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Sobre el Séptimo Arte en Panamá:
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por [Songo ]

2007-11-05  |     | 



Por: Edilberto González Trejos

El cine también conocido como el Séptimo Arte surgió a finales del Siglo XIX, feliz conjunción de hallazgos de personas como Thomas Alva Edison, George Eastman y los hermanos Lumière, que permitieron la magia de la proyección de imágenes en movimiento.

Podemos afirmar que la era del cine empezó oficialmente el 28 de diciembre de 1895, cuando los hermanos Lumière, presentaron aquel programa iniciático e histórico de breves películas a un precio simbólico, al público en el sótano de un café de París. Luego vino el mago Méliès con su embrujo y el cine no ha dejado de maravillarnos hasta ahora.

A continuación presentaré un recuento histórico sobre el cine en Panamá, basado en buena parte en la obra “Breve Historia del Cine Panameño” de César del Vasto y Edgar Soberón Torchía y complementada con una entrevista efectuada al propio Del Vasto, así como previa y posterior investigación de campo y cibernética.

La investigadora colombiana Leila El`Gazi Durán detalla que a bordo del vapor Holstia, donde venía la compañía del prestidigitador de origen sueco Balabrega, llegados al puerto de Colón el 13 de abril de 1897, se trajo un vitascopio de Edison. La primera presentación de imágenes en movimiento en el Istmo se dio el día miércoles 14 de abril de 1897 en un lote ubicado entre la Avenida del Frente y Calle Sexta de Colón. No se tiene el detalle del repertorio, pero se pudiese llegar a la conclusión de que se proyectaran los mismos títulos proyectados en Colombia más tarde, a saber Las señoritas Shalt en el baile de las palomitas, La serpentina, Elena y Marta con el andarín de Carlos y El martirio de Juana de Arco, entre otros. Balabrega continuó rumbo a Panamá y el 19 de abril presentó el vitascopio en la capital.

Puedo imaginarme el impacto causado en nuestro público istmeño de 1897, la admiración ante las imágenes en movimiento.

A pesar de que el operador francés Gabriel Veyre había visitado costas panameñas con anterioridad a Balabrega, no fue hasta su segundo viaje en 1897 - 2 meses después de la visita del sueco – que hizo las primeras exhibiciones del cinematógrafo de los Lumière. Las mismas eran llevadas a cabo los martes, jueves y domingos del mes de junio de 1897, de lo cual deja testimonio El Istmo de Panamá del 29 de junio y del 2 de julio de 1897. No se tiene la información de los cortos proyectados por Veyre, no obstante el repertorio incluía aquéllos proyectados por los hermanos Lumiére en el “programa iniciático” de 28 de diciembre de 1895, a saber La salida de los obreros de la fábrica Lumière, El regador regado, El sombrero cómico, Vapores de pasajeros en el Sena, etc.

Nuestra nación que aún no era país se había abierto a la maravilla del Séptimo Arte. Amanecía el Siglo XX.

En efecto, se duerme el Siglo XIX en el infinito dolor y amanece el Siglo XX bermejo y agitado. Pasa la Guerra de los Mil Días, nos separamos de Colombia el 3 de noviembre de 1903, se afinca la influencia estadounidense en el corazón del país.

Durante la primera mitad del Siglo XX, podemos destacar la apertura de las primeras salas de cine en Panamá. Pasamos de las carpas a las salas y La Aurora inaugurada en 1909 fue la primera. En 1910 abre la sala Sara Bernard (sic), inspirada en el nombre de la actriz Sarah Bernhardt. Asimismo podemos mencionar la apertura de salas como los Teatros El Dorado (1913), Cecilia (1914) y con posterioridad Variedades, Amador, Strand en Colón, Amalia en Chitré y muchos más en la ciudad y a lo largo del país.

El ejército norteamericano filma ampliamente la República de Panamá desde 1904, no obstante era escasa o nula la filmación de “imágenes propias” por parte de nuestra gente. Del Vasto y Soberón Torchía reportan que los descendientes de José Antonio Sosa y John de Pool, respectivamente camarógrafo panameño y laboratorista francés, han declarado que ambos realizaron noticieros en las décadas de 1920 y 1930 así como aquellos efectuados por Manuel Ricardo Sánchez Durán y John Heymann. No obstante, el grueso de la actividad cinematográfica en la primera mitad del Siglo XX se concentraba en comprar y comercializar producciones extranjeras para su posterior proyección en las salas de cines.

No fue sino hasta 1946 en la provincia de Veraguas cuando Carlos Luis Nieto, un apasionado por el cine, filmó el primer mediometraje de ficción del que se tiene noticia en Panamá, llamado “Al calor de mi bohío”. Nieto era costarricense casado con una santiagueña y establecido en la provincia aquella se hizo propietario del Cine María Luisa. La película como señala Del Vasto fue una muestra local del “cine de pecadoras” muy popular en el cine mexicano, en el cual la protagonista era seducida y abandonada por un rufián, tras lo cual se arrojaba ésta a la mala vida. El elenco incluía a Aurea Torrijos, Uriel Santacoloma, América Hill, Santander Tristán, Augusto Castillero, Carlos Francisco Changmarín y Robert Hidalgo.

Considero que “Al calor de mi bohío” fue un punto de inflexión y podemos hablar de un antes y un después. Más allá las carencias y la situación precaria de la producción nacional, surge el primer filme panameño.

De esta manera una compañía recientemente creada de nombre Panamá Sono Films produce la película de ficción “Cuando muere la ilusión” en 1949. El argumento se circunscribe al ya mencionado “cine de pecadoras” y contó con un elenco formado por Elda de Ycaza, Irma Raquel Hernández, Rosendo Ochoa y Manuel Martínez.

Vemos como el panameño culturoso empieza a interesarse en el cine y gracias a los esfuerzos de personas como Ladislao Sosa, panameño quien estudió cine en México y trató de hacer industria cinematográfica en Panamá. Sosa crea una especie de escuela y se considera el Padre de la Publicidad e Imagen panameña, rompiendo el paradigma existente hasta entonces del predominio de las palabra escrita.

Sobresalen en esos años producciones como “El misterio de la pasión” filmada en San Francisco de la Montaña, provincia de Veraguas en 1954 por el Padre Ramón María Condomines con los moradores de dicho pueblo, representando la Pasión de Cristo; “Panamá, tierra mía” (1965) de Jorge I. De Castro y la actuación de Ralph Joren (seudónimo de Rafael Arrocha), Deborah Carbone, Claudio LoPolito, Mara Dess, Conjunto Canajagua, Margarita Escala. De Castro de igual forma produce en 1966 el largometraje de 90 minutos “Ileana, la mujer” con un gran presupuesto para esa época – treinta mil dólares – con la actuación de Isabelita Damián, Donaldo Cardoze, Scarlett Cunningham, José M. Zardón, Ema Rodríguez, Antonio Damián.

Al llegar a la década de los 60, la Televisión irrumpe en la vida nacional con gran ímpetu y su influencia es notable. En esa misma década, camarógrafos como Enoch Castillero, Eduardo Martínez y otros, dejan para la posteridad el metraje de los trágicos hechos del 9 de enero de 1964.

Al cierre de la década de los 60 un cineasta nacional llamado Carlos Montúfar – o Carlos de Panamá – produce “Underground en Panamá” (1969) sobre la conquista del espacio, en inglés y español.

En los años 70, surge el GECU – Grupo Experimental de Cine Universitario – y un giro ideológico importante, de cara a los Tratados Canaleros que se firmaron en 1977. Hubo una cantidad significativa de producción nacional comprometida a dicha causa, conocidos como los documentales de GECU. Dentro de todo ello, destacó una producción llamada “La historia de un soldado sin ejército” del año 1977, de Sergio Cambefort sobre y con el personaje callejero “Frankie Thomas”.

En los años 80, además de los cortometrajes, vemos el surgimiento de videos musicales, a raíz del Concurso de Video Maxell. Destacamos cortometrajes como por ejemplo “Nosotros, los del Silver Roll” (1981) de Gerardo Maloney y Reynaldo Holder, “Quemando la nave” (1985) de Olmedo López con Danny Calden, Vielka Chu, Héctor Rodríguez, una adaptación del cuento “El jazzista y su mujer” de Justo Arroyo y videos como “Algo de ti” (1985), “Tulivieja” (1986) ambos de Luis Franco Bentley, “Nacer de ti” (1986) de Iván Rangel y “Carrusel” (1989) de Eduardo Harker.

La invasión norteamericana explota ante nuestros ojos como un artificio envenenado. Al iniciar la década de los 90, el metraje de la invasión se unió a producciones de Sandra Eleta, Yisca Márquez Díaz, Fernando Martínez y otros quienes intentaron hurgar en el tema.

En la era post-invasión surge el CIMAS – Centro de Imágenes y Sonidos – que concibe y apoya a un número plural de producciones. De la producción de los años 90 podemos mencionar – mención meramente subjetiva- producciones como “Tambo jazz” (1992) de Gerardo Maloney, la cual se ve enriquecida con músicos tales como Víctor Boa, Bárbara Wilson, Danilo Pérez y muchos más; “Teresa Batista” (1992) de Jorge Cajar, “Memoria enlatada o Qué lata no tener memoria” (1993) de Joaquín Horna y Jorge Cajar, “India dormida” (1994) de Luis Franco Bentley y Edgar Soberón Torchia, “El mandado” de Pituka Ortega Heilbron.

La muestra previa noventera es apenas un preámbulo para que el lector se interese en las producciones nacionales que pueden pertenecer a distintos géneros como documentales, musicales, toda clase de ficción, en corto, medio o largo metraje, desde los inicios de las producciones panameñas hasta el día de hoy.

Nos encontramos bien avanzados en el Siglo XXI con una recién aprobada Ley de Cine (La Ley 36 de 19 de julio de 2007), no obstante con una clase intelectual rezagada a la realidad de las imágenes en movimiento. Prima entonces un acercamiento y un amistarse con el Séptimo Arte, cultivado por rebeldes, artistas puros, experimentadores algunos, fascinados los pocos, que puede - y debe – convertirse en nuestro espejo vital y viviente por excelencia. Esfuerzos como los de Alexandra Schjelderup, los cine clubes, la realización de Festivales como el Ícaro en la capital y en David, Chiriquí, son signos auspiciosos del cine en Panamá.

Con todos los antecedentes del Siglo pasado, con “One Dollar (El precio de la vida)” (2001) de Héctor Herrera, “The Weeping Woman of the River (La Llorona del Río)” (2001) de David Becerra, “La noche” (2002) de Joaquín Carrasquilla, “El plomero” (2002) de Jonathan Harper, “Los puños de una nación” (2005) de Pituka Ortega Heilbron, “Los camisones de mi vieja” (2005) de Dylan Arias y Carlos Alberto Voloj, así como muchas otras producciones buenas que se están cocinando ante nuestros ojos, aquí y ahora ¿estamos al tanto de ello? ¿estamos apreciando nuestro cine hoy día?

Hablando en lenguaje cinematográfico, aquí les dejo este “teaser”. Los animo a ver las cintas.

Panamá, agosto de 2007.-
Publicado en la Edición Nº14 de la REVISTA LOBBY
www.lobbylife.com

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