vista perturbada enmarañada mano continúa ataxia clandestina
vuelta la profundidad a disolverse en la pupila
nada de alfombras terciopelo ni cartílagos desnudos
ni copas de cristal solo de luciérnagas con voz de niño.
branquias abrazadas al polvo a la nieve sin plaquetas
al desequilibrio
a la presencia de todos los padecimientos
ansiedad de la gota suspendida
por no llegar nunca a la última palabra
no reconocer la dirección del pasadizo no encontrar la silueta congruente.
quimera aprende acorrer sobre su cuerpo
danza de un pecho estrecho transmutado con la furia de una lágrima
una línea ahorcada
un tiempo invalido que mastica sus uñas
con sus únicos colmillos desgastados
inerme
incontenible
frágil
invencible
muerto
casi dios con sandalias y cartones huérfanos

órganos aislados afiebrados
rosan sus ampollas fuera de algún tiempo
carcinomas úlceras sínfisis
un hilo de saliva degollado sonríe alegremente
una víscera en la cuerda floja
flores arden dibujando río marchito
fulgurando
aparentando inhalaciones de oxigeno
de óxidos intravenosos
de alquitrán intralunar al amanecer

retromorfo despellejado
todos los bordes insolados de tanta noche
todos los témpanos llegados al mismo cráter
a la aorta silenciosa
a sus ganas de correr sin piel
sentarse en una acera aullar
y dejar el encierro
el senticar de una voz tierna que se desvanece a lo lejos el albergue de los restos mortuorios
dejando junto a su cruz a este niño de piel extraña
este ángel que desvió su camino hacia el infierno.