que mi sexualidad se extiende a la totalidad de mi naturaleza, fuerza libidinal que constituye la fuente de mi energía creativa. Este descubrimiento va directamente en contra de las ficciones más celosamente guardadas por la cultura occidental, que reprimen, niega y denigra el poder, la presencia y la persistencia del Eros. Por lo tanto, en este nuevo proyecto he querido desbancar una serie de mitos y mentiras que persisten acerca de los flujos libidinales entre hombres; la sexualidad infantil y adolescente; la promiscuidad y sus efectos; “la vida gay” en oposición a “la vida normal.;” la falsa relación que hace el cristianismo entre placer y culpa, y el Estado entre placer y subversión. Mis cuatro tintas: semen, sudor, sangre y lágrimas. Lugar de producción, las vísceras. Meta: ser implacable con los binoculares.

También he querido darle presencia a todos aquellos que han compartido mi peregrinaje por esta existencia y que, no importa si adversarios o amigos, han dejado en mí su huella. Mi material primario, esos recuerdos de momentos y cuerpos que conservo vivos en la memoria. Mi enfoque: lúdico, erótico e irónico. También incluyo porciones de mi diario sobre los temas que toda la vida me han interesado.
Primero les llamé “Textos,” para crear distanciamiento, pero pronto me di cuenta que el efecto que quería conseguir era exactamente el opuesto. En los 70’s había tenido la oportunidad de ver una exhibición fotográfica de Lucas Samaras en la que exponía fotos de sí mismo, sacadas con una Polaroid y luego trabajadas en su estudio. Autopolaroids— autobiografía del cuerpo al desnudo en instantáneas. Me venía ese nombre al dedillo para mi propio proyecto.

Una nota sobre el idioma: las he escrito primero en inglés y después en español, o viceversa, en parte para prevenir que otros me las “traduzcan” y en el proceso me las “saneen, ” y en parte para mostrar que un mismo texto puede ser creado más de una vez. Por ello, no pretendo que las dos versiones sean iguales—hay cambios sutiles de una a la otra. También, y a pesar de una instintiva repugnancia hacia el mercado “bilingüe,” me he rendido ante las exigencias del mercado, aspirando a llegar a un mayor público.

Clasifico mis Autopolaroids como una variedad del poema en prosa, género desprestigiado dentro de la postmodernidad. Un daimon tutelar de este proyecto ha sido Roland Barthes con su Fragmentos de un discurso amoroso. Una linea de T.S. Eliot, DE The Wasteland, sirve de faro: “These fragments/ I have shored against my ruins.” No terminaré de producirlas hasta que ya no pueda recordar. Los dedico a todos aquellos que viven en sus páginas: putos, juguetones, hipócritas, fascistas, anarquistas, compinches, enemigos, desenfadados, subversivos; desafiando las cadenas de la moral y la religión, la propiedad y el respeto, arriesgándolo todo por alcanzar el placer, punto ciego y “bête noire” de la cultura occidental.

Alfredo Villanueva Collado
Nueva York, 2005

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