I

Saqué del cajón algunas de las palabras que ya no utilizo:

“Perdón, me he equivocado”.

Se encontraba entre otras tantas cosas,
en un infinito desbarajuste ,
del cual no sabía cuál era el orden.

Las palabras estaban unidas
por unos ganchos en forma de comas,
como los de mis viejos botones
con la foto de Bob Marley,
o de 2 minutos,
y unos un poco menos viejos,
con la cara del Che Guevara
o la portada de algún disco de Pink Floyd:

“te amo, indiferencia”,
“¡pendejo, vaya pa’ clase!”
“¿estás contenta, en un convento?”
“estoy enamorado, tengo que ir”
“me gustan las letras, y me gusta dormir”
“feliz día, de no cumpleaños”
“señor doctor, ¡me está molestando!!”
“hágale por una pola, pero no nos demoramos”
“mañana por la mañana, vamos a echar futbol”

(Es curioso que mi mamá,
que siempre esculcaba entre mis cosas
buscando marihuana, las cartas,
los condones o los cigarros,
dizque para conocerme,
jamás advirtió la existencia de estas letras)

¡¡¡Que inconsistentes e insensatas comas!!!

Aunque, siempre presentes
entre nuestros otros cachivaches y cacharros.
(Esos que supuestamente son personales,
pero las ven nuestras madres, nuestros amigos, las viejas, las nenas,
las perras, nuestras novias… nosotros).

II

Es chistoso el sentido que se le puede
hallar a nuestras cosas viejas.
Más aún, cuando recordamos
por qué las tenemos en los cajones:

las medias de tu primera novia,
el volante de la primera marcha,
el negro que dejó el primer puñetazo que te dio tu mejor amigo,
el pantalón guasqueado y/o ensangrentado de tu primera borrachera,
las cartitas con sus dobleces tan complicados que te daban cuando “eras lindo”,
la nota de excelente por el mamarracho que hiciste en clase,
el primer “!!imbécil haga algo!!!” que te lanzó tu papa,
la nota de “señor xxxx xxxx, se tiene que presentar el día xx/xx/xxxx al juzgado de menores”,
la bufanda que dejó en tu casa la perra de tu primera vez (con la que no volviste a hablar),
el arete, que encontró tu mamá en la cama de tus padres, de la misma perr...sona en otra ocasión,
el primer “dizque poema” que le escribiste a la nena que te volvió mierda, y que no fuiste capaz de entregarle (por eso está en el cajón),
los álbumes de Dragon ball o los supercampeones,
las cajas del play station y los celulares (que siempre botas en las borracheras),
los libros que nunca lees (generalmente el título dice algo así como: “actitud positiva”, “cómo llevar una vida saludable”, “el capital”, “Platero y yo”, “Canto general”, “the Secret”, “Algebra 11”, “Vida sexual plena”, “Reglamento estudiantil”, “la biblia para jóvenes”…) y que jamás leerás,
los calzoncillos que jamás te gustaron,
los fósforos, los bricos, los cueros,
algunos libros que siempre lees (títulos como: “las aventuras de Tom Sawyer”, “Diccionario”, “la insoportable levedad del ser”, “Diccionario bilingüe”, “Siembra vientos y recogerás tempestades”, “Diccionario de Filosofía”, “Canción de la vida profunda”, “Mitos y leyendas”, “Escalofríos”, ”Alicia en el país de las maravillas”, “manual de ortografía”, “El antropólogo inocente”, “El elogió de la dificultad”…) o por lo menos los has leído y te han marcado,
en, por lo menos, algún momento...

etc, etc, el peluche, etc, etc…

ufff, ¡¡¡son muchas cosas!!.

III

Pero, “perdón, me he equivocado”
¿Cómo es posible que haya sacado de entre todas esas cosas,
lo que menos me ha gustado y mucho menos he utilizado?

Mmmm

Ni sé qué significa.

Mmmm


¿De donde las habré sacado?