Rumores que se desprendían de los siglos
con acróbata persistencia cruzaron nuestro umbral,
hasta hacerse realidad en la película más taquillera del día;
no se sabe si las trágicas comedias
fueron obra de la pluma,
o fueron proezas escritas con el mágico bastón
que esgrime el Rey Mono.

Entre la bruma del mar ensombrecido
el druida de la pérfida Albión busca historias en los naufragios,
rescatadas hace tiempo por auténticos maestros de la criptografía;
genios que de veras escribieron con sangre sus memorias
esto me lleva a prestarle atención,
a la crítica del filósofo Von Hartmann
dirigida contra Romeo y Julieta
y grabada en verdes cuadernos.

Aquella época de nubes atávicas suspendidas en el firmamento
donde volaban las vimanas como murciélagos rompiendo planos,
los émbolos y los cilindros giraban al revés;
permitiendo al mercurio hervir con ebullición
el follaje del tilo temblaba de miedo,
y el proceso alquímico desprendía una luz violeta
lo suficientemente enérgica,
para permitirle a la máquina hindú
desprenderse del suelo.

Una historia raptada en la orilla del lago Garda
y traída de los cabellos hasta el druídico entorno,
saqueando la mena de manganesa a despecho del gas grisú;
hace girar en sentido contrario el ritmo
de los tambores que anuncian un boletín especial,
en este caso el anuncio no es portador de luz,
una débil luciérnaga con energía ajena
se precipita alígera;
olisca los dinteles
y no puede abrir la puerta del tiempo.

Todo enunciado profundísimo
necesariamente ama la máscara,
y a este comediante es necesario arrancarle el antifaz de impostor
que durante siglos ha sido un secreto a voces;
sería una noticia épica,
lo suficiente para hacer crujir los goznes de la cultura
en el epígrafe del tercer milenio.

La Cándida Eréndida pisa un terreno más firme
con inocencia rebasa sin darse cuenta,
los límites de lo erótico,
la zanahoria que hervía en leche
se transmuta en poción de las Mil y una noches;
así florece el germen de lo autóctono
lejos de asaltar historias cortesanas,
pescando gran susto al tropezar en Venecia con la Isla de los Muertos
se complace vertiendo linfa original
en la corriente adulterada.

Jorge Ángel Luna Rosado
Colombia