Macondo es el epicentro de una melodía divina
nació de la unión de tres instrumentos:
la guacharaca pulida por la mano indígena
el acordeón ario
y el tambor le abona nostalgia desde el África.
Este ritmo avasalla al poeta
sin ningún temor proclamo que es la música más linda del mundo
ella me ha enseñado a amar
y entre lágrimas me devuelve la esperanza
brilla el matiz de un sueño,
aquí el acordeón es el mártir del amor
los dedos del juglar lo martirizan
para refrescar el alma.
García Márquez dijo que al escucharlo se nos arruga el sentimiento
Valledupar es la madre del vallenato
ciudad afortunada entre mil
tiene el don de ofrecernos esta sinfonía
ella fue mi canción de cuna
y un consuelo en la tristeza.
Desde la terraza de mi infancia
contemplaba un baile
allí una trigueña bailaba al compás de mi música
y el disco decía: "Eres muy linda trigueñita, y eres tan bella mi trigueña"...
desde entonces juré que una trigueña sería mi amada
a más tardar cuando cumpliera veinte años.
Me siento abrumado cuando las guitarras lloran
siguiendo el lamento del fuelle herido
y todo el universo sensitivo se contrae por el clamor de un
botón
cada día el vallenato escala cumbres
rebasa fronteras para agradar al mundo
una fábula sonríe bajo el llanto armonioso
conmueve la íntima fibra
amansa la cólera enraizada en el tiempo
los juglares vierten todo su despecho
azotando los botones para arrancarles el lirismo
y al unísono encienden la poesía en mi vida.