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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-07-13 | | Hace 47 años, el 3 de julio de 1961, el gran “Papa” Hemingway se quitó la vida. En una habitación de su casa solariega en Ketchum, estado de Idaho, colocó el cañón de su escopeta en el paladar y jaló el gatillo. Así dijo adiós a las armas el Viejo y se internó en el mar de la eternidad, rumbo a las verdes colinas en donde las campanas siempre doblan a vida y no hay ya más quinta columna que la de los hombres que han encontrado la luz. El legado de Ernest fue la inmortalidad de su literatura. El morbo de quienes le recuerdan primero por una vida compleja y caótica no hace mella en su arte. Después de la muerte, dos conocidos declararon que durante los siete meses anteriores Hemingway era un fantasma de lo que había sido. ¿Y? Quien haya visitado Finca Vigía en las afueras de La Habana no me dejará mentir: esos artistas pueden abandonar la carne, pero su energía queda ahí. Como regalo veraniego a los lectores y con el deseo de que más de uno corra a la librería y compre los libros –lo cual es más productivo, más placentero e infinitamente menos costoso que irse a la playa-, algunos fragmentos hemingwayianos: De “Los asesinos”, de Hombres sin mujeres: “Recordaba perfectamente la época de su plenitud, apenas hacia tres años. Recordaba el peso de la chaqueta de torero espolinada de oro sobre sus hombros, en aquella cálida tarde de mayo, cuando su voz todavía era la misma tanto en la arena como en el café. Recordaba cómo suspiró junto a la afilada hoja que pensaba clavar en la parte superior de las paletas, en la empolvada protuberancia de músculos, encima de los anchos cuernos de puntas astilladas, duros como la madera, y que estaban más bajos durante su mortal embestida. Recordaba el hundir de la espada, como si se hubiese tratado de un enorme pan de manteca; mientras la palma de la mano empujaba el pomo del arma, su brazo izquierdo se cruzaba hacia abajo, el hom¬bro izquierdo se inclinaba hacia adelante, y el peso del cuerpo quedaba sobre la pierna izquierda... pero, en seguida, el peso de su cuerpo no descansó sobre la pierna izquierda, sino sobre el bajo vientre, y mientras el toro levantaba la cabeza él per¬dió de vista los cuernos y dio dos vueltas encima de ellos an¬tes de poder desprenderse. Por eso ahora, cuando entraba a matar, lo cual ocurría muy rara vez, no podía mirar los cuer¬nos sin perder la serenidad.” De “Los jóvenes que despiertan al amanecer”, de Androgyne mon amour: “Los jóvenes que despiertan al amanecer pueden asustarse de ser expulsados con demasiada rapidez de sus protectores sueños de una madre, no recordados. Repentinamente, entonces, pueden sentir la verdadera enormidad de la exposición a la casualidad. La mañana que recién comienza, está colmada de demandas susurradas que ellos sospechan no poder satisfacer. ¿Y en quién pueden confiar suponiendo, temerariamente, que todavía sean capaces de confiar sino en alguien (tú) cuyo nombre ha regresado a la confusión de muchos nombres de anoche? Te miran con precaución mientras te das vueltas y suspiras en sueños. Están envidiosos de ti, de tu sueño, que todavía te protege de los susurros que se hacen más audibles cada instante. Se sientan, con cuidado, en el borde de tu cama, agobiados y temblorosos como viejos sentados en los bancos, tosiendo con tos de fumadores… Pregunta: Si no estuvieras durmiendo ¿los llevarías otra vez contigo al cálido olvido, o, si te despertaras en este momento, acaso ellos no serían para ti tan sin nombre como tú para ellos, y aún menos confiables? Probablemente sí, ya que el recelo es, entre las divisas heráldicas del escudo de tu corazón, la que parece más indeleble, como si estuviera tallada allí, o grabada a fuego. ¿Qué les queda por hacer entonces, más que sentarse cuidadosamente al borde de tu cama, mirando de soslayo la prisión de luz que ha traído la mañana? ¿Será mejor a las diez que a las siete? Otra pregunta cuya respuesta, equívoca, espera en el magistral tictac del reloj, de tantos, tantos relojes. Y así, sin que nadie haya pronunciado sus nombres ni haya tocado sus cuerpos agobiados, descienden otra vez al misterio de la cama, tras haber cerrado los postigos para dejar atrás el día un atardecer más.” De Por quién doblan las campanas: “Después se acomodó lo más cómodamente que pudo, con los codos hundidos entre las agujas de pino y el cañón de la ametralladora apoyando en el tronco del árbol. […] “Cuando el oficial se acercó al trote, siguiendo las huellas dejadas por los caballos de la banda, pasaría a menos de veinte metros del lugar en que Robert se encontraba. A esa distancia no había problema. El oficial era el teniente Berrendo. Había llegado de La Granja, cumpliendo órdenes de acercarse al desfiladero, después de haber recibido el aviso del ataque al puesto de abajo. Habían galopado a marchas forzadas, y luego tuvieron que volver sobre sus pasos al llegar al puente volado, para atravesar el desfiladero por un punto más arriba y descender a través de los bosques. Los caballos estaban sudorosos y reventados, y había que obligarlos a trotar. […] “El teniente Berrendo subía siguiendo las huellas de los caballos, y en su rostro había una expresión seria y grave. Su ametralladora reposaba sobre la montura, apoyada en el brazo izquierdo. Robert Jordan estaba de bruces detrás de un árbol, esforzándose porque sus manos no le temblaran. Esperó a que el oficial llegara al lugar alumbrado por el sol, en que los primeros pinos del bosque llegaban a la ladera cubierta de hierba. Podía sentir los latidos de su corazón golpeando contra el suelo, cubierto de agujas de pino.” De Un lugar limpio y decente: “¿Qué temía? No era temor o miedo. Era una nada que él conocía demasiado bien. Todo era nada y un hombre era también nada. Algunos vivían en ella y nunca la sentían, pero él sabía que todo era nada y pues nada y nada y pues nada. Nuestra nada que está en la nada, nada sea tu nombre y nada tu reino y tuya será la nada en nada como es en la nada. Danos esta nada, nuestra nada de cada día y nada a nos en la nada, pero líbranos de la nada; pues nada.” De Verdes colinas de África: “Los buenos escritores son destruidos en su país y sus talentos marchitados por exceso de ambición, por los elogios desmedidos, por sus pretensiones de intelectualismo y de superioridad. “En cierta época de sus vidas, los escritores suelen convertirse en líderes. ¿A quiénes conducen? Poco importa. Si no tienen discípulos los inventan. Y es inútil que aquellos que han sido escogidos como discípulos, protesten. En este caso se los acusa de deslealtad... Hay otros que ensayan salvar su alma con 10 que escriben. Es un medio fácil. Otros, todavía se arruinan por la primera suma de dinero recibida, la primera alabanza, el primer ataque, la primera vez que descubren que no pueden escribir, o bien se asustan e ingresan a asociaciones que piensan en lugar de ellos. “Piojos de la literatura, gusanos para anzuelo, metidos en una botella, que tratan de derivar conocimientos y alimento de su propio contacto.” Molcajeteando… La sombra del “News Divine” nos habrá de acosar como las Erinias -hijas de sangre inocente derramada- hasta en tanto no se haga justicia. Habrá quien crea que el cese de dos altos funcionarios del gobierno capitalino y la consignación de algunas docenas de agentes, entre ellos un jefe policiaco de cierta importancia, es evidencia de que estamos ya en el Imperio de la ley, pero en realidad apenas se trastabillea… y no es seguro que sea en ese sentido. El valiente ombudsman Emilio Álvarez Icaza dijo que hoy se han tomado medidas hasta hace poco impensables en tragedias sociales atribuibles a la autoridad, pero yo creo que estamos en peligro de un gatopardismo. La secuela del incidente confirma que la clase política, sea de derecha, de centro o de izquierda, progresista o reaccionaria, es por encima de todo implacable y astuta para mantenerse en el poder. La diferencia entre el triste espectáculo de un Joel Ortega vociferando que no permitiría “el desprestigio” de una larga carrera, y la elegante callosidad de un Marcelo Ebrard al asegurar que tomará “las decisiones que correspondan”, es sólo de escenografía. Entre el “halconazo” del 10 de junio de 1971 y el “antrazo” de hace unos días, sí hay un país distinto, pero en lo electoral y muy poco en materia de justicia. No ofenderé la inteligencia de los lectores con ejemplos. A 37 años, hay presuntos responsables señalados, algunos ya fallecidos (Echeverría, Moya Palencia, Nazar Haro, De la Barreda Solórzano, Díaz Escobar, González Aleu, Delgado Reyes, San Martín Arrieta, Barrón Rivera, Romero Ramírez, Flores Reyes, entre otros). ¿En el 2045 la historia registrará otro listado de “presuntos” como resultado de las investigaciones de la carnicería provocada en la discoteca? La CDHDF impuso una recomendación que podría ser el detonador de acciones más profundas puesto que tiene que ver con la ética y con la moral del ejercicio del poder: ofrecer disculpas públicas y -esto no lo dijo la Comisión, lo digo yo- separarse del cargo, cual sucede eventualmente en sociedades que han transitado a estadios democráticos superiores y en donde hay una conciencia cívica generalizada de valores cuyo cumplimiento se garantiza por la aplicación de la ley, sí, pero también por el ejercicio del voto. Mas en el reino de la impunidad, a la exigencia de responsabilidad le llamamos “compló”, o, mejor aún, “confabulación mediática” –trátese de López Obrador, de Marín, de González Márquez, de Oliva Ramírez, de Guerrero Reynoso, de Ulises Ruiz, y una larga lista de “servidores públicos”. Y no escapan quienes ahora santurronamente se lavan las manos y esperan complacidos la caída de sus “enemigos políticos”, sin comprender que pueden estar celebrando en la cubierta del Titanic. A finales del 2007, durante unos disturbios en Ecuador, apareció una pinta que traduce un extendido sentimiento: “Acabemos con el crimen organizado. Eliminemos al gobierno.” Tener la entereza de firmar, motu proprio, una renuncia, es lo que diferencia a los íntegros de los arribistas. Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias de la Comunicación de la UPAEP Puebla. 09/07/08 [email protected] |
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