La agitación alejandrina
mostrándose lejos del símbolo abúlico,
aleja la apatía,
de una plaza pretérita donde el zar
un día sembraba el gorro de cosaco
como un apólogo perenne.

La agitación alejandrina
que hervía en los músculos de Alejandro Magno,
hierve a borbotones y sin escándalo,
agitando los poros de esta plaza
la antena elevándose en apolíneo impulso;
atrapa entre rayas blancas y rojas la señal de televisión
y allá arriba el restaurante imita un carrusel
donde Bucéfalo girando al compás del viento,
mastica las notas de una sinfonía
agitada por enérgico ditirambo.

La agitación del soneto alejandrino
que alarga la longitud del verso,
entre líneas paralelas dibujadas con un compás
enmarca la dimensión de esta plaza;
aquí hay mármol dispuesto a retar el tiempo
y de noche la luna en éxtasis
deja pálido al farol.

Jorge Ángel Luna Rosado
cOLOMBIA