Caron: Mira también, tú cómo se va aquella ánima por la cuesta arriba. Vamos tras ella.

Mercurio: Vamos.

Carón: ¡Torna acá, ánima! ¿Dónde vas?

Ánima: En esto estaba pensando.

Carón: Sabes si me enojo.

Ánima: Darás de coces a tu barca.

Carón: Espera a lo munos, mira que te quiero preguntar.

Ánima: Que me place-

Carón: ¿De dónde vienes?

Ánima: Del mundo.

Carón: ¿Dónde vas?

Ánima: Al cielo.

Carón: En hora mala ello sea. Desa manera no pasarás por mi barca.

Ánima: Así me parece.

Carón: ¿Por qué?

Ánima: Porque así plugo a Jesucricto.

Carón: Pues no puedo haber de ti otra cosa, a lo menos yo te ruego que me cuentas cómo viviste en el mundo, pues así vas a gozar de tanta gloria.

Ánima: Aunque se me hace de mal detenerme en tal jornada, no quiero dejar de satisfacer tu voluntad. Has de saber que siendo mancebo, aunque naturalmente, aborrecía los vicios, malas compañías me tuvieron muchos años capuzado con ellos. Cuando llegué a los viente años de mi edad, comencé a reconocerme y a informarme qué cosa era ser cristiano, y conociendo ser la ambición muy contraria a la doctrina cristiana, desde etoces determiné de dejar muchos pensamientos vanos que solía tener de adquirir muchos bienes temporales y me comencé a burlar de algunas supersticiones que vía hacer entre los cristianos, mas no por eso me aparté de mis vicios acostombrados. Cuando entré en los veinte y cinco años comencé a considerar conmigo mesmo la vida que tenía y cuán mal empleaba el conocimiento que Dios me había dado, y hice este argumento, diciendo: O esta doctrina cristiana es verdadera o no; si es verdadera, ¿no es grandísima necedad mía vivir como vivo, contrario a ella? Si es falsa ¿para qué me quero poner en guardar tantas ceremonias y constituciones como guarda los cristianos? Luego me alumbró Dios el entendimiento y, conociendo ser verdadera la doctrina cristiana, me determiné de dejar todas las otras supersticiones y los vicios y ponerme a seguirla según debía y mis flacas fuerzas bastasen, aunque para ello no me faltaron, de parientes y amigos, infinitas contrariedades; unos decían que me tornaba loco, y otros que me quería tornar fraile, y no faltaba quien se burlase de mí. Sufríalo yo todo con paciencia por amor de Jesucristo.

Carón: ¿No te metiste fraile?

Ánima: No.

Carón: ¿Por qué?

Ánima: Porque conocí que la vida de los frailes no se comformaba con mi condición. Decíanme que los frailes nu tenían tantas ocasiones de pecar como los que allá fuera andábamos, y respondía yo que tan entera tenían la voluntad para desear pecar en el monasterio como fuera dél, cuanto más que a quien quiere ser ruin nunca ni en algún lugar le faltan ocasiones para serlo, y aún muchas veces caen más torpes y feamente los que más lejos se piensan apartar. Bien es verdad que una vez me quise tornar fraile, por huir ocasiones de ambición, y fuíme a confesar con un fraile amigo mío, y cuando me dijo que tanta ambición había entre ellos como por allá fuera, determinéme de no mudar hábito.