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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2011-05-31 | |
Trabajaba para Garzanti Editori, vendiendo enciclopedias puerta a puerta. Antes de salir a batir las calles del Napoletano nos daban clases de técnicas de ventas, de cómo hacer una presentación y mantener el interés del cliente en nuestros productos, y cómo inducirlos a comprar algo que no habían visto sino en catálogos. Una vez hipnoticé; literalmente, a una ama de casa, que me compró la enciclopedia y firmó el contrato sin siquiera darse cuenta de lo que ella hacía, debo confesar que me dolió saber que luego de rechazar los libros, la empresa le puso una demanda por haber firmado un contrato que ni siquiera leyó. Hacíamos muchas trampas para vender:
-somos del gobierno y vinimos a ofrecerle libros para la escuela-, -somos psicólogos y estamos aquí para orientarlos- y tantas otras tonterías que la gente nos creía. Hice cosas sin nombre para llenar mi barriga, como aquella vez que; haciéndome pasar por psicólogo, le prometí a una madre que le quitaría el complejo de fealdad que tenía su hija adolescente, y después, cuando llamaba a la empresa exigiendo mis servicios yo me negaba continuamente. Sip, hice muchas cosas malas para llenar mi estómago, pero también hice alguna buena, de esas que nos enorgullecen y nos hacen sentir que hemos hecho la voluntad del buen Dios, al menos por esa vez. Aconteció que estaba haciendo las sólitas presentaciones supervisado por mi asistente de grupo, el señor Mona, cuando logramos entrar a una casa humilde, donde unas señoras hacían tertulia entre ellas, luego de terminar mi presentación, la dueña de la casa me dijo que no necesitaba los libros y yo (que le había hecho de antemano el cuestionario apropiado para forzar la compra) le repliqué: -Pero usted dijo que tiene una hija adolescente; ¿cómo sabe que a su hija no le interesan los libros? -¿por qué no se lo preguntas tú mismo? ella está en su cuarto, detrás de aquella puerta- me dijo, señalando una puerta vencida por los años. Se levantó de su silla y me invitó a seguirla, yo...todo creído que ya tenía el contrato asegurado (no hay nada más fácil que embaucar a una adolescente cuando se es atractivo, y yo lo era y mucho) me levanté de mi asiento con una sonrisota de esas que se llevan toda el área del rostro, como la sonrisa del gato en "Alicia en el país de las maravillas", de esas sonrisas que toda la cara se vuelve dientes y pareces más el teclado de un piano que una persona; ¿ya? ¿caíste?, entonces sigo... Decía que me levanté de mi asiento con mi cara de pianola y la seguí, y en seguida desapareció la sonrisa; hasta de mi alma, ¿qué contrato ni qué contrato?, detrás de la puerta había una joven quinceañera postrada en una cama, toda ella piel y huesos, sus músculos atrofiados a causa de la paraplejia, su lengua fuera de la cavidad bucal, guindando sobre el lado izquierdo de su mandíbula, la chiquilla ni siquiera podía articular palabra, solo gemidos salían de su boca. Me senté al lado de su cama, y con mis dedos índice y pulgar coloqué como mejor pude, su lengua dentro de su boca, en eso me percaté de que su mirada pendulaba desde mis ojos a un punto incierto de la habitación, y de allí de nuevo a mis ojos: -¿Quieres algo?-Más gemidos; mientras la madre a mis espaldas descargaba todas sus cuitas, abrojos y lamentos sobre mi corazón afligido por tal escenario. -Hagamos una cosa-le dije- un parpadeo significa "no" dos parpadeos significan "si" ¿te animas?- y recibí dos parpadeos. -Dime, ¿quieres que te agarré algo de esta habitación?- otra vez dos parpadeos -¿Qué será?- me levanté de mi asiento, deambulé por la habitación como Pedro por su casa y tomando los objetos a mi alcance uno a la vez, se los mostré solo para recibir un solo parpadeo en cada ocasión, hasta que le mostré un libro y ella, evidentemente excitada, parpadeó tantas veces seguidas que perdí la cuenta. Me volví a sentar a su lado, esta vez libro en mano, lo abrí en la primera página y comencé a leer; ella gimió, la miré, parpadeó una vez, esperó unos segundos y volvió a parpadear.-¿No quieres que te lea el libro?- dos parpadeos -¡Si quieres que te lo lea, pero no en esta página- dos parpadeos nuevamente. Abrí el libro casi en su final y le mostré la página a la infanta preguntándole: -la página que buscas, ¿está más adelante?- un parpadeo-¿más atrás?- dos parpadeos. Continué abriendo el libro y preguntándole hasta que di con la página 95 (¿o era la 97?, bueno no importa que página era, hallé la que quería escuchar, eso es lo que cuenta) y comencé a leer, entre línea y línea la miraba a los ojos y noté que sus pupilas brillaban con el fulgor de la felicidad y una tímida lágrima asomaba tierna de las comisuras de sus hermosos ojos café. La madre que seguía la escena desde detrás de mi persona, no terminaba de salir de su asombro; ¡su hija entendía, lo entendía todo! y podía comunicarse. Después que terminé de leer la página, me acerqué a su rostro y le besé la mejilla con la ternura propia del padre que se despide de su hija, luego me dirigí a la madre y le propuse: -Ya sabe un parpadeo es "no", dos parpadeos significan "si" Me despedí y le dije a mi asistente de grupo, -¿nos vamos?- A la salida Mona me preguntó el porqué no les había dado a firmar el contrato -¡Lo tenías en el bolsillo! ¿Qué pasó? ¿Por qué no cerraste la negociación? -Ellos no necesitan libros, no estos al menos y yo seré una mierda pero ¿sabes, amigo mío? no soy tan mierda... |
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