OESTE

Rútila moneda sembrada con ambición
los godos acuñaron el marco y las ávidas raíces del dinero germinaron,
plata martillada en frío
dispuesta para decorar un sarcófago;
el nácar incrustado en el triclinio
irradia su iris sobre pomposo banquete,
los gálatas dejaron germinar los trigales
a cambio del metálico sonido,
los vándalos aprovechan cualquier descuido para lanzar un raponazo relámpago;
suevos, bastarnos y getas danzan al compás del vil metal
cimbrios de feroz pupila azulada
cambian su alazán
por un líder experto en caballos;
los méritos se reparten con aristocrática indiferencia
bajo una lámpara de luz pública;
que infunde brillo a la esmeralda y el topacio
si Tácito viviera bien podría decir:
el dinero es el fin último de Occidente.

ESTE

Religión guardada en la hornacina
donde los nardos saben fabricar su fragancia,
las poéticas oraciones del monje en el tejado
apartan al búho de la cacería nocturna.
Cuando el compás se abre para trazar los círculos del futuro templo
el martillo se cierra tratando de castigar a los campos de centeno,
los trigos nacen alternados en gavillas
mística cuchilla corta el rubí y los anillos lloran el desangre,
las ánforas tratan de mitigar la sed del peregrino
con un líquido desconocido;
y las avanzadas avizoran el ápice anhelado,
hasta allí no ha trepado ninguna tribu a clavar su escarpia
algunos islotes dispersos continúan intentando la proeza
el emblema rodeado por dos ramas de olivo,
sigue esperando el destello matutino
que anuncie el amanecer de los rayos del Oriente.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia