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■ Tierra baldía
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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - 2009-06-01 | |
Aquella acta fue levantada durante la sesión
de la conferencia que algunos llamaron aquelerre y otros más benévolos decidieron llamarla cónclave; no es un hecho insólito que apareciera un día entre mis papeles de esa forma supe que asistieron varios especímenes para debatir un tema importante, se trataba de decidir sobre la existencia de un poeta. Los asistentes fueron seres inverosímiles que sólo se encuentran en los sueños o en la mitología; alrededor de la mesa se encontraban una arpía, un centauro, el gigante Gargantúa; con sus zapatos extensísimos para el corto perímetro una musa impúdica y la Esperanza como mi aliada. La reunión comenzó en medio de gritos y discusiones bizantinas que conducían a un laberinto sin salida después cuando el ambiente estuvo más calmado empezaron el diálogo el gigante dijo que el asunto era saber que determinación se tomaba sobre aquel poeta hijo de un artesano y una maestra empírica, nacido en un pueblo del trópico donde todavía se baila la cumbia el centauro masticando su cólera turbulenta dijo con estruendo que él prefería desterrarlo para que no siguiera pergeñando versos como si fueran las saetas de su aljaba la arpía graznaba mientras iba desgranando el discurso y al mismo tiempo decía que la aljaba de un centauro era respetable y aquel poeta que actualmente tenía centenares de poemas en Agonía.net también usaba los pinceles cual flechas para herir los crepúsculos en el lienzo. La musa impúdica cruzando las piernas con desparpajo sin importarle la mirada lasciva del gigante, agregaba que a ella le interesaba ver separado del poeta a ese foco esplendente sin límites, al que muchos llaman Imaginación; si bien era cierto que en otros tiempos había sido útil para dedicarle piropos a ella ahora su mirada se desplazaba hacia otras beldades. Mientras acariciaba el torso desnudo de aquella musa el centauro dijo que aprobaba sus palabras, era necesario destinar ese territorio a la disgregación allí se atiborraban landas de aire fresco; donde hallaba cobijo el águila, y pululaban lagos favorecedores del poema coníferas de una atmósfera seráfica sellando la inspiración del poeta. La Esperanza rodeada de un plácido halo le preguntó al centauro si deseaba que el Hombre se convirtiera en pequeñas células, desvinculadas entre sí, divididas y débiles sin tener ni siquiera un puente para integrar la armonía la respuesta se hizo sentir con un grito cólerico diciendo que de ningún modo se refería al Hombre sino al susodicho poeta. Ahora comenzaba su disertación mi aliada arguyendo alegatos a mi favor en medio de la sala decía que un poeta nacido en tierras de juglares arrullado desde la cuna por el vallenato, una música nacida del martirio de un acordeón no podían acallarlo de forma fácil, ese ritmo emociona hasta las libélulas y tiene grandes intérpretes como el maestro Escalona también podría emocionar a un centauro; y a ella le extrañaba que una musa que antaño fue inspiradora ahora se dedique a impugnar al poeta nada más porque ha dejado de mirar su impúdico trasero. El color azul y grana de los zapatos del cíclope destellaba y las suelas tomaban forma de merluza, en la sala se debatía el tema con ardor sin hallar un firme consenso. Añadió que él no veía diferencia alguna entre los poetas todos los poetas son unos locos desaforados, que nunca ciñen la fíbula del orden y se dejan arrastrar por una fantasía irrefrenable además en estos tiempos de la cibernética era justo proclamar la muerte de la Poesía ningún verso tiene sentido entre la máquina por eso la desmembración de las áreas idílicas tiene sentido y ya para terminar ordenaba de forma urgida que se callara ese pífano alborotador de la sala. No sé si Gargantúa y su infame congregación aquel día lograron cercenar el parterre donde crecen mis flores lo único cierto es que la Esperanza acaricia mi oído; y me inspira estos versos que ahora escribo. Jorge Ángel Luna Rosado Junio 1 de 2009 Colombia |
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