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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-05-10 | |
INVITACIÓN
Aquel árbol, por ejemplo, tiene doscientas ochenta y cuatro ramas. Sabiendo que cada rama tiene como promedio trescientas cuarenta y siete hojas, es fácil concluir que aquel árbol tiene un total de noventa y ocho mil quinientas cuarenta y ocho hojas. ¿No cree, amigo mío? El hombre que calculaba – Malba Tahan --------------------------------------------------------------------------------- Querido Amigo: Decidí escribirte esta carta aprovechando el hecho que estoy vivo, circunstancia ineludible a la hora de escribir o ejercer cualquier actividad de la esfera humana. Sobre esta base, que estoy vivo, deducirás fácilmente que nací. Reconozco que mi memoria no recuerda ese acontecimiento. Pero me atrevo a no dudar que esto acaeció, dada la confianza que me inspira el relato sobre el particular que me han brindado mis padres. Según ellos me cuentan, habría sido el día 6 de junio del año 1957. Si tomo como punto de partida para el cálculo de mi edad esa fecha, puedo asegurar que tengo “X” cantidad de años. Sin embargo, me entero hace ya mucho tiempo atrás, el individuo que hoy soy “Yo” proviene de la unión de un espermatozoide de mi padre con un óvulo de mi madre. Ello generó una célula microscópica, que luego fue dos, después cuatro, y así sucesivamente, hasta que crecí a un tamaño que obligó a mi madre, en cuyo vientre se desarrolló este proceso, a expulsarme de su cuerpo de un modo bastante agresivo. Pero, volviendo al tema de mi edad, sucede que, en definitiva, yo soy o comienzo a ser a partir del mismo momento de la gestación; cuando papá y mamá hicieron lo que ya sabemos. En ese mismo instante se hizo la primera célula que terminaría por ser “Yo”. Jamás otra, sino sólo esa primera célula podía ser “Yo”. Si se hubiera destruido, “Yo” no existiría. Entonces: ¿Cuál es mi edad? Mi edad exacta es “X” más nueve meses aproximadamente. ¡Y, sí! me siento un poco más viejo que muchos de los que nacieron el mismo día, mes y año. Se trata, sin ninguna duda, de una cuestión de conciencia. Soy consciente, por el análisis de la realidad, de mi primer momento de existencia; luego, soy nueve meses mayor que el resto. La cuestión, amigo, es que el motivo de esta carta es invitarte a mi cumpleaños. Comprendería perfectamente que, después de mi introducción, estés pensando que no corresponde que lo celebremos el 6 de junio. ¡Tienes toda la razón! En tal caso, dejo a tu criterio evaluar entre esa fecha o el 6 de septiembre. Esta última sería la correspondiente a la del primer momento de mi gestación. Nueve meses antes de nacer; el día que papá y mamá... Confío en que sabrás disculparme la dificultad que representa para mí establecer la certeza sobre ese día tan particular. En definitiva la fecha de alumbramiento es verificada por una cantidad respetable de personas: los padres, el médico, la partera, algún pariente o vecino. No pasa igual con la de gestación. Sucede que si nuestros padres se relacionan a diario ¿Cómo establecer fehacientemente cuando se produjo el hecho que nos interesa? Dejo en tus manos la tarea de informarme en cual de las dos fechas prefieres venir. Avísame, por favor, no quisiera hacer los preparativos y quedarme comiendo y bebiendo sólo. Además no eres el único invitado y tenemos que ponernos todos de acuerdo en una fecha o al menos armar dos grupos bien definidos. Sé que entenderás mi preocupación del mismo modo que yo entiendo la tuya. Y tanto es cierto esto último que ahora mismo caigo en la cuenta de que tú bien podrías no estar tan interesado en celebrar mi nacimiento como lo estoy yo. Es indudable que tu propio nacimiento es importante para ti y tus padres pero ¿Por qué debiera interesarte el mío, siendo que no somos parientes? Siendo como somos amigos, pudieras tomar como criterio que para ti yo nací el día en que tú me conociste. Que yo ya existiera desde antes es lo de menos. No existía para ti. Aparecí en tu vida el 29 de Noviembre. ¿Te parecería mejor establecer esa fecha como el día en que ambos nacimos el uno para el otro? Yo no lo vería nada mal. Tienes razón, esa es nuestra fecha en común, la que nos importa a ambos, la que nos marcó para toda la vida. ¡Bien! Entonces te espero el 29 de noviembre. Tú me dirás a que hora. Prefería que fuera por la tarde para no terminar la reunión muy entrada la noche. No sé que día cae y si al siguiente hay que ir a trabajar mejor no trasnochar. Quizá exista la posibilidad de que ambos podamos tomarnos libre el siguiente. Si así fuera me escribes para congeniar. No estaría nada mal la idea y, de ser así, no haría falta que fuera a la tarde. Vienes a cenar directamente y luego nos vamos a tomar unas copas por allí con otros amigos que quieran celebrar con nosotros. Aunque no sé si les interesará festejar algo que no les incumbe. Pero esto no importa. Esa es una cuestión que ellos deberán decidir. Espero tu respuesta. Daniel Adrián Madeiro Copyright © Daniel Adrián Madeiro. Todos los derechos reservados para el autor. |
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