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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2014-10-07 | |
Del libro MIS GUERRAS Y OTRS BATALLAS.
ORDEN Y CONTRAORDEN Ve pasar a una muchacha, con el sol pintándole el cabello color trigo. Ella lo mira y sonríe pero sigue su camino entre la gente. Sus blancas piernas transitan el pecado cuando la falda, a la deriva, movida por el va y ven de las caderas suben más allá de medio muslo. En la batalla de su interior las órdenes son otras. Deja de seguirla porque su figura se desvanece en la distancia, el aroma del cabello forma parte ya del aire respirable y sus pasos, ausentes pero firmes, le resuenan estrepitosamente en el centro del pecho. PREPARACION COMBATIVA Establecer mi punto de observación fue fácil. todo consistió hacer que mis legiones recorrieran el hermoso valle de tu vientre, bordeara el pequeño cráter del ombligo y luego continuar viaje hacia los dos promontorios que divisan hacia el Norte. El instinto me indico tomar el de la izquierda e hice subir sus empinadas latitudes a beso limpio hasta donde un promontorio, rosado oscuro detuvo mis pasos. Mis tropas ocuparon allí su máxima altura y desde esa posición me fue posible otear, hacia al sur, el podado bosque de ese monte de Venus, de donde sospecha el alto mando, se ocultan atrincheradas tus ultimas legiones para el asalto final. Del libro PAPELES ESTRUJADOS EL SILENCIO DE LA SANGRE ¿No cabalgan ya los corceles de la tarde? ¿No vuelan hacia las torres mas altas las palomas? ¿No se funden en el cielo los acertijos de las nubes y la mirada color nuez de los niños asombrados? ¿Condenado estoy al silencio de la sangre? El silencio quema en los tejados coloniales, arde en los arabescos de las altas ventanas pero yo voy por el ala de la sombra, junto a Miguelito y su guitarra, Luis con su sonrisa diplomatica enarbolando su carisma de poeta y Loredo midiendo sus pasos con cuidado. Pero es en la franquicia del verano donde los colores de mi ciudad resaltan en plazas y parques y por sus avenidas y estrechos callejones se establece el silencio en suavisimas estancias. En los jardines se desesperan las begonias y el jazmin suspira por los senos de las adolescenes. Es que el silencio de la sangre es propicio a las celadas del recuerdo… EL HOMBRE 1 (Décima endecasílaba y asonante.) 2 (Decineto endecasílabo.) “Esos pies que lo traen y que lo llevan.” 1 La sangre que en las venas lo desgarra. Estas alas internas que lo elevan. Aquello que es, y unanime congrega. Su aire mortal, y dosis de mortaja. Viene con su infeliz hoja de parra a ocultar lo de todos conocido: la sombra del sexo en los concilios del alma. Ese, señores… es el Hombre.. Vil inmundicia, drogas y temores y en la voz, la mentira, el escondrijo 2 Mas yo estoy con el Hombre paralelo a la salida del sol y de la rosa, y deja su coraje en cada cosa que hace en Paz, con amor y con recelo En secular y solidario estruendo Junto a la hembra de sutil estruendo que por ella y junto a ella canaliza el breviario de su vida en el planeta. Es el hombre que ante todo es un poeta Y compendio de la llama y la ceniza. Del libro FABULAS PARA LEER DE TARDE A TU PASO SE ABRIAN LOS JAZMINES (A veintisiete años de la Leyenda) Pasabas por mi lado sin siquiera sospechar las lloviznas en mi pecho. Siempre pendiente de tus primaveras, me bebía la esencia de tus sueños. Surgieron jazmines en tus manos y en tus ojos sonrisas tan hermosas que en el palio de todos los ocasos confundiste el color de los aromas. Hoy bebo tu crepúsculo en el vaso, donde calmo la sed de nuestros años, porque eres la razón que me permite embriagarte de versos y locuras admitir los influjos de la luna y a tu paso abrirse los jazmines. DIASPORA DEL HOMBRE 1 Cae la tarde sobre el hombre. Le resbala sobre el lomo. Se acomoda a las manos. Deja en sus dedos el silencio de las nubes que pasan y en su rostro una mueca de insatisfaccion. Es la diáspora en los sustratos de la humana apologia. En si mismo el Hombre se revela descubriéndose, iluminado y desnudo aún de toda irreverencia, con la apatía de su gesto en las miradas y, en los labios la huella del beso de la muerte. La alquimia ensalivada del deseo. El rictus final de la desolacion y el desamparo. Junto a la tarde caen las hojas del almendro mientras canta su himno solapado la tristeza. El muñon del tiempo aherroja sus cadenas con la tranquila complicidad del minutero. En una radio cualquiera se escucha un temporal de violines y las dieresis puntuales de un piano en La Menor. Mientras, cierras las páginas del libro y te vas a madurar los frutos del rebaño. ®Ernesto R. del Valle |
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