En medio del combate el filósofo medita
bajo el relámpago de las baterías emerge su tratado
las conclusiones saltan con estruendo,
se acumulan sin ayuda de ningún canapé
y la pluma envuelta en ardor místico
también desafía la lógica.

Excavando las minas que ocultan el lenguaje
profundiza hasta tropezar con una veta muda
cerca del esconce donde se agazapa Tolstoy;
así como manejaba el reflector nocturno a orillas del Vístula
avizora un faro en el horizonte
rompiendo la noche metafísica,
abre una puerta de súbito a través de la oscuridad
una maniobra difícil,
si tenemos en cuenta el poder que encierra la palabra
cuando brota intrépida.

Lo ideal es buscar el instante para soltar la lengua
haciendo girar la manivela,
y moler aquel número
como buscando el cálculo con una sumadora Curta
y así esquivamos el cúmulo semejante a un alazán
donde el imbécil del rey Lear cabalga sobre nubes de lenguaje
para después caer en su infantil enredo.

Aquella palabra que forja el hierro cuando está caliente
sin esperar el frío del olvido,
le estampa un nombre a la escultura anónima
nuestro pensador cual sabio mecánico de aviación
cambia el motor en la pista;
de esta forma no pierde tiempo su vuelo.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia