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La resurrección del mundo
ensayo [ ]

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por [Emmet_Fox ]

2006-04-29  |     |  Inscrito en la biblioteca por Edilberto González Trejos



"Porque aún no habían entendido la Escritura según la cual era necesario que Él resucitase de entre los muertos."

JUAN 20:9

La gente que vivió y trabajó con Jesucristo, que lo conoció muy bien, que escuchó sus enseñanzas y oyó sus promesas, en su mayoría nunca entendió el verdadero sentido de su misión, es decir, que él debe morir y literalmente surgir de la muerte como un hombre completo y perfecto. Ellos no entendieron esto del todo y desde los remotos tiempos hasta ahora, el pueblo cristiano tampoco lo ha entendido.
En realidad, existen quienes osan decir que la crucifixión puede haber ocurrido, pero no pueden creer en la Resurrección como un hecho histórico. "Es un relato hermoso", dicen, "pero obviamente un mito", y piden una prueba de que ambos hechos ocurrieron.
No debe haber nada difícil de entender en cuanto a la crucifixión dado que fue un hecho común en aquellos tiempos. Así como tenemos la pena capital en la silla eléctrica o la horca, los romanos tenían la crucifixión. Era estrictamente un castigo romano y no judío. Los judíos algunas veces apedreaban a los malechores hasta matarlos, así también castigaban el adulterio, de manera que, cuando Jesús fue convicto según el derecho romano, la crucifixión era el castigo normal.
La Resurrección, sin embargo, es una historia diferente. Necesita corroborarse para creer que ocurrió. Durante cientos de miles de años antes de que Jesús apareciera en la Tierra, nadie había resucitado, y yo podría agregar que nadie lo ha hecho desde entonces. Existió un puñado de gentes antes que Jesús que transpuso sus cuerpos, pero no reparecieron en la Tierra.
¿Qué prubebas existen d que la Resurrección ocurrió en realidad? Existen varias. Después de la Resurrección, Jesús se apareció a dos de sus discípulos en el camino de Emaús. Se apareció varias veces a los apóstoles, algunas veces en lugares cerrados, otras en lugares abiertos. Él pudo satisfacer a un incrédulo, Tomás, de que no estaba viendo un fantasma, sino un ser real, de carne y hueso. En otra ocasión encendió una fogata en las playas del mar de Tiberias y desayunó mientras esperaba a algunos apóstoles que habían estado pescando toda la noche. En determinado momento se apareció a un grupo de quinientas personas. Incluso Pablo basa su apostolado en haber tenido contacto con Cristo en el camino de Damasco. Pablo está tan convencido de esto que, después de haber perseguido a los primeros cristianos a más no poder, cambió de opinión totalmente y se convirtió en uno de los más grandes exponentes de la enseñanza de Jesús y su resurrección.
Sin embargo, yo creo que existe aún una prueba más clara de la Resurrección. Todos los apóstoles, excepto Juan, murieron violentamente. Pedro mismo fue crucificado de cabeza en Roma. Todos habían recorrido la cuenca del Mediterráneo para impartir las enseñanzas de Jesús, predicando su resurrección y curando al enfermo y al paralítico en su nombre. En aquellos remotos días, creer en la Resurrección y en la segunda venida de Cristo era la prueba del verdadero creyente. Si la Resurrección no hubiera ocurrido, ¿crees que estos hombres hubieran arriesgado sus vidas, exponiéndose a ser decapitados o crucificados por un mito? No, ellos fueron testigos presenciales de la Resurrección, y estaban dispuestos a dar la vida por ello.
La Resurrección ocurrió, pero la mayoría del pueblo cristiano durante estos dos mil años no ha captado el verdadero significado de ella. Por lo tanto, han celebrado la fiesta de Pascua con fe, pero con entendimiento limitado, que ignora el verdadero significado de lo que Jesús vino a enseñar y a hacer, sin embargo, ahora, en esta Nueva Era en que acabamos de entrar, ha llegado el momento en que toda la gente entienda este maravilloso misterio. Mediante el conocimiento y la práctica de la Verdad, la raza humana dará finalmente el mismo paso que Jesús y compartirá su triunfo.
La Pascua es el festival del triunfo. Sigue a lo que tradicionalmente llamamos Semana Santa. La palabra "santa", en el contexto de nuestro estudio metafísico, significa total y completo, no santurrón. Significa salud física; libertad del alma; paz mental, y es unidad de vida que es la Voluntad de Dios para los hombres y mujeres. Eso, nada menos que eso, significa la Pascua. Para mucha gente la pascua conmemora un hecho maravilloso que ocurrió hace diecinueve siglos. Pero creen que tiene poca relación con el presente, y así, la Biblia, en uno de sus momentos más importantes, pierde su significado espiritual. La Pascua no es cosa del pasado, sino un magno y glorioso despertar para nosotros hoy y mañana y para todos los días por venir.
Mucho antes de que Jesús viniera a la Tierra, mucho antes de que Abraham partiera para la nueva tierra, la fiesta de Pascua ya se celebraba. En las civilizaciones antiguas, antes de que se escribiera la historia, la gente celebraba la Primavera, porque esto es la Pascua. El hombre siempre ha celebrado la llegada de la primavera con ritos y ceremonias especiales, porque él, por intuición, siente que la regeneración y la resurrección son parte de la ley de la vida. La verdadera ley de nuestras vidas no tiene parte en la muerte. La muerte no es parte del Plan de Dios. Por la ley fundamental de la naturaleza, todas las cosas vivientes constantemente se renuevan, completan un ciclo y se renuevan. Las estaciones han transcurrido una tras otra, nunca han fallado a través de todos los millones de años de existencia del sistema solar. Después del invierno, siempre ha llegado la primavera. Los árboles parecen morir. Las hojas caen, las flores mueren, pero la primavera llega y las renueva. Hombres y muheres creían que este proceso tenía un mensaje especial para ellos. Así que siempre se ha celebrado el festival de primavera después del equinoccio primaveral.
Entonces Jesús vino a la Tierra. Enseñó, trabajó, sufrió y finalmente murió, por eso debemos hacer de la Pascua algo real para nosotros. Jesús, por supuesto, no necesitaba haber muerto si no hubiera querido. Pudo haber desmaterializado su cuerpo y desaparecido hacia la presencia de Dios sin morir, como otros lo habían hecho. Pero él quería hacer posible que nosotros lo siguiéramos en la regeneración y en la resurrección. Tarde o temprano, como individuos y como raza, tenemos que superar la muerte. La muerte es el último enemigo que debe superarse. Cuando hayamos superado a la muerte habremos realizado la Pascua y habremos realizado nuestro trabajo. Este será el fin del temor, el fin de la enfermedad y la ruina, el fin del pecado y la limitación.
Vendrá el tiempo en que la raza humana superará estos males. Hay quienes dicen que el hombre es necesariamente pecador y que nunca puede dejar de serlo. Tal concepto es ceguera espiritual y un insulto a Dios. El pecado, la enfermedad y la limitación no son parte del Plan de Dios para nosotros. Tarde o temprano los superaremos. Todo lo que dificulta la vida -enfermedad, temor, amenazas de guerra, agresión entre los pueblos-, todo esto desaparecerá. No escuches al pesimista, porque él es ateo de corazón. La verdad es que Dios es bueno y conforme la raza humana reconozca esto cada vez más, todo esto desaparecerá.
Durante cientos millones de años las estaciones nos han contado esta historia una y otra vez, el invireno de duda, temor y frustración finalmente desaparecerá para toda la raza humana. La primavera vendrá con su promesa y el verano con su realización. Esta es la historia de la Pascua.
En la vida de Jesucristo sabemos que el calvario precedió a la Pascua. Jesús sufrió mucho en la cruz -no sufrimiento físico. El paso de los clavos a través de sus manos, la presión de la corona de espinas en el vestíbulo de Pilatos, no produjeron dolor físico porque con su conocimiento de la Verdad pudo fácilmente superarlo. Por más aterrador que pueda parecer el dolor físico, el peor sufrimiento físico no es realmente tan malo como el sufrimiento mental. En la cruz Jesús tuvo que enfrentarse al odio, al temor, al resentimiento, al remordimiento, al ansia y al terror en la mente humana, presente y fututo, y vencer todo esto. Y así lo hizo.
El calvario tenía que preceder a la Pascua porque esta es la historia del corazón humano. Nadie que jamás haya hecho algo realmente digno en el desarrollo espiritual ha podido lograrlo sin pagar el precio. Ninguno de nosotros podrá entrar al reino del cielo sin pagar el precio. Nunca amanece el día de Pascua sin que lo preceda el viernes del Calvario.
Los Evangelios de Jesús no dicen que la salvación sea algo sencillo o que la resurrección sea fácil. No dicen: "Ve todo desde un punto de vista optimista, espera lo mejor, sé tan feliz como puedas y todo saldrá bien". Este tipo de optimismo barato no tiene cabida en la enseñanza de la Biblia. La Biblia dice que porque somos hombres y mujeres y tenemos libre albedrío y autodeterminación, tenemos limitaciones y dificultades que superar. Por supuesto, el conocimiento de la Verdad nos lleva a comprender que todos los problemas que tenemos están en nosotros mismos. Cualquier cosa que parece atacarnos desde afuera es realmente la proyección de algo interno. Todas estas cosas están en nosotros mismos y debemos superarlas. Superarlas es un calvario. La cruz debe superarse primero. Es un símbolo mucho más antiguo que la cristiandad. En el mundo antiguo representaba la limitación. Así pues, la cruz debe superarse. El verdadero símbolo de la Pascua es el círculo, símbolo de la eternidad, de lo espiritual. El círculo, o disco solar si usted quiere, representa el triunfo.
La gran tragedia de la cristiandad es que con frecuencia las iglesias y el clero han enseñado el calvario, y han dejado el símbolo de la cruz y sus sufrimientos al final del mensaje cristiano. Ahora bien, es correcto que a la gente se le haya enseñado la historia del calvario y su significado. Pero transmitir a la gente la idea de que la cruz es la última palabra es dañarlos psicológicamente, empobrecerlos espiritualmente. Esto ha dado como resultado gente desalentada y deprimida; se les ha minado y debilitado su fe y entendimiento de Dios, porque refuerza el concepto teológico erróneo de la caída del hombre. No es lo que Jesús quería y, en realidad, no es lo que Él enseñó. La última palabra en el mensaje cristiano es el Cristo triunfante -hombre perfecto, alma perfecta, perfecta unión con Dios. Así que hagamos a un lado la crucifixión, la cruz del calvario y vayamos a la Resurrección.
Jesucristo se levantó de nuevo porque Él había superado la creencia en la separación de Dios. Lo que la teología llama la Caída del Hombre, es la creencia de que nosotros estamos separados de Dios. La Verdad es que no lo estamos -somos las expresiones de Dios-. Es como si Dios cantara una canción y esa canción es el hombre. Sonos una expresión viva de Dios, no creados en algún tiempo pasado, sino recreados a cada momento. Porque Dios vive, nosotros vivimos, porque somos parte de la autoexpresión de Dios sobre sí. Sin embargo, la gente cree que está separada de Dios, y la ley cósmica dice que lo que realmente creemos es lo que experimentamos.
Es el sentimiento básico de estar separado de Dios lo que llena de temor al hombre y bajo el dominio del temor, actúa de manera extraña. Empieza a exigir lo más bajo, en vez de escoger lo más alto. Cree que puede obtener un supuesto beneficio si miente, engaña o roba. Cree que está "solo" y que debe abrirse camino en la selva de la experiencia humana. Esta creencia en la separación de Dios es la mayor tragedia en la existencia humana, y provoca muchas cosas negativas que son errores de credo y no de facto. Tan pronto como empezamos a reconocer nuestra unión con Dios, todo cambia y todo se regenera.
Jesús nació de una mujer, heredó todas las creencias de raza y tuvo, pues, que pasar sus primeros años entendiéndolas y dominándolas. Tuvo que crecer "en sabiduría y estatura, y en armonía con Dios y el hombre". Finalmente, superó el sentido de separación de Dios en lo que llamamos Resurección. Su cuerpo fue desmaterializado por su pensamiento. Una vez que esto sucede, el cuerpo puede siempre reproducirse de nuevo por el pensamiento, y eso fue lo que hizo Jesús.
Eran las primeras horas de la mañana de aquel día de Pascua. Todo era tranquilidad en el jardín donde Jesús yacía. La multitud ya se había marchado. Jesús había sido bajado de la cruz y su cuerpo estaba amortajado como era la costumbre. La gente había murmurado entre sí: "¿Quién hubiese imaginado que esto podría pasar?" Él era el más popular en Jerusalén. ¿Por qué? Apenas la semana pasada alguien lo había llamado Cristo, el Rey, y otros habían cantado Hossana al Hijo de David. ¿Quién hubiera pensado que esto podría pasar tan rápidamente?
Jesús fue enterrado en una tumba nueva y la entrada fue sellada con una gran piedra. Todo había acabado. La multitud siguió su camino, la gente daba muestras de resignación y hablaba en voz baja: "Bien, la muerte es la muerte", pero no toda la gente; no María Magdalena. Ella había amado a Jesús tanto que fue la última en la crucifixión, y ahora fue la primera en el sepulcro. Ella llegó cuando aún estaba oscuro, poco antes del alba, ese mágico momento en que la bruma se levanta de los campos y el velo entre los dos mundos es un poco más delgado que en otros tiempos.
La mayoría de quienes cantaron Hossana, seguidores de Jesús, se habían alejado después de la marcha triunfal de entrada en Jerusalén. Es fácil subir al carro de la banda y tocar los tambores mientras el desfile pasa, pero después que el bullicio termina esta misma gente desaparece. Incluso los apóstoles de Jesús estaban escondidos por temor a las autoridades, y algunos de sus discípulos pensaron que Jesús era un fiasco, porque, como lo señala la Biblia, no entendían que Él debía morir y resucitar.
El mundo no admira el fracaso incluso si es glorioso. El mundo admira el éxito y nada importa tanto como el éxito para la mayoría de la gente, aún cuando este éxito no sea digno de tomarse en cuenta. Algunas veces, aun en nuestros mejores momentos, parecemos ser un fracaso, al menos para aquellos que ven con malos ojos. Incluso podemos parecer un fracaso en nuestra autoimagen. Este es el tiempo preciso que necesitamos para recordar la historia de la Resurrección, porque no es la historia de la derrota, sino de la victoria.
Sí, María estaba allí en la tumba. Ella no había olvidado. En su corazón de corazones la intuición de mujer le había dicho de alguna manera que ella debía verlo de nuevo. El amor siempre se abre camino. Ella estaba allí en el sepulcro...y para su sorpresa y quizá desaliento, descubrió que la piedra ya no estaba en la entrada. Pedro y Juan estaban un poco alejados y ella se dirigió a ellos precipitadamente exclamando: "Han sacado al Señor del sepulcro, y no sabemos a dónde lo llevaron". Lo primero que pensó fue que los soldados romanos habían ido a sacar el cuerpo. Pedro y Juan corrieron hacia la tumba. Pedro era un hombre de edad madura y robusto, así que Juan lo dejó atrás. En un momento Pedro lo alcanzó y entró primero a la tumba y Juan detrás de él. Descubrieron que Jesús ya no estaba allí...pero curiosamente los mantos con que había sido envuelto estaban sobre el suelo. Si los soldados romanos hubieran tomado el cuerpo no hubieran tenido tiempo para quitárselos.
Pedro y Juan estaban perplejos porque entonces no comprendían realmente que Jesús debía resucitar. Fueron a informar a los demás. Pero María permaneció allí llorando, con la vaga esperanza de que su amor por Jesús la llevaría a encontrarlo. Y entonces, sin saber por qué, se inclinó para ver dentro del sepulcro y vio dos ángeles vestidos de un blanco destellante.
Como ya lo dije en un capítulo anterior, hay algunos que dicen: "Es una historia interesante, pero los ángeles no existen y, por lo tanto, Magdalena realmente no pudo haberlos visto"; y es lógico lo que dicen en cuanto a su propia percepción. Esas personas nunca verán ángeles hasta que no haya un cambio espiritual en ellas, porque quienes ven ángeles son los que creen en ángeles.
A menos que creas que todo el universo es la vestidura de Dios, y amenos que creas que tus ángeles están en otras partes, nunca los verás. Si crees en los ángeles, los ángeles vendrán a tu vida. No serán las figuras convencionales que los artistas pintan, sino los mensajeros de Dios. Como dice Pablo: "Algunos han recibido ángeles sin saberlo". Dios envía ángeles siempre que estés preparado para ellos y los necesites. Los ángeles son la inspiración de Dios. Son el valor que Dios envía en tiempos difíciles. Son la ayuda material que Dios proporciona en una emergencia. Son el aumento de entendimiento necesario para que sanes o para tu demostración. Mientras más creamos en los ángeles, más seguro es que vendrán cuando los necesitemos.
María Magdalena vio ángeles y ellos tenían un mensaje para ella: "¿Por qué buscas entre los muertos al que vive?" Ella se retiró sin comprender completamente el mensaje. No había asimilado el verdadero estado de las cosas. Ella aún pensaba en la muerte de Jesús en vez de la muerte del Cristo Viviente. Eso es lo que mucha gente hace cuando un ser querido muere. Se aferran a lo que conocían y amaban, lo cual es entendible. Pero ante lo que Jesús enseñó y demostró, ¿no ver al Cristo Resucitado de aquel que amábamos? Esta es quizá una de las lecciones que todos nosotros tendremos que aprender. La muerte no es extinción, sino una divina promoción.
Magdalena necesitaba otro recordatorio antes de que estuviera consciente de la Verdad. Cuando ella regresó de la tumba, aquella mañana sombría, vio a un hombre que ella pensó que era el jardinero. Él le preguntó: "¿Mujer, por qué lloras?" María, aun luchando con la falsa creencia en la muerte, contestó: "Dígame dónde lo pusieron y yo lo sacaré". Jesús solamente pronunció una palabra: "María". Eso bastó. Al instante ella reconoció la voz amada que tanto había deseado escuchar de nuevo. Ahora la voz regresaba a ella. Recordaba lo que Él había prometido: que al tercer día resucitaría. Sí, ella había olvidado la Verdad, como nosotros. Tenemos que recordar esto una y otra vez. Recurrimos a otras cosas primero y nos encontramos buscando una demostración viviente entre las preocupaciones muertas y esperanzas del ayer.
Al reconocer a Jesús, María Magdalena gritó de alegría: "¡Maestro!". Lo había encontrado y como era de esperar que una mujer reaccionara, corrió a besarlo. Pero Jesús le dijo: "No me toques, porque no he ascendido a mi Padre". Esta era la primera vez que Él había materializado su cuerpo y la demostración no estaba completa. Cuando hacemos una demostración no vamos a tocarla, porque decirlo así, hasta que estamos absolutamente seguros de ella. Mucha gente disipa su poder espiritual hablando a todos acerca de la maravillosa demostración que han hecho, solamente para descubrir que se ha evaporado en el éter. Después, una vez que Jesús reprodujo su cuerpo varias veces, invitó a Tomás y a otros a tocarlo y a ver que realmente era él en carne y hueso como cualquier otra persona. Para entonces, él estaba totalmente seguro de la demostración de la Resurrección.
Pero aquí en su primera aparición le dijo algo a María que es muy significativo para cada uno de nostros. Él dijo: "Ve con mis discípulos y diles que asciendo a mi Padre, y vuestro Padre; y a mi Dios, y vuestro Dios". Esto le da a la Pascua el verdadero significado para nosotros. Es un magnífico diagrama para vivir como hijos de Dios, ya que Jesús pedía para nosotros todo lo que pidió para Él. No Dios en un lado y el hombre en el otro. No Jesús divino y el hombre humano. "Diles, yo asciendo a mi Padre y tu Padre". Jesús nos está designando como hermanos con una paternidad común. En otras palabras, no hay diferencia entre nosotros y Jesús, excepto en grado. No somos diferentes de Él en género.
Este es nuestro pase para la libertad espiritual. Jesús declara que no hay límites para que cualquier individuo pueda hacer y en lo que pueda convertirse, si entiende la historia de la Resurrección, porque ésta es la culminación y la vindicación de toda la vida de Jesús en enseñanza. En otras palabras, Jesús recuperó su unión con Dios, y esa recuperación de unidad significa el completo dominio sobre el cuerpo y las circunstancias.
Todo mal es una creencia en la separación de Dios. No la separación verdadera, ya que no puede haber separación real, sino una creencia en la separación. Si la Resurrección significa todo absolutamente, significa que todos , tarde o temprano, tenemos que hacer lo mismo -y eso es exactamente lo que significa- tenemos que hacer la misma demostración que hizo Jesús, sino aquí y en este momento, entonces en alguna otra ocasión. Jesús no hizo el trabajo para la raza humana de una vez por todas. Él señalaba el camino. Tenemos libre voluntad y autodeterminación. Sufrimos solamente por nuestros errores -no por los de los demás-. El trabajo de Jesús en el Calvario y en la Resurrección permitió hacerlo para nosotros mismos y cada uno debe hacerlo para sí mismo.
Ahora bien, no tenemos que morir para demostrar el poder de la Resurrección. Digo que no tenemos que morir si podemos superar totalmente la creencia en la separación de Dios. Por favor, observe que no estoy diciendo que no moriremos. Lo que digo es que si alguno de nosotros puede superar el sentimiento de separación, entonces no moriremos, seremos trasladados. Moisés no murió; Enoch, tampoco; Juan el Divino, el escritor de este relato de la Resurrección, tampoco. Ellos superaron el sentimiento de separación. Pero, repito, nosotros también debemos superar dicho sentimiento de separación de nuestro prójimo. Mientras yo pueda ver el peligro en otro ser humano, mientras yo condene o sienta agravio, no he empezado mi unidad con Dios. "Aquel que no ama a su hermano a quien ha visto", dice Juan: "¿Cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?"
Este es, una vez más, el mensaje de amor, con tanta frecuencia subrayado por Jesús y los otros. Si queremos seguir a Jesús en la gran demostración, debemos erradicar de nuestro corazón el odio, la envidia, el temor, el resentimiento y la condena. Una vez que lo hagamos, llenemos nuestro corazón con el amor divino para todos en cualquier parte sin importar quiénes sean. Lograr el amor divino para todos sin condena o sentimientos negativos de cualquier tipo es el camino que todos debemos seguir si queremos hacer la demostración de la Resurrección.
Durante el curso de la experiencia humana, el progreso para el hombre algunas veces parece imposible, pero se debe a que creemos en la limitación, dependientes de lo material y, por lo tanto, de la "ley de la carne". Sin embargo,cuando captamos la visión del Cristo Cósmico y nos identificamos con él, ya no estamos bajo la ley de las cosas exteriores, sino como lo dijo Pablo, en estado de gracia. Ningún ser humano ha estado jamás bajo la esclavitud de la ley como lo estuvo Pablo. Estaba tan versado en ello desde sus primeros días que casi perdió su fe en Dios. Entonces, un día entendió la Verdad y cientos de años después, Lutero, al leer aquellas hermosas palabras que escribió Pablo, también se liberó de la misma manera: "El justo vivirá por la fe". Esto significa que cuando percibes la visión de la divina posibilidad dentro de ti y extiendes tus manos hacia ella, ya no estás bajo la ley del pecado y de la esclavitud. Las limitaciones y las debilidades de tu propio carácter ya no tienen el menor poder para frenarte. Estás bajo el estado de gracia.
El calvario ya pasó y el alba de la Pascua ya empezó. Es el amanecer de la Pascua y nunca más tendremos que pasar el jueves o el viernes. Estamos en estado de gracia. Esta es la ley verdadera de la plegaria científica. Solamente si nos retiramos de la condición limitada para entrar al reino espiritual encontraremos la libertad y el dominio.
¿Cómo retirarse? ¿Mediante algún acto físico? No. Es cuestión de atención. Cuando la atención está centrada en la limitación, en nuestra debilidad o en la de otros, o en nuestras dificultades, enfermedades y temores, somos esclavos de estas cosas. Como Pablo dice: "Sois esclavos de aquel a quien obedecéis". Pero cuando apartas tu atención -nuestro YO SOY- de las cosas limitadas y la llevas a lo espiritual, entonces estás en el estado de consciencia en que las cosas limitantes ya no tienen poder.
Por esto la plegaria científica realiza milagros. Por esto invierte la vida de la gente, los saca del dolor y de la enfermedad y de una vida de pecado y autodesprecio. La plegaria científica hace esto -siempre, no ocasionalmente- cada día de la semana en cada rincón del mundo. Lo hace en cualquier momento y en cualquier lugar donde elevas tu consciencia a la Presencia de Dios.
La Pascua es el diagrama que corona nuestro destino. La Pascua es para imprimir en nosotros, para marcar en nuestros corazones que la Resurrección es una actividad que Dios pide a toda la humanidad, no sólo a Jesús. Jesús mostró el camino. La Resurrección es un paso práctico para ti y para mí, que debemos dar ya. No es solamente una creencia teológica . Es un hecho de la naturaleza. Es la Verdad del Ser. Representa un cuerpo perfecto. Representa la paz mental. Representa un alma perfecta e integrada. Representa superar nuestra limitación. Podemos hacerlo; tenemos que hacerlo y, en nombre de Jesucristo, debemos hacerlo.




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