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El misterio de la vieja casona de la Avenida Rivadavia
prosa [ ]

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por [Espartako ]

2005-09-20  |     | 



Dalmiro caminaba todos los días, diez cuadras para llegar hasta su estudio, todas ellas sobre la Avenida Rivadavia. Había algo en su cotidiano trayecto que se había convertido con el tiempo en un gran interrogante, que nunca pudo develar a pesar de los años que vino pasando por el mismo sitio.


La vieja mansión ocupaba un terreno de unos cincuenta metros de frente y otros tanto de largo. Es lo que se permitía apreciar desde la vereda, por la que él transitaba diariamente, ya que la construcción que se hallaba sobre el fondo del lote, era apenas visible. Los arbustos y árboles que interceptaban la visión, permitían solamente ver las dimensiones aproximadas y el trazo grueso de la arquitectura, pero era imposible vislumbrar sus detalles. El parque que se interponía entre el portón de entrada y la morada, era un digno ejemplo de cómo debía ser un jardín desde la óptica del romanticismo. Ninguna simetría, ningún orden preestablecido, ningún despliegue de figuras geométricas. Solamente árboles desiguales con muchos arbustos y malezas, colmados de enredaderas, creciendo por lo bajo una notable variedad de flores silvestres. Este lugar era de los más antiguos de la zona, actualmente poblada de grandes edificios. En este sitio parecía como que el tiempo no hubiera transcurrido nunca.

De la infinidad de veces que Dalmiro había pasado por la vereda de la casona jamás había visto entrar ni salir a nadie de allí, y ni siquiera pudo saber nunca, quienes eran sus propietarios. Ni sus amigos, ni las personas que con él hablaban, jamás habían hecho algún comentario al respecto. Casi como que esa residencia y su misterio, solamente existían para él. En ese instante se dio cuenta que él mismo nunca había sacado esto, como tema de conversación para absorber algún decir sobre ello.

Una mañana al despertar, Dalmiro creyó recordar, que alguna vez, en el momento justo en el que él pasaba por allí, el haber visto pasar una cantidad significativa de gente llevando un grueso de elementos, que en el momento actual le costaba identificar o saber a ciencia cierta de que se trataba. Incluso llegó a dudar acerca de la veracidad de esa huella mnémica. Le era imposible fijar el tiempo transcurrido desde entonces, y por otro lado no recordaba más que esa situación particular, que no tuvo continuidad en el tiempo. Fue la única vez que vio movimiento en ese lugar, siendo que él pasaba por allí todos los días.

Una tarde revisando viejas revistas de su innumerable hemeroteca, se encontró con una nota donde aparecía una fotografía de la casona. El título decía: “Comienza el rodado del nuevo film de Roberto Grandoni”, mientras que el ejemplar databa de quince años atrás, más precisamente de agosto del noventa. Entonces fue que interpretó après coup, que el recuerdo de aquella mañana, seguramente debería coincidir con la nota que tenía ante sus ojos. Pero si fuera así, el problema comenzaba a ser, que si el inicio del rodado habría sido aquel día, nunca llegó a percatarse de su continuidad. Era imposible que toda la película haya sido hecha en una sola jornada, y por otro, no recordaba haber visto nunca en las carteleras de los cines de Buenos Aires, el estreno de La Mansión Tenebrosa, que era el título que daba aquel semanario. El misterio que Dalmiro tenía con respecto a esa residencia se le multiplicó por varias cifras.

Al otro día, pasando por la vereda de siempre, y viendo el portón de metal oxidado a medio abrir, no pudo resistirse a la excesiva curiosidad que lo embargaba y decidió cruzar el lúgubre parque para llegarse hasta la casona. Nadie pudo impedirle entrar en ella, y una vez adentro se encontró con una magnánima soledad y un absoluto abandono. Un par de polillas revoloteaban alrededor de unas viejas cortinas de lienzo amarillento, que indudablemente eran su alimento. De repente cortó el silencio un ruido a su retaguardia, y dándose vuelta vio que un ratón se introducía en un hueco del zócalo de pinotea. Levantó la vista y vio la proliferación de telarañas en el cielorraso, y en las esquinas que formaba este con las paredes. Dalmiro ya se había intranquilizado, y por otro lado no encontraba en el sitio, nada que pudiera evacuar sus interrogantes.

Una extraña voz le dirigió unas palabras, y girando la vista para saber de quien se trataba, se encontró conque un esqueleto sentado cómodamente en un sillón, echando humo con una pipa y con un vaso de un raro cóctel verde entre sus falanges, le decía:

-Hace años que te estábamos esperando Dalmiro. Eres el personaje que nos faltaba para comenzar a rodar el thriller. Al fin has llegado. Espero que puedas cumplir con tu papel.

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