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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2008-10-02 | | Con un abrazo colectivo y mi reconocimiento profesional para el equipo de Punto y Aparte -en particular para Froylán Flores Cancela-, en este nuestro trigésimo aniversario. ¡Ay juventud, divino tesoro! En agosto de 1938, el embajador de los Estados Unidos en México, Josephus Daniels, consignó en su diario el desagrado que le produjo ver que The Atlantic, una de las grandes revistas de su país, hubiera manchado su fama vendiéndose a los intereses de los oligopolios petroleros en su mezquina e ilegal guerra contra México. En páginas que se pueden consultar en el fondo de archivos personales de la Biblioteca del Congreso, Daniels deja el testimonio de que fue informado por un alto funcionario del Departamento de Estado de que la publicación se había vendido debido a que pasaba por una crisis financiera. Daniels era el mismo hombre que como Secretario de Marina había ordenado la ocupación de Veracruz en abril de 1914. No se trataba de un liberal despistado o de un “Mr. Amigo”, sino de un duro defensor de los intereses de su país que también creía en el trato digno entre las naciones y por encima de todas las cosas respetaba la Ley, la de su país y la de México. Es, por tanto, devastador su juicio sobre el número especial “The Atlantic Presents. Trouble Below the Border”, que comenzamos a analizar en la pasada entrega de JdO. Y si a Daniels escandalizó la publicación, podemos imaginar la reacción en México. Aquella guerra de propaganda, quizá el episodio menos estudiado de uno de los momentos cardinales en la historia del México postrevolucionario, tuvo muchas aristas, que iremos analizando en posteriores entregas de JdO. La “Standard Oil” financió una implacable y eficaz campaña en defensa de sus intereses. Y el gobierno cardenista respondió, hoy sabemos, no sólo con patriotismo, sino con acciones de gran eficacia. En palabras de Lorenzo Meyer en su estudio México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero, “la campaña de propaganda desatada por las compañías petroleras después del 18 de marzo de 1938 tuvo carácter mundial, pero fue especialmente importante en Estados Unidos. La tarea de la maquinaria propagandística de la Standard Oil se vio facilitada en ese país por el hecho de que los avances de la reforma agraria y el apoyo a los grupos obreros habían dado al régimen del presidente Cárdenas un tinte radical mucho antes de que ocurriera la expropiación”. Hoy se puede decir con seguridad que el derrocamiento del gobierno mexicano y la instalación de una nueva dictadura proyanqui fueron la meta a lograr. No tendría por qué no ser así. Están documentados por lo menos dos episodios, entre 1911 y 1917, en que grupos políticos norteamericanos promovieron la instalación de una “república independiente” –y proyanqui- en el norte de México. “The Atlantic Presents…” es una revista tamaño carta, con 64 páginas. Publica 34 artículos, 16 cartones políticos, 16 cuadros y gráficas y 28 viñetas tomadas “con autorización de los editores” del entonces recientemente aparecido “Tempestad sobre México” de Rosa E. King. Salvo estas viñetas, la totalidad del material está enfocado a demostrar el atraso de México y su inevitable camino al fracaso económico, espiritual y político, y a su conversión al comunismo. De los artículos, 19 son resúmenes o reproducciones de textos aparecidos en otras publicaciones: diarios mexicanos y norteamericanos, folletos, libros y memorias de congresos. Los 15 restantes no indican si son reproducciones o comisionados para la publicación. Tengo dudas sobre más de la mitad. Abre la revista con un decálogo de los “principios establecidos por el Departamento de Estado” que debieran normar las relaciones con “el siempre turbulento vecino” –mismos que nuestro país habría violado sistemáticamente. A continuación de tal amonestación cuasi-bíblica, los artículos hablan de cómo México ha despilfarrado las riquezas con las que la naturaleza lo favoreció, de la imparable crisis, de los problemas que frenan el cultivo de la caña, de la revolución traicionada, de las “causas del retraso de México”, de la miseria y desgracia de los desposeídos de tierra, del deterioro de los ferrocarriles, de la ilegalidad de la expropiación, de la incapacidad vernácula para construir una industria petrolera medianamente eficiente, del crimen rampante “en las provincias” (estados), del deterioro social después de la expropiación, de la inconformidad e inquietud en las filas del ejército mexicano, de la nula voluntad mexicana para pagar sus deudas, de los crecientes problemas en la minería, del avance del comunismo, del fracaso del turismo y, en fin, del camino al despeñadero por el que conduce a ese pobre país el gobierno totalitario y procomunista que los mexicanos tienen la desgracia de sufrir. Esta apretada síntesis no debe dar lugar a confusión: “The Atlantic Presents…” no es un burdo panfleto. Está organizado para insertar en los sectores más politizados de la opinión pública, con datos y testimonios que tienen un barniz de credibilidad puesto que se refieren a organizaciones informativas de prestigio como “The New York Times”, la idea de que al sur de la frontera las condiciones políticas, económicas y sociales estaban en un agudo deterioro a consecuencia de la expropiación indebida e ilegal de una industria que demostrablemente había contribuido a la prosperidad del país en el que estuvo trabajando durante muchos años. A esto añádase el sello de la casa editorial: “The Atlantic” era una publicación que gozaba de amplio respeto, incluso entre los conservadores opuestos a su línea editorial. De todo este material entresaco algunas perlas. El artículo titulado “Trasfondo de revolución”, en donde en seis párrafos el autor sostiene que son las condiciones de inferioridad racial autóctona frente a la superioridad blanca y criolla las causales de la sedición, está firmado por un maestro de francés y español del City College de Nueva York. En el siguiente, “Por qué México es un país retrasado”, el contribuyente es “un ciudadano mexicano que vive en México, cuyo nombre se reserva por razones de seguridad”, quien asegura que “el hecho de que un indio entre diez millones resulte un individuo de valía”, difícilmente permite postular a los pobladores originales como civilizados, ya que las características dominantes de la población indígena son “la ignorancia, la flojera y la indiferencia”. Un artículo central es “El terror mexicano”, de Rodulfo Brito Foucher, traducido de la edición de la revista “Hoy” del 26 de mayo de 1938, que comienza: “Para los turistas, los diplomáticos y los escritores que visitan brevemente a México, e incluso para los mexicanos carentes de educación política, es difícil darse cuenta a primera vista que la democracia mexicana es apenas un disfraz para ocultar la desnudez de la dictadura”. Para el lector extranjero, el juicio de un reconocido jurista que pocos años antes había sido director de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UNAM, como se indica en el crédito, debió haber llevado gran peso. Y no faltan los contrastes: frente a los errores mexicanos, los ejemplos de Venezuela y Colombia, que apegados a la ley, miran con inquietud la posibilidad de que el cáncer mexicano contamine sociedades que van rumbo a la estabilidad y la prosperidad. “The Atlantic Presents…” es un ejemplo extremo de aquella guerra de propaganda. La petrolera Standard Oil utilizó profusamente su órgano bimestral, “The Lamp” para llevar a sus accionistas y al gobierno norteamericano la idea de un México no expropiador conforme a derecho, sino expoliador a la manera de los regímenes totalitarios del presente y del pasado. En la prensa comercial de la época hay mayor equilibrio, sin que se pierda un tono crítico a la medida, según se verá en una próxima entrega con ejemplos de “The New York Times”, “Time” y “Newsweek”. Molcajeteando… El gobierno de Cárdenas no se cruzó de brazos. A través del Departamento Autónomo de Prensa y Publicidad (DAPP) organizó una contraofensiva que pese a la disparidad de fuerzas fue altamente eficaz. A la distancia podemos considerar que en aquella guerra de propaganda Lázaro Cárdenas salió triunfador. Por lo menos un historiador asegura que una de las causas fue que el equipo político que rodeaba al Presidente mexicano era de una preparación, conocimientos y capacidad, superiores al del que en aquel tiempo servía al presidente Roosevelt. Profesor – investigador en el Departamento de Ciencias sociales de la UPAEP – Puebla. [email protected] 2/10/08 |
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