No es común verse reflejado en el pellejo de otra persona;contemplar rasgos propios que nos revelan facetas que acaso ignorábamos de nosotros mismos.
La sensación es peculiar;singular la manera en cómo éstos individuos de la ciudad de los espejos se han especializado en reflejar nuestro mundo interior,el que sólo conoce cada uno de nosotros.
Decir que es ameno,que es grato,que podría envanecer nuestro orgullo es quedar limitado en palabras cuando en realidad las múltiples sensaciones antecedidas por inesperados reconocimientos,van acompañados del vértigo ante el lado oscuro y desconocido de aquello que ocultamos sin saber.Por ello la experiencia resulta ser un tanto ambigua sin llegar a precisar cuán positiva o negativa sea.Por ello,los forasteros que deciden enfrentarse a su destino,al llegar a la ciudad de los espejos,no resisten más de un día ante la posibilidad de conocer lo más recóndito que hay dentro de su ser.
Se especula que los que se quedaron,terminaron en convertirse en maestros de la vida,sabios únicos en su especie,poseedores de los secretos del universo,conocedores de los designios de los dioses para con los hombres.
Se supone que la psicología no ha ahondado tanto;que los habitantes de esa ciudad,son expertos,eruditos conocedores del alma,de los vericuetos más profundos de la consciencia,indagadores veteranos de los abismos y laberintos del pensamiento humano.
A veces suelo creer,cuando recuerdo mi estancia en la ciudad de los espejos que, tales escenificaciones o representaciones hechas por cada uno,vienen a ser una forma de mofarse y reírse de nuestra insignificante pequeñez ante la magnificiencia del cosmos y de la vida.
La experiencia resulta pues sui generis. Por momentos,cuando uno pasea por las calles de la ciudad de los espejos,llega uno a sumirse en la sensación de que está rodeado de sí mismo,con la rara particularidad de que quienes le acompañan en su paseo,son actores que interpretan el papel de quien resultó ser uno en sus diferentes etapas de la vida.Es por ello que resulta ser menos que ridículo el confrontar:errores,fracasos,caídas,que acaso logran ser sopesadas ante ciertos triunfos,pequeños instantes y momentos de gloria,que vistos friamente,resultan ser un tanto efímeros,resultan ser un tanto escasos ante tanto y tanto siendo así que la escenificación del teatro de la vida de uno,provoca no menos que la risa o el llanto.
Sin embargo hay algo que rescatar de todo ello:en la ciudad de los espejos aprende uno a reírse de sí mismo;aprende uno a fortalecer y enriquecer el espíritu;aprenden los que se quedan a convertirse en aquellos magos denominados...Los Maestros de la Virilidad.