Vagón sellado avanzando con ínfulas de fantasma
las selvas de Arminio lo vieron pasar,
lo vieron las frías marismas y las islas amigas del Báltico
avanzaba impasible sin eludir obstáculos
como si dijera: arrópate con el silencio de mi recorrido...
Travesía sigilosa cruzando el país
que enfrentó a las legiones del César,
-larguísima gambeta para eludir el contragolpe-
que se vislumbraba agazapado en la zaga
allí viajaba un gato encerrado,
un cuervo dispuesto a despertar con gárrulo clamor
la dormida revolución;
dicen que el tren tenía polarizados los vidrios con un azul de vapor inasible
y el sillón del personaje revestido de un material encarnado
pórfido de rutilante rayo rojo,
expandido y deseoso de romper fronteras
llevaba la furia de Anarkos
furia dispuesta a triturar candados y cadenas
pero la perspectiva del tiempo
mostró que los candados se multiplicaron a su llegada,
los abedules lloraron la pérdida del ciprés amable
y sus manos quedaron tendidas hacia los sauces llorones.
Hoy el análisis poético demuestra nítidamente
que aquel viaje arropado cruzó la línea del Aqueronte
con sellos de la liga hanseática;
el círculo del anillo real fue estampado en la puerta del tren
y aquella heráldica fue el salvoconducto preciso
entregado a Carón que esperaba en la otra orilla;
la silueta fantasmal reflejada por los rieles
muestra el blasón estampado sobre la marcha
como un rastro real del tren sellado.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia